Desde este fuego de soles isleños,
desnuda
entre pesares e inconsistencias,
con la mirada baja
en este devenir sombrío...
sofocada por la angustia y distante Te pienso...
cuando ya no hay  atisbos,
más que un racimo de máscaras diversas,
extáticas tristezas que me invaden
en esta soledad furiosa,
en el silencio que vuelve y se inventa
en la puerta de lo prohibido
de un siniestro paisaje abandonado.

Esta calma caída en lo sublime,
sin jazmines o magnolias,
que aludan al mar,
o quizás inventar una memoria
que omita el nombre de las flores
y luego llegue a ser mi voz,..
perfume enajenado por tu ausencia.

En el entretanto,
asciendo de placer a lo prohibido
al sonido de tu voz tiemblo,
desde esta furia femenina
que es un estanque fundido en la penumbra…
Pero la noche es clara aún sin luna,
en su latir de parpados de nácar.

Perpetua exaltación de mis llanuras
en el azar del viento,
caídas riberas blancas
sollozan con su doliente cabellera de líbido
mojando con su llanto
mi boca azulada de sortija
en ese mirar despacio.

No me busques debajo de esta sangre desnuda
búscame, en la brisa perpleja de la tarde
donde se pierden las ninfas solitarias
Y el Polifemo enamorado…
Doris Melo Mendoza.