Nevers.
Y el brioso labio tropezó de ida a su vientre, mareado sin siquiera haberla bebido.
Tenue es la indisciplina que enerva de su curioso diente, que sosteniendo el arma, humea sin disparar.
Las cenizas en su vientre, por lo pardas que son, simularían el perfecto otoño, sin embargo nada tiene que ver la vida aquí.
Su vientre se sonroja y no es por excitación.
Grita y yo no la oigo, quizás tu sí.
La quiso así como un adicto odia necesitar un cenicero. Así de intenso.
Odia el cenicero, también yo.
Arde su vientre perturbado, se inmolan las pasiones en su huérfano pelvis. Le sobreviven 3 cm de lujuria, aun.
Pide ayuda el infortunio pero el destino no oye reclamos.
Se insultan coherentemente los testigos, mas, suponiendo que este relato haya sido ficticio, no podríamos haber hecho nada.
Que culpa tiene el cazador de que la presa haya caído? 
 
Jhon Mariom