¿En qué dimensión está la ciencia ficción?
Publicado en Jan 20, 2016
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—Décadas han transcurrido desde la primera vez que se acuñó el término Ciencia ficción, pero aún en esta época sigue vigente el concepto, más que nada como la búsqueda de una aspiración, de un ideal… —Exasperado, el profesor Riggen hizo un breve silencio para exigir la atención del grupo que se hallaba más interesado en la pantalla de sus aparatos electrónicos, allí, donde verdaderamente sucedía la vida de las personas; todo era contacto, interés y hasta amabilidad. Se trataba de las Agendas de vida, una innovación tecnológica que reemplazó a los teléfonos celulares, ordenadores, ipods, tablets, relojes, y cien aparatos más, de acuerdo con la publicidad del empaque. La Agenda se ocupaba prácticamente de todo: desde planificar el día de una persona hasta “sugerirle” rutas de viaje, qué médico visitar, qué aprender, dónde y con quién; qué escuchar, comer, o qué actividad espontánea realizar para salir de la rutina; cuándo hacer el amor, dónde y con quién; qué película ver, qué pretextos usar; cuándo casarse y con quién. En suma, podía encargarse de cualquier asunto que preocupara a los humanos. Solo unos cuantos, como Riggen, habían decidido no usarla aun cuando el Estado la proporcionaba subsidiada si no se contaba con los recursos suficientes para adquirirla. No tener una Agenda de vida era algo similar a ser invisible: no se podía acceder a una cuenta de banco, ni obtener permiso de conducir, ni ejercer profesión alguna, únicamente los oficios de muy baja categoría o de nula demanda laboral, como el suyo de maestro en literatura en una escuela de alumnos rechazados y problemáticos; “En situación de crisis educativa” era el término políticamente correcto.
Al mirar la indiferencia del grupo, se preguntó cómo es que los seres humanos se volvieron cada vez más vulnerables a los sistemas que recaudaban y almacenaban información sobre ellos,  porque justamente eso fue lo que hizo posible las Agendas de vida. Llegó a la conclusión de siempre: la necesidad de ser notados, de sobresalir a costa de lo que sea es imperativa; el anonimato sólo era para los perdedores como él que jamás había vertido en una base de datos nada sobre sus gustos, sus temores o aficiones; que nunca había puesto una fotografía que delatara su forma de vida o afectos; que siempre había tenido sus reservas sobre las búsquedas que realizaba en Internet y procuraba que fueran aleatorias para enmascarar sus verdaderos intereses.
—Bien, haré a un lado las definiciones, mejor les voy a leer un cuento breve de Ciencia ficción que me encontré esta mañana en el sitio writerfree.com, fue publicado apenas el año pasado y su autor es Daigo Tanaka:
Había una vez un hombre profundamente impresionado por una muchacha que veía pasar todos los días frente a la vidriera de su negocio. Sus pasos eran ligeros y estaba seguro que ese olor a naranja que lo envolvía emanaba de ella, aun a través del cristal podía percibirlo. Cada día se acrecentaba en su corazón el deseo de saberlo todo sobre esa mujer; sufría por la paradoja de tenerla tan cerca y tan distante. Cuando accedió a su Agenda de vida se dio cuenta que estaba casi vacía, sólo tenía un nombre y datos vagos sobre su actividad laboral, atormentado por la ansiedad hizo algo que probablemente ningún ser humano haya hecho antes, o a lo mejor sí, pero no había ningún registro de que sucediera realmente, se empleó en su búsqueda. Pasó meses recopilando información sobre ella, siguiéndola, preguntando aquí y allá: ¿Qué era lo que había comprado en el mercado? ¿Qué llevaba para la cena? ¿Qué padecimientos sufría? La observación y la tenacidad dieron sus frutos y pronto construyó a Daría Helga como un ser tridimensional cuya topografía resultaba fascinante. Soñaba con hacerla su mujer, con deslizar la mano sobre su cabello largo y aterciopelado y besar sus mejillas, con su respiración agitada y su perfil arrancado de un fresco cretense. Con toda esa información acumulada, un día cerró el negocio más temprano de lo habitual y se dirigió a su casa. Al llegar le dijo lo siguiente: “Daría cualquier cosa por tenerla a usted, Daría” ella sonrió porque le gustaban los juegos de palabras, lo invitó a tomar un café y él le obsequió una botella de licor de almendra y una maceta con violetas blancas. Fascinada por semejante sensibilidad no titubeó ni un instante cuando aceptó ser su esposa, pues en ningún otro lugar de la tierra encontraría alguien más interesado en ella que aquel que lo sabía todo sin haber echado mano de su Agenda de vida. Fin.
Riggen concluyó la lectura, maravillado por la atención que ahora le brindaban sus alumnos. Les pidió su opinión acerca del texto. Varias manos se elevaron.
—Profesor Riggen, según la Wiki, la Ciencia ficción “es un género especulativo que relata acontecimientos posibles, desarrollados en un marco puramente imaginario, cuya verosimilitud se fundamenta narrativamente en los campos de las ciencias físicasnaturales y sociales”. Desde mi punto de vista el texto cumple al menos con ser una situación puramente imaginaria, ¿Quién iba a tomarse la molestia de seguir a una persona e investigar todo de ella y perder el tiempo, cuando para eso hay tantos bancos de datos disponibles?
 
Riggen estuvo tentado a refutarlo y hablarle de sus propias utopías: el derecho al anonimato, la libertad de elegir, la posibilidad de dejar al puro instinto los asuntos del amor, pero prefirió celebrar que, por lo menos ese día, los alumnos lo habían mirado a los ojos. 
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Foto del autor Laura Vegocco
Textos Publicados: 41
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Descripción

Un día el futuro nos alcanzó y no nos dimos cuenta.

Palabras Clave: Ficción tecnología despersonalización letargo apatía emotividad sensibilidad.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficción


Creditos: Laura Vegocco

Derechos de Autor: Laura Verónica Gómez Contreras


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