Río abajo me lleva la corriente
en el caudal confuso de mi vida.
Los amores se repiten cíclicamente
y cada uno deja su remanso y su idea.
Siempre termino en mi íntimo hogar.
Siempre inicio, concluyo y retomo
el mismo círculo de fuego y malquerencias.
Siempre me espera mi mujer exasperada
y la misma cama sin sentires ni angustias.
No puedo huír de esta saña cósmica:
Si subo a las vociferantes montañas
el viento me trae en sus lomos a mi guarida.
Si trato de devorar una boca de fuego
resulto por esos labios consumido y herido.
Confieso que hay carrozas que me traen
y sufro los adioses de toda travesía.
Nunca parto del todo: siempre vuelvo.
Siempre estoy aquí tras mis partidas.
Leo y desleo el camino de mis huellas
y concluyo el viaje donde fue su inicio.
Vivo en una paradoja dilatada.
Vivo en un altiplano de reflejos.
Por más que me alejo, estoy cerca
quizá pisando húmeros calcáreos
y piedras que se prenden y apagan como lámparas.
Vuelvo como si mi casa fuese el último planeta
del que no seré plenamente explusado.