Una vida inadecuada.
Publicado en Feb 11, 2016
Un camino intransitable es la única manera que el amanecer tiene para decirme que el fuego de mis entrañas ya sólo es escarcha.
Una dulce prisión en la que me encerraron por demencia, y en la que cohabito con todo tipo de seres, de sentimientos y de bellas luces que me indican que existe una salida. Y es que fui yo el culpable, fui yo quién tachó sus últimas y vagas esperanzas, fui yo la estrella que se reflejaba en el espejo de su alma. Destruí a aquel hombre, y ahora él escribe estas vacías palabras con las manos desangeladas del caos. Y ahora necesita el regreso de sus anhelos, de sus sueños, de sus esperanzas. Siempre agachó la cabeza y quitó el peso de sus hombros, un hombre refractario que claudicó por su necedad, ese fui yo... Y ahora te pido a ti, mi amor más puro, sinfonía de mis últimos días, inyéctame el veneno que un día empleamos para facilitar tu final... Ahora debe ser en mi cuerpo y que en él sienta las cosas que tú sentiste, que recorra mis venas y asfixie mi garganta; que corte mi circulación poco a poco y pierda el sentido; que experimente algo nuevo y que mis ojos ardan, que ardan como ardieron mis recuerdos ya inexistentes; que mis manos no puedan sujetar la copa en la que ahogué parte de mi inocencia; que mis piernas tiemblen y se derrumben después de librar una dura batalla; y por último pido para este momento que el dolor sea lo único en lo que pueda pensar y dominar con mi última lágrima.
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