Ella IV
Publicado en Feb 21, 2016
Ella, de confesada risa y esos ojos de ignorada tristeza, mostraban hasta la insolencia, el tono magistral con que se movían; ni que decir de su cintura y yo la percibía con mil ojos y la palpaba con diez mil dedos. Su belleza obscena me inflamaba y corrompía mi realidad, así detenía la sustancia fugitiva del tiempo.
En la noche de los suspiros. Subir por las casi infinitas piernas, llegar hasta donde se enriquecen con la selva populosa inextricable, continuar hasta la caldera de sus labios; armas de fuego. Mil versos, ya está en mi sangre, resuenan entre sus besos, como esos labios inagotables, esa belleza, la que despertó y merece toda la gratitud y todas las lealtades; de todos mis ojos, de todas mis manos, de todos mis versos. Mientras dure esta noche, con sus repetidas campanadas, me siento invulnerable, inmortal. Hacia el alba pensaba: De sus ojos, de esa puñalada feliz son los siglos y el tiempo; quiero decir: Es una mujer para vastos amaneceres.
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Enrique Gonzlez Matas
UN GRAN ABRAZO.