Paseo por la calleja de colores. Parte I.
Publicado en Feb 28, 2016
Sus lentes redondos, grandes, cubrían toda su frente, y lo tapaban hábilmente. De estatura mediana, daba la sensación de salir de un cuento policial. No usaba smoking pero su traje negro daba la sensación de una suerte de sepulturero simpático. Caminaba con paso gracioso, rítmico y pausado. Usaba un bastón todo negro pero con la punta blanca. Su cara era totalmente redonda, casi como una pelota de fútbol, y su frente muy ancha. Vivía en el n°17 del barrio de la Reconquista. Se dedicaba a escribir en el ABC de Madrir y en sus ratos libres, cuentos y poemas satíricos. Una novela suya, el Buscón, había ganado el premio Nacional de Narrativa en lengua española. -Buen día don Villegas- dijo una voz tenue- Buen día don Góngora, ¡siempre ud. mencionando mi apellido materno. ¡Vale Dios que nos ha traído más glorias que las victorias y derrotas de mis primos paternos!- dijo Francisco al tiempo que estrechaba la mano de un hombre estirado, largo y enjuto, de mirada penetrante.- ¿Ya leyó el diairo de hoy, mi amigo?- Por supuesto. Es una pena que Don Miguel siga desaparecido luego de su viaje a Marruecos. En un aniversario más de la batalla de Lepanto quién mejor que él para hacer el encomio de los caídos..- Don Francisco- murmuró Luis arreglando con delicadeza su bigote y mirándolo con interés- preocupado estoy y hacéroslo saber he. Creedme cuando os digo que de Miguel nadie sabe nada. Sus hijas también están extraviadas y sus sobrinas desconocen su paradero. -No se preocupe Luis, algo se hará...algo se hará. En la administración esas aves de rapiña nada quieren decirme; no obstante, un conocido ya está en tratativas con el consulado para que envíen a un contacto. Los dos personajes continuaron caminando por esa callejuela no cubierta de piedras, sino de recuerdos y vivencias fosilizadas que tenían forma de guijarros. Las hojas estivales los cubrían como si fueran una capa de pintura recién pincelada. Llegaron pronto a las inmediaciones de la Basílica de San Francisco, y sin darse cuenta, en un abrir y cerrar de ojos, se encontraron frente al zaguán del convento de las Trinitarias. Francisco había comenzado a fumar un puro y Luis chasqueaba los dientes presuroso. Cuánto más tiempo perderían discutiendo el paradero de Cervantes, si todas las fuentes habían sido agotadas. El puro de don Luis se apagó por una repentina ráfaga de viento. -Una moneda por amor de Dios-Era la vieja anciana de la Plaza Mayor. Don Quevedo, siempre generoso, ese día le dio todo lo que tenía. Los ojos de la anciana se dilataron, y pronunció unas palabras extrañas: .....et sine ipso factus est nihil qoud factus est.... Entonces otra fuerte ráfgaga de viento hizo que los dos transeúntes se arrimaran al negocio más próximo para poder tomarse de la pared y evitar ser llevados por tan grande ventisca. Ambos tuvieron la sensación de un terremoto, de una especie de torbellino que los transportaba no sabían dónde. Pero claro, era la sensación propia del viento madrileño que recién comenzaba a sentirse. De pronto, al doblar la esquina se encontraron con un joven alto y esbelto que vestía una toga praetexta, y tenía en sus manos una tablilla de cera.
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Enrique Gonzlez Matas
HABRÁS VISTO EL SABOR CLÁSICO DEL MADRID DE LOS AUSTRIAS Y SUS PIEDRAS LLENAS DE HISTORIA.
ME GUSTA MUCHO TU RELATO Y TE FELICITO CON MI ABRAZO AMIGO.
Mercedes
Marìa Vallejo D.-
Saludos
Mercedes