Morada de Otoños
Publicado en Mar 31, 2016
[Cuento. Texto completo.]
Entre un paraje verde-esmeralda vivía Laura, joven de mirada risueña y voz melodiosa. Con frecuencia lucía vestido floreado, alpargatas doradas y una cinta azul en su rubia cabellera. Su casa se hallaba sobre el impetuoso cerro Nill; construida con tapiales y cantos rodados; desde allí, la vecindad se veía como un tapete de algodón, pues la neblina arañaba los tejados. Por cuestión de rutina, la muchacha descendía todas las mañanas rumbo al trabajo con el fruto de su amor en los brazos, una niña de tan sólo 11 meses y a quien abrigaba con una túnica de color rojo. La apreciada mamá cumplía labores en una residencia de alta gama ubicada junto a la carretera que conducía a la población de Chaguaimas. Su mayor anhelo era ver a Juanita ejercer una profesión, ¡vaya dilema que la inquietaba! En horas laborales, sentía sollozar su corazón, mientras las manos le temblaban lavando diversidad de prendas, e iba a hablar y un nudo en la garganta le carcomía sus esperanzas, ¡evidencias de que su alma formaba un caudal de lágrimas! Se preguntaba en silencio, ¿qué pasará si mi bebé no estudia? ¡Dios mío!, no pude asistir a la escuela, quise pero fueron remotas las posibilidades, en consecuencia soy una humilde empleada del lavadero; ¡cuánto añoro haber cursado al menos la primaria! En las mañanas naranja solía meditar: -yo... Muy joven tuve a Juanita, ahora sufro, no quiero que ella viva una situación semejante, ¡es mejor que estudie!, de lo contrario, no sé qué sucederá... ¡Se puede volver como mi ahijada!, que no alcanzó a ser volantoncita y ya era con uno y otro, así que la gente sólo hablaba de la chica fácil, por lo que mis apreciados compadres: Clemencio Inarrazaval y Matilde Campestrinni, optaron por correrla de la casa, incluso comentaban que tenía SIDA. ¡Quién sabe si sería cierto!, pero de cosas así, eso es lo que se gana, y es mi culpa si Juanita toma igual camino, debo darle estudio, pero sé que será con sudor y lágrimas, porque no hay más cómo. Mi esposo Horacio Barrandae, él mientras tuvo vida luchó, me había prometido que saldríamos adelante, pero por estar con los gallos, mire lo que pasa, seis puñaladas traperas de alguien que no supo perder una apuesta fueron suficientes para acabar con la vida de un hombre y con el futuro de una familia; pero creo en Dios, por ello tengo fe... Sé que todo va a mejorar. Sin duda, el amor de Laura era tan inmenso que al terminar de extender ropa iba y observaba a su pequeña que se encontraba de manera constante en una hamaca de color verde con mariposas coloradas, único recuerdo del papá. Por costumbre, la joven madre, mecía a la niña y le cantaba: duérmete preciosa que tengo que coser, lavar los pañales y hacer de comer, enseguida deslizaba sus labios sobre la tierna frente sluifff con tanta pasión que se escuchaba como si hubiese sido un beso eléctrico y guiaba una mirada de ternura hacia el tapete celeste. Al caer la tarde, ella salía hacia su casa con moretones e indicios de sangre en sus manos, y ya cuando la noche abrazaba los sabanales, la gran Laura Medales; tomaba una caja de fósforos ras ras, encendía una veladora y rezaba a la memoria de su esposo, (...) que El Creador haga justicia sobre el asesino, porque no soy capaz de hacer vendetta. Eran las últimas palabras que se retumbaban entre la cocina. En realidad, la sufrida joven tenía un corazón bondadoso, se angustiaba muchísimo cuando Juanita por las mañanas habría sus luceritos y en la cocina sólo había atol de trigo y unas tostadas en el brasero. Difícil situación de Laura, ¡sus pupilas humedecían el pañuelo!, ¡Ah grato amor de madre que no iba a durar mucho!, porque seis meses después de la muerte de Horacio, ella fallece, víctima de pena moral se desmaya y cae de forma aparatosa, su cabeza da justo contra una de las columnas del lavadero, por lo que perece de forma inmediata, y fueron los compadres quienes adoptaron a Juanita, cuyo cabello resplandecía como oro; mientras que los ojos le habían robado el azul al mar; un angelito que ahora lloraba de forma incansable tras la ausencia de su mamá, quien fue sepultada con recursos que donó la población. El cura que presidió la ceremonia era un viejo de baja estatura y cuerpo fornido, con barba blanca y semblante áspero, este , pese a ello, derramó lágrimas cuando se refirió a la vida de Laura. Seis días después de aquel conmovedor momento... Llegaría el 30 de mayo cuya noche fue lánguida; ni una estrella coqueteaba y la luna hacía días que estaba en periodo de descanso... ¡Juanita, aún seguía con llanto!, muy lejos se oían relinchos de caballos y aullido de caninos… Mi reloj marcaba las 12:00 a.m y los compadres aún no se acostaban, a las afueras de la casa entre un ranchón sin paredes, ellos preparaban un café de trigo. Fue en ese momento que la brisa resopló, las llamas se agazaparon, mientras que varias gallinas cayeron de sus nidales, clok clok también se escuchaba, en simultáneo, unos aterradores pasos se dejaron escuchar, y la perrita Nieblas que estaba dormida, chilló horriblemente, ¡salió espantada!… Los alaridos atemorizaron aún más aquella oscurana. Los compadres exclamaron -¡Virgen del Pilar, qué será lo que está pasando! de inmediato se vio una horrorosa sombra con figura de mujer que se acercaba entre el pinar, ¡era Laura!,¡Laura! ¡Sí! ¡Apareció la difunta!, lucía la misma ropa que se había llevado para el otro mundo, se dirigió hacia la sala de la casa ¡dejando helajes fríos!, los compadres sintieron sus cabellos tiesos y la lengua se les hizo bola... Vieron cómo aquel espíritu deslizó el seguro, abrió la puerta, rin rin de las bisagras… a su paso volvió a cerrarla, miró la niña y sonrió, se acercó hasta ella y procedió a sacarla de la hamaca mimándola con la canción de cuna que en vida ella siempre frecuentaba; la pequeña dejó de llorar y se abalanzó hacia los pezones de aquél espectro. Ah bebé, muy deseosa de chupar algo de leche, ¡sí alguito!, ¡Cómo no saciar su apetito! El alienígeno ser le correspondió con un apasionado beso; enseguida le guiñó los ojos y con voz ronca le dijo: -hijita, yo me marché hace unos días, pero he vuelto por ti, no permitiré que aguantes hambrecita. Soy tu mamá, una madre inmortal, quien ama, lo hace para siempre, la muerte no es el límite. ¡Te irás conmigo! y la niña le regaló una angelical sonrisa como si le hubiese entendido. Enseguida aquel espectro introdujo a Juanita en la hamaca y clavó su pupila en los compadres; estos sentían que las piernas les pesaban toneladas, hasta allí llegó dicho ser, su habla fue más ruidosa y fuerte; pidió tinto, del mismo modo les suplicó que le prestaran más atención a Juanita, pero en ese momento la pareja se desmaya de forma simultánea, al otro día cuando eran cerca de las 11:00 a.m, Matilde se despierta, pero no ve la bebé, ni siquiera la hamaca, de inmediato llama a su esposo, ¡Clemencio… Párate, párate, vamos a buscar a Juanita carajo! este, parece estar en coma inducido; sin embargo, tras recibir varias palmadas reacciona y verifican que en realidad la niña no está. Así que no dudan en llamar a sus vecinos; todos buscaron la bebé por más de 20 días durante los cuales el cura realizó más de diez misas en sitios diferentes, pero muy contiguos al lugar de los hechos. FIN ©Javier Alfonso Camargo Cruz. Derechos Reservados Imagen: De la Red.
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Marìa Vallejo D.-
Saludos
Javier Alfonso Camargo Cruz