Juntos pero no revueltos (Diario)
Publicado en Mar 31, 2016
Cuando llegó el final de todo aquello de Murillo y Piris del juego del fútbol chapas, Emilín y yo comenzamos con nuestras peripecias en el ajetreado mundo de los sentimientos hacia las chavalas guapas y de muy buen ver (algo a lo que Benito no podía ni tan siquiera imaginar y no por ello éramos nosotros los culpables sino su propia ignorancia y rechazo a cultivarse un poco cogiendo los libros); pero cada uno de los dos, aunque todavía estábamos juntos, decidimos que una cosa era estar juntos y otro muy distinta era estar revueltos; así que aceptamos repartirnos el pastel como hermanos. Él decidió que no estaba preparado lo suficiente como para hacer estragos entras las chavalas guapas y de muy buen ver de la Academia Cima y prefirió conformarse con las que callesen en Cointra Camping-Gas; lo cual me vino de perlas porque mientras en la empresa de cocinas a gas había unas cuántas bastante mediocres nada más, el abanico de Cima era casi infinito y, además, sobresalía la calidad (no solo la cantidad sino, además, sobre todo la calidad). Así que -una vez que Emilín me había contado, durante las largas noches del insomnio pensando en las chicas, sus tristes aventuras con las féminas- yo fortalecí mi personalidad conviviendo con las mejoresque yo había seleccionado con mucho más cuidado que él. Benito, como siempre, se encontraba en el limbo de los desesperados.
Se había terminado ya toda aquella tontería de las "cogolludas" a las que Emilín" se refería relacionadas con los pueblos de la sierra y yo las sustituía ahora por las "cojonudas" en el buen sentido de la palabra y, sobre todo, en el buen sentido de la vista de las que abundaban en los madriles. Si él quería hacer el paleto "a lo Benito" yo no tenía ni el más mínimo pensamiento de ser un "benitín" a lo cateto. Así que en lugar de hacer las labores de los catetos con las figuras más decorativas de las chavalas castizas yo me decidí por utilizar el método de la hipotenusa: directo y hacia el corazón en lugar de dar vueltas como un atontado con boina, que era lo que le pasaba a Benito cuando llegaba a Madrid a hacernos una visita y ver qué podía caer por el Paseo de los Melancólicos, por donde se le veía más de un anochecer caminando dando tumbos de acera en acera para poder olvidar sus fracasos. Era 1966 después de Jesucristo y mientras al Emilín le cantaban "No tengo edad no tengo edad para amarte" a mí me cantaban "Me gusta el nombre de Pepe porque se pega en los labios". A Benito simplemente no le cantaban nada en la ciudad de Madrid; la capital de España donde "Gimi" hizo crecer su mito y "Diesel" hizo nacer su leyenda.
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José Orero De Julián
Elvia Gonzalez