Desaparecer.
Publicado en Apr 24, 2016
Transeúnte de caminos de fantasía y belleza, sin un futuro al que esperar, alma desdeñada y cuerpo agrietado, siempre hay una salvación...
Y él aterrizó sobre sus pies en un paraje de dudosa existencia (pues todo en él era de una belleza inigualable) en el que caminó horas y horas vislumbrando todo a su alrededor y con una cara de perplejidad total de la que únicamente se podía deducir que ya no estaba en el mismo mundo. Vistos los mismos paisajes una y otra vez, el agobio le empezó a consumir y el aroma del lugar se convirtió en algo más parecido a un cementerio con flores secas que a la de un paraíso terrenal. El hombre se sujetó la cabeza, aplicando la mayor presión posible en sus sienes, para así salir de ese lugar al que había llegado buscando redención. Pero nada cambiaba, cayó sobre sus dos rodillas y gritó un sonoro y doloroso alarido, que diría que retumbó en todo aquel paraje, pero dada su inmensidad, de nada podía estar seguro. El hombre soltó su cabeza, alzó los brazos y derramó unas cuantas lágrimas, después dijo .- "Podrías entregarme la verdad que necesito, pues mi vida ya está consumida al máximo y mi único deseo es la muerte". Después de pronunciar esas palabras su cuerpo se frenó contra el suelo.El cielo se tornó de un color cálido, digno de la más bella puesta de sol que un ser humano pudiese ver, los árboles se tiñeron de dolor y las hojas de los mismos se lanzaron a arropar al hombre que permanecía en el suelo. El hombre pronunció .- "Todo lo que tengo hoy, ya no es mío, he perdido mi identidad, y la ansiedad y la angustia forman parte de mi día a día, y aquí, en mis pensamientos, he decidido ahogarme". El paisaje cambió radicalmente, los árboles, las flores, toda la vegetación desapareció, la noche cayó y aparecieron multitud de estrellas, que brillaban en las aguas en las que ahora se encontraba flotando el hombre. Flotaba tumbado boca arriba, con los ojos cerrados y una sonrisa que delataba la felicidad que sentía al ver que su sueño muy pronto se cumpliría. Las estrellas dibujaron relatos que le acompañaron a lo largo de sus años y frente a él, apareció una mujer. La mujer le miró sonriendo, acarició su cara y simplemente le sopló a la cara. Le sopló con una delicadeza y ternura inmensa, de tal forma que parecía que tal soplido podría congelar el cuerpo del hombre. El hombre abrió los ojos, luego fue a pronunciar unas palabras, pero el dedo de aquella mujer le frenó los labios. La mujer bajó su cuerpo, que estaba flotando en el aire, hasta caer encima del cuerpo del hombre, le besó intensa y prolongadamente y los dos se desvanecieron en el aire, dejando tras de sí un aroma de calma y sosiego, el aroma que florece en cada sueño realizado al fenecer sus días...
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