Sicoanlisis de la fila de espera y sin Freaud.
Publicado en Apr 27, 2016
Todo integrante de una fila de espera, está a la espera de algo. Existen variadas clases de filas de espera. Por ejemplo, fila de espera para pagar en el supermercado, comprar medicamentos, entrar a un cine.
En una fila de espera, nunca se está sólo, se unen gente que pertenecen a diferentes credos, razas y edades. En una familia, el candidato natural que cumple con el perfil para soportar estoicamente una fila de espera es el abuelo, en situación de jubilado y/o pensionado. Nuestro adorable protagonista, de cabellos blancos, lentes y pañuelo para la transpiración, es el gestor familiar que enfrenta cualquier espera. Es un estoico, se sacrifica porque el resto de la familia trabaja. Todos esperaban, ansiosamente, a que se convirtiera en abuelo, para que se jubilará y se abocase en forma exclusiva a la tarea de participar en filas de espera. Cuando vuelve de los trámites, para la familia, siempre su actuación será brillante, nunca recibirá un reproche. Porque si fracasó la espera, faltó un papel, una firma, un pago o no llegó a tiempo, como un soldado sabe que deberá volver al otro día, para continuar dando batalla. Toda fila de espera, se encuentra sustentada por una ley no escrita, al que le rinden tributo, todos aquellos que integran la espera. Además de ser obligatoria es una ley conocida por todos. Cuando en una comunidad de la espera, donde esperar es un culto, puede pasar que se oiga, a una añejada dama, gritar, ¿usted pretende colarse? Sepa que yo estaba mucho antes que usted. Todas las miradas giran en torno al conflicto. Cada mirada que voltea ya es juez y parte. Muchos se inclinarán por la anciana desvalida, la del paragüitas azul, de pelo ensortijado. Otros tomaran partido por el joven, de mirada atenta, ojeroso, que seguro viene hacer un trámite para un familiar enfermo y trabaja todo el día y carece de tiempo para hacer filas de espera. El colmo, se da, en esa coctelera móvil, con ruedas, al que llamamos bondi, cariñosamente y que los ministros llaman transporte público. En un conflicto, hay tres bandos, el que está a favor del chófer de ómnibus, el que está en contra y el tercer frente, son los que deben llegar a su trabajo. Esa trifulca agrega más demoras a las naturales ya preexistentes: tráfico, cortes de calles, máquinas expendedoras trabadas. Todos los que van a trabajar, todos cobran presentismo, ninguno salió tarde de casa y si llegan tarde al trabajo, toda la culpa la tiene ese conflicto adentro del bondi. Sobre el código de convivencia, en materias de fila, en uno de sus artículos dice que puede haber atrás tuyo, en esa fila de espera, una docena de mujeres a punto de parir, que tengas a tu padre descalabrado, más atrás, tu tía con apendicitis, pero está terminantemente prohibido ceder tu lugar, es faltar a los principios éticos de todo formador de filas de espera. El orden de una fila de espera es inalterable. La ley dice el que primero en llegar, es el primero, en ser atendido. Otro fenómeno, interesante, son los administradores de la fila de espera. Aquellos encargados de menguar esa espera, existen personajes, de diversa índole. El más común, es el chófer de ómnibus, con su típico atrás, hay más lugar, córranse en el pasillo hay más espacio. A la empleada pública del humorista Antonio Gasalla, pretende tomar su mate cocido tranquila y cada tanto grita atrás, porque su vista se ve molesta ante tanta muchedumbre, que la acosa. Otra historia que merece ser contada, es la de un famoso bar, donde la fila de espera es para retirar el almuerzo, encargado telefónicamente. Ahí cada sándwich es envuelto y cobrado, con una rapidez tal, como si dependiera de ello, el valor del Down Jones en la Bolsa de Nueva York. Los empleados son todos gladiadores del expendio “fast food”. Gritan a la cocina desde un micrófono, “un sándwich tostado, con mayonesa, sin lechuga, con fritas y doble porción de pollo”. Presencié una vez, cuando un cliente, le dijo que inteligente que son, por vender tan rápido. El gladiador lo miro y rápidamente, recordemos que si piensa, debe hacerlo al mismo ritmo que su tarea, contestó: cree que si YO fuera inteligente YO todavía ¿estaría acá?. Pagué mi almuerzo rápidamente, admirando cuan inteligente era la respuesta. Es una lástima que no siempre la inteligencia da frutos económicos. Durante la lectura de esta historia, los hemos privado de la oportunidad de tener que hacer otra fila de espera. La diferencia radicará, en el futuro, no podrá evitar psicoanalizar su fila y a usted mismo en ella
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