Cuántas veces te quise.
Te quise sin sentirte, sin verte y hasta sin recordarte.
Sin reconocerte, sin mirarte… en un lugar ajeno, en el asiento de un bar cualquiera, una noche de otoño.
Era solo el viento, las luces y ese aroma a novedad que me gusta tanto.
Éramos solo seres que andaban por la ciudad, como tantos, perdidos en el asfalto, temerosos de perder la cordura.
Te quise sin saberlo… tal vez te vi, o te imagine en un sueño, porque antes de levantar mi mirada ya sabía cómo eras.
Sin querer chocamos, sin querer nos miramos, sin querer te toque… y se detuvo mi vida.
Te llevaste las sombras que venían conmigo y con una simpleza admirable me diste las piezas que reconstruyeron mi alma. 
Te quiero y no sé cómo, no sé dónde, no sé por qué.
Te quiero. Simplemente porque solo sé querer así.