El acaparador
Publicado en Sep 19, 2009
Algunos me llaman el logrero.
Acaparo de todo en mi trastienda. Hago negocios agresivamente. El simple dinero llena de placer a mis manos ninfómanas. Tramito contrabandos a ultranza y ni la guardia portuaria me contiene. Elijo la lana y los cosméticos que vendo a mujeres sin arrullo. Las mujeres son criaturas turquesa condenadas a gastar en su añoranza. Su sangre coqueta me prospera. Su cordura es inquietante y compran de todo. Ella le dan tranquilidad a mis haberes. Son cerebrales, dignas y animadas bendición bienvenida para mis cofres espontáneos. Las ausencias se sobrellevan mejor con las perlas. Enarbolo mi barca de ricas abundancias y pendulares aceites emotivos y ligeros. Ellas vienen con sus dolores de adenoides y después de haber tragado un vomitivo. Algunas son alérgicas al cobre de su te. Compran velas y alegres suavizantes y piden su propina en emolientes. Se ponen prendas rosa si cobran regalías. Y a su paso me van dando ahorros y viáticos. También vendo malas grasas a los legos y finjo ante las familias elitescas. Mi renacer es incesante y eterno ante el caudal de monedas granizadas. Me enfrío si la mercancia se desintegra por manos de Dios o manos de Mandinga. O si me endilgan un juego de vajilla desportillado que no pueda vender en mi agazapo.
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