Los Anteojos
Publicado en Sep 20, 2009
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Como un simple vidrio, enmarcado y puesto sobre mis ojos, podría hacerme sentir que el mundo realmente era diferente a lo que yo creía. A veces los llevaba rojos, otras veces en color negro, de forma rectangular, o simplemente redondos. En el verano, en cambio, se vestían de color oscuro. Pero, siempre con vidrios antireflex, orgánicos y de poli carbonato, para que el aumento no se note tanto. Aunque me gustase o no, ellos me debían acompañar siempre, estar en todo momento conmigo y como un buen compañero muchas veces los quería más que a nada en el mundo y otras tantas los quería echar por la ventana. En el verano, los días que pasaba en la playa, eran bastante problemáticos, porque no podía meterme al mar con ellos, ni tampoco sin ellos!, por tal motivo a pesar del amor que tenía por el agua, debía resignarme a quedarme sobre la arena tomando sol. Otra situación un tanto molesta sentía también en los días de lluvia. Recuerdo un día, en que tenía ganas de gritar a los cuatro vientos que por favor a alguien se le ocurriera incorporarle un limpiaparabrisas sobre los vidrios para quitar el agua que caía sobre ellos. Justamente, entonces fue un día de lluvia en que pasó lo que pasó y yo había tenido que quitármelos porque la gran cantidad de agua caída sobre ellos me había impedido la visión casi totalmente.
Angélica era una mujer muy peculiar, de estatura media, castaña, con las primeras canas apareciendo en su cabellera y piel morena, típica de su lugar de origen. Mantenía el acento venezolano, y era esto, en parte, lo que la hacia diferente al resto de los vecinos. Vivía con Rafael, un andaluz muy atrevido, mujeriego y un tanto mandón. El departamento de ellos, estaba justo pegado al mio y muchas noches los escuchaba reir o hablar muy fuerte. Cada vez que los encontraba en el pasillo iban abrazados, llevaban 14 años juntos, pero parecían esas parejitas de tortolitos que recién están comenzando su amor.
Un día Angélica volvía de comprar pan. Angélica tenía enamorado a todo el vecindario, especialmente al panadero Alberto, que estaba embelezado con su simpatía y gracia. Además, como toda venezolana, tenía un cuerpo muy llamativo y no pasaba desapercibida tan fácilmente. Ese día Angélica se retrasó más de lo común (o mejor dicho más de lo necesario) teniendo en cuenta el tiempo que podría llevarle ir a comprar un cuarto de pan. Rafael, que era un hombre de pocas pulgas, la espero sentado en la cocina, pidiendo una explicación por su demora, pero sin ni siquiera dar lugar a dar dicha explicación. Rafael comenzó a gritarle a Angélica y la tomó fuertemente de los pelos y la llevó presionándola brutamente del brazo a la panadería para que junto con Alberto, el panadero, le explicaran de su demora. Fue en ese instante, que yo estaba entrando al edificio. Llegaba con la ropa mojada, y los lentes en la mano, porque ya no podía ver prácticamente nada, luego de haber caminado cinco cuadras bajo la lluvia. Entonces, fue justo en ese momento, cuando a través de mi borrosa visión pude ver a Angélica y Rafael, el acariciándole su pelo y al mismo tiempo tomándola del brazo con ese pasional amor que los caracterizaba. Me di media vuelta para seguir observando esa pareja que a mi tanto me ilusionaba y me hacía creer en el amor, y los miraba como bajo la lluvia y como dos tortolitos enamorados cruzaban juntos a la panadería.
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Foto del autor Analia
Textos Publicados: 2
Miembro desde: Sep 20, 2009
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Descripción

Y bueno...mejor que no me puedo operar de la vista...sino perdera algunas ilusiones como esta!!!

Palabras Clave: amor sueo e ilusion

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Humor



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Guille Portones

Muy bueno. Me gustó.
Responder
November 15, 2009
 

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