La muerte y sus mínimos estertores
asumen los parajes del ahogado.
Los seres congruentes se suicidan
cansados de pleitear con sus homólogos.
Las amas de casa se auto satisfacen
y vuelcan sus cabezas hegemónicas.
Hay tratos injustos y cobardes tretas
y a los pelmazos los asalta la lumbalgia.
Pasivos y agresivos coinciden
y terminan entre puños y cuchillos.
Yo busco la candidez del sigilo
por las cuestas erectas y metódicas.
Mi alma va a sotavento
entre perros realengos y pulgosos.
El clima nativo me detiene
pero huyo por los trechos de la lumbre.
Voy a pie entre alambres exquisitos
rodeado de moles y linternas.
Las rocan son imparciales y se adhieren
a mis pies y a las homónimas colinas.
Se oyen aullar cantaletas amorosas
y siento bonetes pasar entre mi empeine.
La vida se detiene, continúa y se toca
y huele a creación anonadada.
Llevo un registro sujeto a mi intelecto
para escribir lo que acontece al vuelo.
Voy entre lo imperioso y lo voraz
alejado de los años que me aguardan.
Mis pasos se borran en los resquicios
y desaparezco en pensamientos disímiles.
Soy interferencia en los elementos
asomándome a las aguas de lo indómito.
No sé si duermo o estoy despierto y alucino
pero los orbes me muestran su bonanza
y me mantengo muy adentro de mi frente.