Margarita y sus flores marchitas (un texto romntico)
Publicado en Jul 25, 2016
Qué desasosiego invadía a Margarita al pensar en todas las veces que había escuchado a la gente decir que el amor no existía. Se recordaba una mañana en el umbral de la puertecita de madera contemplando la triunfante ascendencia del sol, como trepando por las nubes, impulsándose de los variados colores que el cielo se permitía. Y se los permitía para alabar el regreso de la estrella reina en sus interiores, para recordarle que aunque la luna era bien recibida, sería siempre acogida en una oscuridad inmensa mientras ella gozaría de una gama de colores extraordinarios. ¿Qué es esa sensación que me producen los amaneceres si no son amor? Se decía. También pasaba por su mente el recuerdo de los fríos nocturnos, cuando las estrellas llamaban a su ventana y parecían invitarla a jugar. El invierno era la época más nostálgica del año, y aun así, incluso cuando era una nostalgia cíclica, en la llegada de la primavera las flores volvían a florecer, volvían a olvidar y volvían a confiar. Y ella aseguraba que aquellos colores eran amor materializado, uno que perdonaba todo. Y pudo discernir algo: todos aquellos que aseguran la inexistencia del amor son gente que lo busca en la integridad de otra. Y no debe ser así. Margarita sabe que los cuentos son utopía, y en la sustantividad los príncipes no existen. Ella sabe que lo más cercano que se puede estar al amor de alguien más es en la amargura de un llanto; pues el enamoramiento es real, y una vez que termina sólo se conservaba la añoranza de él. Y entonces se lamentó la naturaleza del desamor y la calumnia del amor a otras personas. Al terminar sus largos pensamientos Margarita salió a su jardín de flores que contempló con inverosímil decepción y pudo ver que se comenzaban a marchitar.
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gabriel falconi
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