KINTSUGI. Captulo 1
Publicado en Jul 30, 2016
KINTSUGI.
Capítulo uno. Ai Shüri. Desgraciadamente, nuestro mundo vive bajo ideas que en ningún caso deberían tener regencia. Algunas personas creen que lo que debería dominar, cuando mínimo al individuo, debe ser la lógica. Algo que suena sospechosamente factible, otros más dicen que el individuo deber ser guiado por sus pasiones aún más allá de eso ¿Qué pasaría si el mundo fuese guiados por las emociones? ¿Qué tal si el mundo fuera guiado por los sentimientos? ¿Qué pasaría si los líderes mundiales tomasen decisiones con el corazón y todo girara en torno al amor?. Un grupo particular de personas piensa “A veces, cuando una relación termina, sufres, lloras, ¡Te duele! Pero con el tiempo empiezas otra relación. Me dijeron que ésta relación empieza meramente porque crees que ésta persona nueva sanará todo el daño que te hiciera la anterior” y la pregunta es “¿Qué tendrá de cierta esa idea?”. Y es aquí cuando llega el Kintsugi (金継ぎ) que en español significa “Carpintería de oro”. Que es el arte de arreglar fracturas de cerámica con barniz de resina mezclado con polvo de oro, plata o platino. El resultado es maravilloso y el objeto adquiere inmediatamente una apariencia mucho más atractiva, además de volver a ser útil. Los japoneses plantean que las roturas o los daños cuentan una historia particular, por lo que las cicatrices del objeto deben enaltecerse y mostrarse en lugar de ocultarse, para manifestar así su historia y transformación. Este arte no trata de arreglar los defectos, vuelve a convertir la pieza rota en algo completo, la idea de que la auténtica belleza está compuesta por ambas, es decir aquello que se ha roto siempre puede ser más fuerte. Pero todo inicia en la isla de Shikoku. En el Japón del siglo XVI. El país está siendo bañado por la sangre de sus habitantes, las guerras de los señores feudales consisten en mandar jóvenes y valientes hombres guiados sólo por unos más viejos pero todos, sin importar su edad, terminan en lo mismo, tanta es la euforia del momento, que todos los pequeños pueblos japoneses tienen en común la creencia de que su enemigo, posee poderosos demonios que le ayudan. Los soldados están eufóricos, extáticos, pelean hasta caer rendidos y quienes logran sobrevivir, los que deshonran a los demás con el beneficio de seguir vivo argumentan, que vieron espíritus divagar. Que sus rivales fueron poseídos por poderosos demonios y sólo así se hicieron con la victoria. Entonces cualquier persona se preguntaría “¿Qué tanto de verdad hay en esas historias?”. Lo cierto es que nadie jamás tendrá todas las respuestas. Uno de los poderosos señores feudales tenía una hija, una adolescente rayando en la adultez. Una hermosa princesa con boca de algodón que cayó enamorada de un muchacho, a secas, sin título de nobleza, sólo un entrenamiento militar. El joven abandonó a su pelotón cuando vio que cayeron como moscas y en consecuencia de que debe ser una persona agradecida por la vida que le fue perdonada… Decidió escaparse con su amada, lejos de ese mundo bélico, lejos de las espadas, las lanzas y las flechas… ¿Cuál fue su pecado? Querer amarse en paz, como toda persona debería tener derecho. ¾ Señor Hara… Aquí Hanzo, reportándose. —Comentó un guerrero muy particular, en sus manos había un arco bastante cutre y a lo largo de todo su cuerpo tenía el tatuaje de un dragón— ¾ ¿Sabes qué fue lo que te trajo aquí? —Preguntó el Señor Hara. El hombre más importante de su región. El momento era crítico, todos sus siervos estaban corriendo en todas direcciones y de momento apareció éste hombre, más tranquilo. Alguien que probablemente jamás había sentido miedo en su vida— ¾ Escuché el odio en ésta, su casa. Después escuché que no tenía paz cuando su hija huyó de aquí… —Dijo el hombre reincorporándose, antes estaba de rodillas, ahora sólo tenía el puño en su corazón— ¾ Tengo un trabajo. Necesito al hombre más rápido en capturar un “alguien”. Entonces podrás conseguir tú pago… Pero antes ¿A quién le estoy explicando ésto? ¾ Mi hombre es Hanzo… Pero dentro de mi está el espíritu de un insaciable dragón… Cada una de mis flechas logra su objetivo por gracia del espíritu. Una vez que me propongo un objetivo, lo logro. Entonces hubo silencio, la persona en cuestión no lo dijo, pero no era más que un asesino a sueldo, un soldado que no pertenecía a ningún ejército, un ronin. Un guerrero que había perdido su honor y no estaba dispuesto a recuperarlo. Los demás ayudantes de la casa de Hara no dijeron nada, ellos fueron quienes buscaron a Hanzo y por ende, tenía el visto bueno de todos los presentes. ¾ El nombre de tú víctima. Entonces, es Makai… Makai Tenshin. —Prosiguió el feudal— ¾ Entendido… —Asintió el asesino— ¾ Él era un soldado de mis dominios… Pero sobrevivió a una masacre contra lo que él describe como “Una horda de demonios”… Inconforme con mentirme. ¡Secuestró a mi hija! Tú deber es matarlo a él. ¾ ¿Y si ella no me lo permite? ¾ ¡Oh!... Si mi hija decide apoyar a ese imbécil con sus locuras… Que sea castigada también. ¾ Como usted ordene… Mi amo. Entonces, Hanzo tomó uno de los caballos de la casa de Hara y fue en búsqueda del joven Makai. Los siervos de su eventual amo le dieron indicios de donde podría estar y basados en mera especulación, el arquero avanzó hasta conseguirlos a los dos. Frente a él y a varios metros, tenía a la feliz pareja que se amaban en secreto, su viaje costó apenas un día y un par de flechas para algunos soldados perdidos. Pero después de un sendero de cadáveres, estaban los dos, custodiados por un jardín en mitad de la nada. Recostados en la corteza de un árbol. La expresión “La flor entre el pantano” es bastante similar al paisaje que Hanzo tenía frente a sus ojos. Al ser tierra de nadie, ese árbol probablemente era parte de las rutas de algunos pelotones… Y a pesar de la peste a muerte… Él pudo crecer. Mientras tanto, Hanzo, el asesino, los vió con su déspota mirada y supo lo que tenía que hacer, en cuando bajó sus pies hasta la tierra. Los enamorados pudieron escucharlo, ambos se acurrucaron sin tener mayor respuesta y cuando el ronin creyó que estaba a nada de perder a sus víctimas, preparó su cutre arco y tensó la cuerda, listo para dejar que su flecha fluyera guiada por el espíritu del dragón. Los enamorados, viendo que su vida corría grave peligro porque un asesinó les estaba apuntando, reconocieron que no tenían otro lugar a donde ir “La tierra es demasiado sangrienta para nosotros”. Ambos se fundieron en un profundo beso como última voluntad y entonces… Los dos corazones fueron atravesados con una sanguinolenta perfección, ambos se unieron por la flecha así como sus cuerpos quedaron pegados a la corteza de ese árbol. Pero no todos los espíritus son crueles. Si bien el metal de la punta de la flecha les quitó su vida, el resto del objeto los unió, ahora le toca al espíritu hacer su parte… Él no podría devolverles la vida que juntos tenían, pero si podría preservar ese sentimiento tan poderoso que los unía con un vínculo más poderoso de miles de flechas amarradas. El amor que ambos sentían se impregnó en el árbol, era tan poderoso, que logró infectar cada centímetro de la corteza, lo alto de las ramas, lo delicado de las hojas, lo extravagante de los frutos y lo profundo de las raíces. Es ahí donde la historia de los hombres termina. Hanzo recibió su pago y se realizó una costosa ceremonia para despedir al cuerpo sin vida de la princesa, mientras que a Makai lo incineraron junto a los demás desertores que traicionaron a sus compañeros, con el tiempo, hubo quienes creyeron que Makai era un villano. Pero hubo otros quienes creyeron que sólo era un joven enamorado, que hizo no lo que debía hacer, no lo que su mente le rogó que hiciera. Sino, que hizo lo que el amor mismo le dijo que hiciera. Los años fluyeron hasta convertirse en décadas, el señor feudal murió, el asesino murió, la guerra terminó, pronto las décadas se acumularon hasta evolucionar a siglos y a lo largo de todo ese tiempo. Las raíces del árbol no hicieron más que crecer, crecieron mucho más rápido de lo que una planta promedio haría, sus frutos fueron abundantes y en ningún momento el árbol estuvo sólo, siempre había alguien haciéndole compañía porque con el pasar de los años no sólo fue un árbol… Sino que más árboles crecieron a partir de ese. Y para romper el silencio en la vida de un árbol. Una mujer universitario caminó vehemente desde su escuela, en mitad del siglo veintiuno, hasta que un árbol incomparablamente frondoso apareció frente a ella… Ella pisada con fuerza y velocidad pero se detuvo sólo para mirar el árbol… La luz de la calle estaba en rojo así que ella pudo cruzar para acercársele, lo vió, sacó una cámara profesional de su bolsa para capturar la belleza del árbol en una foto y cuando siguió de largo en su camino. Quizá ignorando esa furia que tenía hace unos segundos… Escuchó una voz. — Ariadne…. Ariadne… —Susurró una extraña voz varonil de índole fantasmal— — ¿Qué dem…? —Ella parpadeó varias veces después de escuchar esa voz, no era aterrador. Sin embargo, después de voltear en varias direcciones quedando como una loca, no encontró nada… Creó por un momento que le estaban haciendo una broma. — Ariadne, no tengas miedo… — ¿Dónde estás? —Preguntó llevando su mirada al árbol, algo en los latidos de su propio corazón le decía que era el árbol… Por más loco que eso pudiera sonar— — Aquí… El árbol. — ¿En el árbol? —Preguntó la joven desinhibida, decidida a encontrar respuestas, quizá habría una cámara, un micrófono o algo— — No… Te habla el árbol. —Respondió el árbol sin tener una boca. De hecho, Ariadne se acercó a un hueco que tenía en su corteza y de ella salió una veloz ardilla que trepó hasta arriba— — Ah… Lo que necesitaba. Más cosas de mierda en mi día. —Refunfuñó la señorita después de haber rodeado el árbol por completo y haber revisado sus ramas, simplemente no encontró nada pero lo pesado de su día la hizo indiferente, sólo se sentó en las raíces (O al menos en la porción visible de ellas) y llevó una mano a su frente. Sentía tener todo el peso del mundo sobre ella, pero no tenía ni la más mínima idea de cómo empezar— — Es temprano… A estas horas hay mayor radiación, diría que es muy temprano para asegurar que éste es un día de “mierda”. —Respondió la voz ante las palabras de la mujer— — Sí… La gente me mira raro. ¿Cómo es que no puedo verte? —Preguntó viendo a un par de abuelas, que confundidas vieron a la joven, literalmente hablando sola— — Claro que puedes verme… Soy un árbol. Te sentaste sobre mí. —Respondió el árbol totalmente tranquilo, como si fuera un humano normal…— — Ajá sí. ¿Ahora esto se va a convertir en una extraña escena hentai? — … ¿Por qué hentai? —Preguntó el árbol con una confusión tan grande como el universo mismo— — ¡¿Sabes qué es el hentai?! —Preguntó la universitaria con una expresión pícara y una sonrisa. A ella le dio mucha risa que un árbol supiera que significaba eso— — Por supuesto que lo sé. Soy japonés. — … ¡¿Y qué haces aquí?! — Eso es lo maravilloso de esto. Mis raíces crecieron lo suficiente para ir de continente en continente. Esas raíces pronto llegaron hasta la superficie. Y así como aquí, brotaron árboles nuevos. Literalmente el amor está moviendo al mundo, sólo que ustedes no lo ven. — Bien… Parece que las demás personas no pueden escucharte ¿Cómo puedes hablarme? —Preguntó sintiendo que pronto era el objetivo de más miradas. Principalmente después de haber gritado “Hentai” en un parque— — Porque no le hablo a tus oídos, mucho menos a tú mente… Yo le estoy hablando a tú corazón. Y con él debes responderme… ¿Qué tienes en tú mochila? Entonces Ariadne quizá, comprendió lo incomprensible de las cosas. Así que sólo se relajó en lo que convirtió en un cómodo asiento y con el silencio sintió que las personas se iban. ¾ O-okey. Creo que empiezo a creerte. —Respondió la mujer, hablando sin pronunciar una sola palabra. Entablando una comunicación que probablemente nadie entendería, pero ahora tenía un canal directo para dialogar con ese árbol…— ¾ ¿Qué tienes en tú mochila? ¾ ¿Qué? ¿Ahora me vas a asaltar? ¾ No, pero es bueno que uses tus manos, te distraigas mientras hablamos, así las personas no se te quedarán viendo como hace rato. ¾ Uff… —Suspiró revisando su mochila— Soy estudiante de arte, tengo algunos bocetos sin terminar. ¿Habías hecho esto con alguien? ¾ Tengo más años de los que aparento Ariadne. ¾ ¿Ah sí? Creo que es un poco tarde pero… ¿Cómo es que sabes mi nombre? ¾ Si puedo comunicarme directamente en tú corazón… Es porque “mi alma”… Es el amor, no tengo muy claros los detalles, pero un espíritu me dijo hace seiscientos años que unos enamorados murieron sobre mi corteza. Su amor me dio vida. En cada una de mis extensiones está el amor que ellos tenían. ¾ ¡Ah…! ¡Por Dios! —Reclamó la universitaria— Ni siquiera me hables del amor… Entonces, siguiendo los consejos del árbol. La muchacha sacó uno de sus aguiluchos y le dio continuidad a un boceto que hizo anteriormente, sin embargo, los nuevos trazos que estaba haciendo tenían una emoción bien clara. Cada vez que deslizaba el lápiz sobre el papel estaba destilando toneladas de estrés, viendo el dibujo como un medio de desahogarse en vez de ser un arte. ¾ Sé que hay una herida en tú corazón pero… ¿Me permites saber de qué se trata? ¾ … —La mujer dejó de borrar los bocetos que tenía para meditar esa pregunta “¿En serio le contaría sus problemas a un árbol?” pero en vista de que serviría para desahogarse, lo hizo— Hay un tipo… —Narró para seguir borrando con mayor calma, ésta vez, con su boca cerrada, hablando sólo con su corazón— Muy guapo… Que llamó mi atención, platicamos, fuimos buenos amigos, bebimos algunas veces pero. Yo me enamoré de él. Gastamos horas y horas en mensajes, llamadas, yo sonriendo como una tonta a mi teléfono, pero resulta que lo que él había conmigo… Lo hacía con casi todas las chicas de su círculo social. ¾ ¿Cortejaba con todas al mismo tiempo? ¾ Sí. ¾ Debe ser muy tonto, sólo un tonto corteja a todas las chicas de un mismo círculo social, se pasan chismes, hablan de chicos y ¡Bum! La verdad sale a la luz. ¾ … —Ella sonrió ante lo que sabía era una broma. Después siguió en su narración— Y pues. Una llega a sentirse única ¿Sabes? Quizá por toda ésta cultura de las princesas y los caballeros. ¾ Sí… Conozco de cerca a las princesas. —Espetó el árbol con nuevas dosis de humor— ¾ Y pues, que salgan con un “Así trata a todas” después de que creíste todo lo que él dijo, duele… Pasas de ser “Eres la única a la que le hablo así” a “Así le habla a todas”. Como si pasaras de una minoría donde sólo estás tú a ¡Paf! El montón donde no destacas ni de broma. ¾ Bueno, supongo que todos somos parte de una minoría pero a la vez de un grupo donde no destacamos. ¾ ¿Ah sí? ¾ Sí, por ejemplo, yo estoy en la minoría de árboles con más de cuatrocientos años, pero estoy en el montón de “Árboles que dan frutos” donde no destaco en absoluto. ¾ … —Y la chica sonrió de oreja a oreja— Pero… ¿Por qué hay hombres así? Quiero decir… ¿Por qué ilusionar a tantas chicas al mismo tiempo? ¿Qué gana con eso? ¾ Creo no ser el primero en decirte esto corazón. En primer lugar: Tú eres única, tan perfecta con tus defectos que te aseguro no hay otra chica como tú. Eres de esa minoría exclusiva de ti… En segundo lugar. Ese chico es tan parecido a los del montón donde simplemente no destaca. Él busca algo… No busca tus sentimientos, no busca tú amor, no escribe historias a largo plazo con particularmente ninguna de esas chicas… Él sólo busca su carne. Y seguro creyó que apostando por una cifra mayor de chicas, tendría más probabilidades de obtenerlo. ¾ Sí… Supongo que todos los hombres son así pero… ¡¿Por qué?! ¾ Oh no… No te mientas a ti misma, hay hombres maravillosos allá afuera, hombres que como tú. Sólo quieren compartir sus sentimientos y que sean correspondidos. Pero ese tipo de personas no suelen encontrarse en pláticas en un bar. Y como parte de un silencio anunciado. Una ventisca que era percibida por la piel apenas como una caricia, sopló donde ellos dialogaban con el corazón y con el aire, cayeron un par de hojas sobre los dibujos de Ariadne. Ésta se quedó atrapada una vez más con la belleza del árbol y elevó su vista. Por encima de ella existía una capa tan densa de ramas y hojas, frutos y flores que apenas pocos rayos de luz se atrevían a penetrar dicha cobertura. ¾ ¿Dónde encuentro esa clase de hombres? —Preguntó con su mirada hacia arriba— ¾ Te sorprendería pero, a veces esa clase de hombres no nacen… Se hacen, después de tanto compartir con alguien, después de que hubo comprensión, después de que se ayudaron mutuamente. Después de que finalmente se conocieron. Sus corazones están listos para corresponderse. ¾ … —Ariadne repetía esas palabras en su cabeza— ¾ Por eso fue que pude entrar tan rápidamente a tú corazón para establecer éste vínculo, sé por qué pasas. Sé que es lo que sientes y me ofrezco a ayudarte. ¾ ¿Habías sentido esto antes? ¾ Yo no, pero así como tú, vi a otras personas sufriendo, les ayudé. Sus problemas fueron tan similares al tuyo que no tienes idea la cantidad de veces que tú historia se repite a lo largo de la historia. ¾ ¿Estás ayudando a otras personas en éste momento? ¾ Por supuesto, mi conexión con sus corazones es tan grande… Como todas las hojas que cuelgan de mis ramas, pero hay quienes ya no me visitan, hubo quienes me lastimaron, pero no importa… Yo sólo estoy para ayudar. ¾ ¿Por qué? ¾ Porque eso es lo que hace el amor, es noble, es inocente. Él ofrece sin pedir nada a cambio y quien haga o actúe de manera contraria, no está amando. Y en otra racha de silencio, el viento volvió a mover sus ramas y las bellotas que había recolectado esa ardilla cayeron. ¾ ¿Hay vida en ti? Quiero decir, ardillas, ratas, insectos, no sé qué pueda haber sobre un árbol. ¾ Por supuesto que hay vida en mí. En donde sea que haya amor, ahí habrá vida. Entonces, casi a manera de reflejos. Ariadne elevó su mirada y observó a una pareja, teniendo la mujer varios meses de embarazo, pero eso no lo pensó ella, eso lo señaló el árboil… Entonces regresó su mirada a sus bocetos, había trazado con tal fuerza que simplemente arruinó la hoja sobre la cual se estaba recargando. Ella estrujó la hoja desde una esquina… ¾ ¡Ey! —Advirtió el árbol— ¿De dónde crees que sale ese papel? ¾ Perdón… —Antes de maltratar mucho la hoja se detuvo. Sintió compasión por el árbol— Pero es que mi boceto quedó arruinado… ¾ ¿Conoces el Kintsugi? ¾ No… ¾ El Kintsugi es un arte japonés que consiste en reparar cerámica, porcelana, pero trabajar sin las menores intenciones de esconder las cicatrices. Los objetos reparados se ven feos, sí, pero quedan más fuertes que antes. ¾ ¿Por qué me estás diciendo eso? ¾ Tú viniste a mí con un corazón roto…Yo me encargué de repararte, estabas dispuesta a no volver a amar porque un hombre te lastimó pero te dejé claro que no todos son así… Después de haberse roto, tienes un corazón más fuerte. ¾ Vaya… Muchas gracias por lo que hiciste por mí. —Dijo la jovencita reincorporándose— Tengo que irme ¿Hay algo que pueda hacer por ti? ¾ O, no. La señora McGil sacó a pasear a su par de perritos y vinieron a hacer sus gracias aquí… Supongo que ya me regaron y me dieron abono. Y la chica sonrió otra vez ante sus bromas. ¾ ¿Tienes algún nombre? ¾ No… Supongo que no. ¾ ¿Y por qué tienes “Makai” escrito aquí? —Preguntó la chica señalando una cicatriz en la corteza del árbol— ¾ Cielos… Eso lo escribieron los enamorados antes de morir, supongo que de tanto estirarme ese pedazo de corteza terminó en éste hemisferio. Eran Makai y Sakura, pero antes de terminar de escribirlo dentro de un corazón. Un asesino llamado “Hanzo” les quitó la vida con una flecha. ¾ Vaya… Eso suena triste ¿Puedo llamarte Makai? ¾ Sólo acuérdate de llamarme. —Bromeó una vez más— ¾ Bueno Makai. Tengo que irme ¡Nos vemos! Y para contrarrestar lo pacífico del momento, la ardilla que perdió sus bellotas cayó al suelo, no fue nada mortal, enseguida se reincorporó un poco aturdida, buscando lo que era suyo. ¾ ¡Dios! —Exclamó la joven después de atestiguar la caída del animalito— ¾ No es la primera vez que le pasa. Ésta ardilla es muy codiciosa. —Explicó el árbol como si estuviera regañando al animal— ¾ Ven aquí pequeña… —Y cuando la joven estaba dispuesta a cargar al animal caído… Ésta respondió con una mordida en el dedo de Ariadne— ¡Ahh! ¡Me mordió! ¾ Vaya… Muchos niños vienen y la acarician, está acostumbrada a convivir con personas pero tú fuiste la elegida. Y si te dice “Eres a la única que he mordido así”: Que no te engañe, así muerde a todas. ¾ Je… Eres un tonto Makai. —Le dijo la muchacha sonriente con su mano mordida siendo acariciada por la otra— ¾ Éxito en tú día Ariadne…
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