FE Y RELIGION
Publicado en Aug 01, 2016
A través de la historia el Ser Humano tiende a unificar o confundir el concepto de
Fe con la idea que tiene de la Religión, con lo cual se ha desperdiciado el poder de la una tanto como las grandes enseñanzas que nos dejan las vivencias referidas en la otra. La Fe es la aceptación de toda realidad como una circunstancia perfecta, mucho más allá de que para nosotros sea buena o mala, solo es perfecta. La Religión, por su parte, narra algunos hechos que trascienden la historia para convertirse en ejemplos para la vida cotidiana en todos los lugares del mundo, para todas las personas del mundo y en todas las épocas de la vida. Permanentemente utilizamos o nos apoyamos en la expresión “pedid y se os dará” para implorar a un Dios externo: empleo, amor, dinero, salud, etc., a un Dios externo que da o quita a voluntad propia, y único responsable de nuestras condiciones materiales individuales (y a esto cándidamente es a lo que llamamos fe), desconociendo de paso la oportunidad que posee cada persona para construir su vida y su mundo. Evadir esta responsabilidad es renunciar al gran Poder del Libre Albedrio que el Creador universal tan generosamente nos brinda. La Religión mal ejercida deja en manos de un Ser externo una determinada petición o deseo con lo cual desconoce su derecho y su deber para crearlo y disfrutarlo. A la falta de argumentos materiales (visibles y palpables) para explicar ciertos fenómenos físicos que escapan a la comprensión fácil de la mente humana la religión le llama dogma, esto quiere decir que no se piensa, no se analiza; se cree y ya, es y punto; no se contradice porque estos prodigios son la manifestación o expresión espiritual que aún no logramos descifrar para asimilar e interpretar su reseña ejemplar. Sin embargo es imposible aniquilar el proceso mental ante tantas y tan hermosas historias contadas de manera tan romántica; entre otras cosas, porque el gran mérito de la religión debe ser llevar al Ser Humano a su crecimiento y desarrollo permanente y para esto es indispensable el análisis mental, el ejercicio del raciocinio sobre todo aquello que para él sea importante, incluida su religión. Por tanto cuando la mente inquieta se quita la mordaza que le impusieron, cuando la mente se libera de los lazos que la atan, generalmente se pierden la fe y la religión, llevándose consigo las dos más poderosas herramientas para la evolución de toda la creación. A través de la historia le entendimos a la Religión que los hechos narrados en los Libros Sagrados fueron milagros realizados y realizables tan solo por Seres Superiores a nosotros, Seres Superiores en dones y talentos, con poderes especiales que nos fueron negados al resto de los mortales. Seres Superiores que vivieron y desaparecieron hace miles de años. Si esto es así, entonces para que nos sirve el ejemplo de su enorme sacrificio? Qué sentido tiene, cuál fue la razón de ser de su horrenda inmolación? “Todo lo que yo hago, vosotros también lo podéis hacer” son palabras del Eterno que animan y soportan nuestra Fe Interior. La Fe Interior comprometida con su Divinidad individual, es el camino directo a la evolución, la Fe interior fundamenta la tolerancia, el respeto por todos los elementos de la creación porque reconoce y acepta en cada uno de ellos una única Divinidad expresada en diversas formas. La fe interior es indiscutiblemente el motor que impulsa toda labor. En el resultado de todo trabajo y toda misión está reflejada la fuerza de nuestra fe interior. El trabajo real y efectivo por el desarrollo y evolución de la persona hacia Ser Humano y como Ser Superior Creador debe cimentarse sólidamente sobre la consciencia de su Poder Infinito que surge de adentro de toda creatura, esa es la Fe que mueve a las montañas. La Fe ciega es la confianza en ese Poder Interior, reconocerlo, aceptarlo y practicarlo es nuestro serio y delicado compromiso con el fiel avance del proceso evolutivo de la especie. Este trabajo aunque es muy duro porque requiere de mucha constancia, también es muy gratificante y productivo porque permite realizarlo en la cotidianidad y desde la rutina. No obstante, para desarrollar la titánica labor de desarrollo y evolución del Ser Humano son indispensables estas dos herramientas, la fe y la religión… el trabajo de crecimiento y desarrollo del Ser Humano debe hacerse con base en las enseñanzas aprendidas de la fe y la religión porque estas son las armas que mejor nos ayudan a interpretar el maravilloso ejemplo que nos ofrece toda, toda la creación. Cuando el sentimiento religioso particular nos permite analizar imparcialmente lo que nos cuenta la religión hay lugar a una sabiduría incalculable que tan solo puede ocasionar bienestar, provecho y crecimiento. Así entendida la religión y apoyada en la fe interna se conforma una llave poderosa e invencible, es decir, fe y religión la llave que abre todas las puertas, fe y religión la llave maestra. La persona con verdadera fe encuentra detrás de cada dificultad una mano divina protegiéndola, haya en toda caída una parte de aquello que anda buscando, fuerza y coraje para levantarse a seguir luchando. Para quien ha desarrollado su fe interior desaparece el miedo, porque no está amarrado a criterios duales como bueno o malo, triunfo o pérdida, porque cualquiera que sea la circunstancia, esta Fe es el impulso que lo lleva a continuar. Para la persona de Fe, la oración constituye su gran protección y apoyo para el maravilloso proceso de cocrear su mundo, un mundo cada vez mas urgido del desarrollo espiritual y de consciencia que nos permita avanzar, con paso firme y seguro, hacia la realización individual, hacia la creación del hombre nuevo sin frenos ni cadenas que lo sometan a parámetros estáticos que desvirtúan totalmente la Presencia de la Divinidad Única en infinidad de seres físicos. La persona con Fe reconoce y acepta al uno inmortal y perfecto en su multiplicidad de formas y apariencias. Sin embargo y teniendo en cuenta que todo ser humano tiene una concepción distinta de ellas, la fe y la religión son una pareja indisoluble y maravillosa que conforma una sola fuerza, una poderosa energía, pues se complementan entre sí; la una es indispensable para la otra, ninguna es ni más ni menos importante que la otra, son la llave maestra para la continua y constante creación del universo, pero que nos sirvan o no, depende tan solo de cada quien, no se pueden forzar, simplemente se van dando a la medida del crecimiento y desarrollo interior individual. Muchas veces se da el caso de que personas muy religiosas tratan de inducir a la práctica de algún culto a quienes no lo son tanto, pero el momento para iniciar la vida religiosa y de oración no lo puede determinar nadie ni nada por fuera de nosotros mismos, es decir, el momento, la manera y las circunstancias para que una persona adopte una filosofía religiosa o se adapte a una práctica espiritual viene de adentro de sí misma, lo contrario es ir en contra de la naturaleza y así no funciona. La oración es el instrumento que une a estas dos fuerzas en un solo poder porque por medio de ella se motiva a las personas, independientemente del grado de su fe, pero con Fe y sin importar su concepción religiosa, pero sí orientada por una religión; ya sea para pedir una ayuda o para agradecer algún beneficio. Los resultados de la oración individual o en grupo son incalculables. La oración es el gran fortín sobre el cual se sustenta la esperanza humana que muchas veces deposita en ella toda la carga de la responsabilidad por el logro de un determinado objetivo. Pero también la oración necesita de nuestra acción para tener algo que empujar; la oración necesita ante todo y para todo de nuestra voluntad permanente. La oración no puede ser sinónimo de inactividad para nadie y para nada, todo lo contrario, a la oración se le encomiendan nuestras acciones; oramos para ofrecer nuestras obras a nuestro Ser Superior o para agradecerle por ellas, o sea que, de todos modos hay que hacer nuestra obra material y hacer nuestro esfuerzo físico es algo irremplazable; al fin y al cabo pedir por el resultado de un trabajo, material, físico o espiritual, es el gran objetivo de la oración. Generalmente se cree que la oración individual o colectiva exige ser practicada en el silencio y en el aislamiento total. Sin embargo, si la Fe se practica como filosofía de vida permanente y con el apoyo de un credo religioso particular, la oración se convierte en un excelente ejercicio mental que no requiere de condiciones físicas o materiales especificas, de tal manera que en el silencio al igual que en el bullicio, en la soledad de la misma manera que en la multitud, basta con atender al deseo y necesidad de orar. Deseo y necesidad de orar? Sí, deseo y necesidad de orar que surgen de la fe interior, esa fe ciega que va con nosotros a todas partes y que se alimenta de una infinita gratitud por la vida y se nutre de un agradecimiento firme e invariable por toda circunstancia y todo lugar. La oración constante, la oración que no depende de rituales ni normas es una magnifica terapia para ocupar la mente de manera sana y productiva, la oración constante es una práctica de higiene mental que repercute en la buena salud y el bienestar integral del orante para lo cual tan solo necesita utilizar un don que se nos ha dado gratis y por partes exactamente iguales a todos los Seres Humanos como lo es el pensamiento. Indudablemente en los momentos en que con mayor frecuencia acudimos a la oración, que como ya vimos representa y necesita de fe y religión, es cuando se nos presentan los problemas y las dificultades. Ya sea para pedir ayuda o para hacer reclamos, invocamos con vehemencia al Ser Superior con la fiel esperanza de que se facilite o se dé la solución a nuestra manera, para que se cumplan nuestros deseos. Raras veces, rarísimas veces nuestra oración es para aceptar alguna circunstancia, y mucho menos si esta es adversa, o que de una u otra manera lesiona nuestros intereses particulares. Grave error cuando hablamos de fe y confianza en un Ser Superior perfecto que vela y cuida nuestros intereses con una inteligencia infinitamente mayor que nuestro intelecto material humano. Pero Fe no es tan solo la esperanza depositada en un Ser Superior externo, la Fe primordialmente es un sentimiento de confianza interior, una actitud de plena seguridad de sí mismo con la absoluta certeza de que hay un Poder Superior que sabemos invocar pero que jamás podremos descifrar y que sí presenciamos, según todas las religiones del mundo, por medio de la Oración. También es razonablemente lógico gratificar a nuestro Poder Superior Interno; de igual manera es muy inteligente y provechoso prestar atención a esa vocecita silenciosa que brota desde nuestro interior, que algunos llaman intuición y algunos otros la pueden llamar ángel, pero que, llámesele como se le quiera llamar, constituye la más poderosa herramienta para nuestro crecimiento y desarrollo integral; constituye una insuperable fuerza, indispensable y útil, para darle forma física y material a nuestros anhelos, sueños, deseos, etc. También cuando perdemos la Fe en nosotros mismos y en un Ser Superior, cuando los conceptos o teorías religiosas no tienen un cimiento solidificado debidamente en nuestro interior, nos es muy fácil caer en la construcción de miedos y temores que limitan nuestras innatas e infinitas capacidades humanas. Por consiguiente, perder la fe es primordialmente, la pérdida del poder más grande que pueda calcular la mente humana; la carencia de fe es una enorme debilidad y, ante todo, significa perderse de una ayuda tan poco costosa, abundante y poderosa que muchas veces la pasamos por alto. Además Fe no es solamente Religión, de igual manera que Religión tampoco es necesariamente Fe, aunque se complementan y se fortalecen la una a la otra en una llave perfecta y muy útil para el proceso del desarrollo y crecimiento personal; la Fe y la Religión conforman un punto de apoyo inamovible capaz de soportar la pesada carga emocional de nuestros miedos y temores internos, la cruel sensación de dudas e incertidumbres que nos pueden afligir, siempre con la voluntad recia para transformarlos en la energía suficiente para iniciar la labor adecuada para la meta, olvidándonos un poco del resultado de esta obra. Pero así como esa unión mágica de Fe y Religión nos sirve tanto cuando estamos frente a situaciones físicas o emocionales angustiosas o mortificadoras, también en su ausencia se dan creaciones mentales o materiales, de ilusiones o logros de toda índole y necesitamos de esa fuerza inagotable que nos impulsa y que está conformada mediante la mezcla intangible e invisible de la Fe y la Religión para esperar o disfrutar de todo efecto o consecuencia de aquellas. Obviamente, como en la vida todo, todo nos ha sido dado dentro de ese equilibrio de la naturaleza donde nada falta y nada sobra, también en la vida todo, todo debe ser merecido y ganado y nada se da ni fácil ni gratis; todo tiene exigencias y condiciones; nada cae del cielo ni mucho menos se da por arte de magia, claro está que semejante Poder, semejante Energía tan enorme como lo es la fuerza conformada por la unión de la Fe y la Religión no podría ser la excepción; por lo tanto cada quien decide si se acoge a ella o no. Para todo aquel que resuelva no hacer uso de esta maravillosa fuerza no pasa absolutamente nada, simple y sencillamente no disfrutará de su ayuda y muy seguramente el resultado de su obra será el mismo. Esto (lo de no hacer uso de esta energía) no requiere un tratamiento especial o deferente, todo lo contrario con ignorarla sin remordimientos ni resentimientos es muy suficiente, no tenerla en cuenta y ya. Algo muy distinto le sucede a aquel que se decide a tomar ese auxilio superior indescifrable representado en la unión de la Fe y la Religión porque este infinito Poder sí requiere ante todo y primero que todo de la acción humana y segundo exige constancia, disciplina y perseverancia para su obrar tan generoso. Para establecer una disciplina de trabajo hay que tener muy claro el objetivo que se pretende alcanzar y el camino adecuado para llegar a la meta, solo así se puede definir un reglamento propio siempre atendiendo y respetando un reglamento general. Además de la disciplina, la Fe y la Religión en su fusión llamada Oración, también necesita o depende totalmente de la constancia en el trabajo personal por el objetivo deseado. La energía de la oración se moviliza alrededor de una causa humana, física o mental, una labor sostenida en el tiempo y constante en su maniobrar para el logro de un objetivo, por la llegada a una meta. Cuando se encuentran la disciplina y la constancia en el trabajo y la Oración por alcanzar el objetivo previsto, surge en el interior de la persona un sentimiento movilizador que aquí podríamos denominar como perseverancia, un muro contra el cual se estrellen todos aquellos momentos de angustia, decepción o desilusión tan propios cuando no se dan los resultados o cuando esos resultados no corresponden a nuestro anhelos. Disciplina, Constancia y Perseverancia (en el trabajo material y en el trabajo espiritual) sin límite ni medida porque aquí no se trata de orar y sentarse a esperar un milagro, no, esto no funciona así, no es tan simple. Aquí se habla de trabajar y orar exactamente en la misma proporción de tal manera que se perfeccione la obra personal con la consciencia pura de que el resultado que se dé es perfecto, porque un resultado así elaborado solamente puede ser Divino, independientemente de si nos gusta o no; sin importar si era lo que esperábamos o no… Así como es una herramienta extraordinaria para la evolución del Ser Humano con miras en la construcción de un tejido social multi-diverso, también puede y suele ser utilizada para ocasionar todo tipo de daños pues esta es una fuerza interior, un Poder Personal que esta siempre dispuesto para todo aquel que desee usarlo; ya las intenciones dependen de cada quien porque ella no hace juicio, no analiza si es bueno o malo, simplemente apoya, impulsa nuestra obra; ella no entiende de sinceridades ni hipocresías; únicamente responde al llamado vehemente de nuestros sentimientos e intenciones, solo acude a obedecer, no razona, no juzga y tampoco castiga, ni mucho menos premia. Tal vez por eso es tan común, aunque nos sorprenda y a veces hasta nos moleste mucho, ver como personas que han cometido un crimen o muchos crímenes atroces resultan convertidas o profesando fervorosamente algún credo religioso de un momento a otro, sin más ni más y facilito, pensamos. Pero quizás no sea así; sino que ya tenían Fe y recurrían también a algún ejercicio religioso solo que hacían sus invocaciones para impulsar su mal proceder, pero cambiaron tan solo su percepción de la vida, desarrollaron una consciencia diferente frente a su misión o sencillamente cambiaron de opinión. El hechizo de la Fe, el embrujo de la Religión y la magia de la Oración está en lo más recóndito de la Persona Humana, allí mismo donde fluyen y confluyen el Ser Humano y el Ser Divino para conformar un solo y único ser llamado Ser Sagrado, intocable, inalcanzable aún para nosotros mismos.
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