EL ASCENSOR
Publicado en Aug 30, 2016
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                                                                   EL ASCENSOR
 
                     Debo confesar que he sufrido a lo largo de mi vida breves y concisos  ataques de pánico y claustrofobia,  pero no necesité  de ninguna larga y costosa terapia para saber cuál era la causa de este mal: el ascensor de la calle Ellauri, el edificio donde nací, el viejo Otis  que siempre se rompía o se quedaba a mitad de camino en aquellos truculentos años sesenta, donde lo más común era que se cortara la electricidad.
                Tenía terror de subirme solo, y cuando lo hacía, rezaba para que llegara al séptimo piso; el alivio que sentía cuando  alcanzaba mi destino solía ser de tal magnitud, que era como si se me abrieran las puertas del Edén. Por suerte nunca estuve solo cuando el ascensor se detenía, tuvimos la fortuna de contar con un portero que era capaz de arreglar hasta un cohete de la Nasa y eso nos hacía más llevadera la cosa.
                   Soñé  durante muchos años  con este ascensor, a tal punto que se me transformó  en una pesadilla y cuando estos  sueños son recurrentes  es que hay que darles su importancia, escuché  una vez que alguien dijo por ahí. Doy por sentado  que  hubo más ascensores y trenes  y aviones  donde yo percibí esta misma sensación, por eso es que un día decidí  volver al origen del conflicto, enfrentar el miedo, al viejo ascensor de la calle Ellauri, y quizás,  porque no, curar mi enfermedad.
                       Han pasado casi cuarenta años que no piso el edificio, ya no quedan vecinos de aquella época, la última  fue la italiana del primero, una mujer muy culta y elegante que falleció  pocos años atrás. La mayoría han muerto  o se han mudado. Nosotros nos fuimos porque mi madre quería vivir en una casa.
                         La idea de volver a subirme al ascensor me surgió un día que vi un aviso de venta de uno de los departamentos, el del sexto; tendría la excusa perfecta para poder entrar a la casa. El aviso decía que se podía visitar a partir de las tres de la tarde,  así que decidí ser el primero y me fui  bien temprano y me aposenté en la puerta de bronce como en los viejos tiempos. Era domingo y como hacía mucho frio,  toque timbre y me anuncié por  el portero eléctrico.
                 Me sentía algo raro, hablando a través de ese portero, el  mismo  que fue testigo e  interlocutor de mis travesuras, las que en aquella época ocurrían inocentemente en la calle. (¿Me habrá reconocido el micrófono?).(¿Habrá cambiado tanto mi voz?). La puerta estaba casi igual,  aunque más reforzada,  y por el vidrio se veía el largo pasillo con el espejo,  el que guardaba tantos secretos. Al final  del corredor, junto a la puerta que daba al garaje, estaba el ascensor. A pesar de los años transcurridos todo parecía estar igual.
                   Recuerdo que al lado funcionaba una peluquería que todavía está, cuya clientela mayoritaria  eran las vecinas del edificio. Tampoco  quedan  en la cuadra, ni el almacén de la esquina, ni la farmacia; se los llevo el viento, envueltos  en una bolsa de nostalgia. Siempre que ando por esa cuadra se me disparan los recuerdos mezclados con los sueños y a veces me cuesta distinguir uno de otro.
                Una mujer bastante joven  se apareció de repente por el corredor, era la mujer encargada de mostrar el dpto. De lentes gruesos y pelo marrón recogido, algo delgada, exageraba la simpatía, como cualquier vendedora.  Había junto a mi otra persona interesada  pero como yo fui el primero en llegar, gentilmente me cedió el turno. Me dijo su nombre y el de la inmobiliaria, pero no los pude retener, yo me sentía que viajaba a través del tiempo, y que de alguna forma  me estaba transformando, incluso hasta físicamente. No me animé a reflejarme en el espejo, tenía miedo de ver a un niño que quizás estaría soñando con el futuro. La joven hablaba de no sé qué cosa de los gastos  del edificio  y de las bondades de la  calefacción central, temas que no me incumbían en absoluto.
                  Y llegó  el momento más esperado, el del ascensor. Cuando vi que se abrió la puerta, dudé  un instante, la joven se sonrió, al final entré, pero creí que ingresaba como a un túnel del tiempo o algo por el estilo. La joven apretó el botón 6, la puerta se cerró  y yo sentí  que me faltaba el aire; observé  que el ascensor demoraba en elevarse,  pero lo hizo lentamente  sin hacer casi ruido; el mecanismo era moderno, concluí. Eso me tranquilizó por un momento, la luz ya indicaba que estábamos  en el primer piso; el ascensor estaba igual, hasta creí reconocer las ralladuras que le hacíamos con mis amigos en su pintura y los corazones que le dediqué a alguna que otra vecina.
              Al promediar casi por el tercer piso observé  a la joven de reojo, pero no sabía que pavada decirle, si hablarle del tiempo, de mi infancia, del precio del dpto.,  o de cualquier otra estupidez. Opté  por mirar los números,  que se iban prendiendo a medida que subíamos. Cinco, vi que señalaba el tablero, faltan dos  y estoy curado,  pensé,  cuando de repente sentí  como un estruendo, como un golpe seco que nos hizo temblar. La chica se cayó al piso. Es una maldición, no lo puedo creer, me dije a mi mismo en voz baja.
                    El corazón se me empezó a acelerar y el aire a escasear, como en los viejos tiempos; y para colmo nos quedamos sin luz.
-¡Qué  mala suerte, y qué  raro,  porque me dijeron que el ascensor estaba recién arreglado!, exclamó  la chica de lentes.
 -Quizás sea la luz, dije yo.      
                   El silencio era casi total,  salvo por  un pequeño ruido como de metal retorciéndose, como si el ascensor estuviese sostenido por un alambre y a punto de caerse al vacío, eso me asustó  más aún. Si no me curo ahora, no me curo mas, pensé para mis adentros.  La chica también parecía aterrorizada,  porque no escuchaba ni siquiera su respiración. De pronto sentí una voz que me decía, “Gabriel, espera,  no te asustes,  ya viene el portero”.
- ¿Gabriel, pensé,  como sabía que era yo, cómo sabia mi nombre?,  le pregunté  a la chica de la inmobiliaria,  pero no me respondió, apenas sentí un balbuceo  como de desesperación.
                Al rato sentí  pasos que venían de la escalera y voces que se entremezclaban con ruidos como de herramientas y hombres trabajando. Eso me tranquilizó un poco, era el indicio de que nos estaban rescatando, yo solo pensaba que fuera cuanto antes, antes de que esto devenga  en otro trauma  para mis próximos cuarenta años.
-Ya vienen por nosotros-, dijo la chica. Es evidente que hoy no se va a vender este departamento. Hoy era mi primer día en el trabajo (Y el último, pensé yo)….
                     Como a los diez minutos  se abrió la puerta y pudimos ver un rayo de luz como de una linterna y una mano que nos alcanzó una botella de agua. La puerta se había apenas abierto y se podía vislumbrar que estábamos entre dos pisos y era difícil poder salir por ahí. Con suerte pasaba una mano. Deberíamos esperar a que retorne la luz, y en lo posible antes que el gas, le dije a la chica, como  para levantarle el ánimo.
-Tengan, tomen, por las dudas de que esto se  demore-. dijo una voz femenina de otro lado del ascensor. Traté  de ver quién era la persona, pero fue imposible.
- Me tenías preocupado, llamé  a la escuela y me dijeron que habías salido temprano. Nunca imagine que te habías quedado encerrado, Gabriel-.
             Yo no sabía a quién le estaban hablando, era evidente que la mujer estaba confundida, y que esto se iba a aclarar en cuanto se abriese la puerta. Opté por sentarme a esperar, la chica se alumbraba con su teléfono hasta que se quedó sin batería y no tuvo reparos en maldecirlo a viva voz. Al final ella también se sentó a esperar, abrió la botella,  tomó  un sorbo y luego me convidó  a mí, alumbrados por una linterna  que se abría paso entre dos pisos.
- Es evidente que Ud. quizás venda departamentos, pero   ascensores no va a vender seguro,  le dije.
             El tiempo pasaba y a medida que transcurrían los minutos los ruidos se hacían más intensos   y más gente se agolpaba frente al ascensor para opinar y quejarse de todo. Lo curioso es que había una voz que me resultaba conocida. Sería una sobreviviente de aquellos años, o quizás una alucinación producida por la falta de aire. Al final creo la chica se durmió junto a mí,  pero no supe si era por la falta de aire o por sueño.
                    Al rato, la luz de la linterna se apagó  y los ruidos cesaron. ¡Linda terapia para mi trauma, pensé! Nos abandonaron a la buena de Dios y yo que no creía en Dios, estaba terminado. La chica seguía durmiendo  o desmayada junto a mí sin enterarse de nada. Yo también empezaba a sentir que la falta de aire me estaba como adormeciendo.  Es una mejor muerte, la envidie por  algunos momentos, hasta que al final se hizo la luz  y empecé a creer un poco más en Dios. La puerta se cerró sola, el portero  le saco la herramienta que la mantenía abierta y me dijo que apretara el botón,  que no me preocupara, que mi madre ya estaba en casa. El ascensor se elevo  casi solo hasta el séptimo piso.
              
                       
                
              
                    
                         
               
                     
            
              
                
              
           
               
                 
                   
 
    
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Foto del autor gabriel falconi
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9 Comentarios 942 Lecturas Favorito 2 veces
Descripción

ES UN CUENTO NOSTALGICO PERO FANTASTICO

Palabras Clave: ASCENSOR SUENO

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



Comentarios (9)add comment
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Lorena Mercedes

¡Hola Gabriel!¡Qué problema con el ascensor!...por momentos me parecía que me faltaba el aire ami.A mi nunca me pasó algo asi, sino, de seguro que también tendría un trauma gigante.
Me ha gustado éste relato, con un final que no esperaba.Al final,en el final ¿se curó o consiguió agudizar su trauma el hombre?...
He disfrutado de leerlo, muy bien!!
¡Un saludo cordial!
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October 22, 2016
 

Battaglia

Hasta hace un buen tiempo, el terror de quedar encerrada y sin ventilación, era uno de mis más grandes temores, al igual que tú durante varios años trate de evadir los ascensores, no fue sino hasta hace unos tres años que supe realmente lo que me sucedía y eso se lo debo a mi excelente terapeuta. Ahora por fin, puedo subir y bajar tranquila y sin ese temor que incluso me paralizaba...

Tu relato es extraordinario, detallas cada vivencia con un singular estilo que es posible vivirlo contigo. Eso lo hace muy interesante...

Me encantó, te envío un abrazo amigo!!!
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September 14, 2016
 

gabriel falconi

gracias battaglia si es muy comun esto tbn quise como hacer un viaje a miinfancia por eso ese final como abierto
gracias!!!
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September 18, 2016

Enrique Gonzlez Matas

La angustia, el temor, el terror... Está claro, amigo Gabriel, lo tuyo debe ser subir las escaleras, ja, ja...
Me ha gustado el minucioso relato de esa situación que a todos nos inquieta.
Te felicito. Un abrazo.
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September 01, 2016
 

gabriel falconi

Gracias Enrique si jajaj a todos nos ha pasado
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September 02, 2016

Mara Vallejo D.-

Oh, por Dios amigo Gabriel !!
Tu historia sin duda ha sido vivida por muchos (me incluyo).
Me ha encantao la forma minuciosa de plasmarla, he pintao imágenes de variados colores y eso amigo mio habla bien de tus letras.
Grato leerte.
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August 31, 2016
 

gabriel falconi

gracias Maria!!me alegro que te gusto
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September 01, 2016

DEMOCLES (Mago de Oz)

¡¡ Loa famosos ascensores Otis, no se de que nacionalidad son pero siempre han dado problemas, me hiciste recordar los edificios del centro de Santiago quienes aun conservan aquellos viejos ascensores, aunque aun muchos manejados por ascensoristas...un gusto leerte...pero a pesar de llegar hasta la pagina 9, tu texto al parecer termina en la pagina 7...saludos¡¡
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August 31, 2016
 

gabriel falconi

de uruguay pero vivo en buenos aires ....
termina en la pag 7 esta bien asi
gracias
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September 01, 2016

Lucy Reyes

Hola Gabriel, qué casualidad, hoy cuando bajaba del ascensor de edificio en que vivo , una señora que también bajaba me comentó sobre el miedo que siente cuando está en el ascensor y me contó una historia de sus nervios en el ascensor. Hoy leo tu interesante y buen tema, escrito con claridad y buen sentido.
Tenías razón de sentir miedo con tan viejo ascensor, creí que después de abandonar ese edificio no volverías a repetir tu miedo, pero ¡Vaya! qué curioso fuiste y fue cuando precisamente viviste aventura de verdadero miedo.
Me encanta tu forma de relato. Siento agrado al leer tus textos y más en este tema, que también me causa miedo
Felicitaciones.
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August 31, 2016
 

gabriel falconi

gracias lucy por leer mi cuento pero es un cuento ni loco volveria a subirme a ese ascensor jejej
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September 01, 2016

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busy