Buenos Aires. Mozo porteño. Un homo-sapiens particular
Publicado en Dec 09, 2016
Cuan rara es la mirada de un mozo. Desde un atalaya mira a todos pero nunca ve a nadie.
Otros de esta especie llevan una mirada vergonzosa porque siempre se mueven buscando siempre algo que se les cayó al piso. No podemos dejar de mencionar “los mozos” del tipo grandes pensadores. Hay cosas más importantes para pensar en este mundo, antes que atender clientes. Esas son banalidades del mundo profano. En cambio, existe el mozo que cree que no es bueno que el hombre esté solo. Las horas esperando a un parroquiano son largas, es triste un cafetín vacío, porque no hay nadie con quien hablar. Con lo cual, el cliente apenas llegó, viene el mozo, raudo, a preguntar, que deseamos. Los estados del clima, son una herramienta fuerte para ayudarse, con frases: que calor, parece que va a llover, cómo llueve, se viene el invierno esta fresquito, menos mal que se va el verano mucho calor. La conversación termina: ¿en jarrito? ¿poca leche? ¿prefiere cortado con leche fría? Nunca hay que perder la oportunidad para charlar. No puede faltar en mi relato el mozo cargoso, aquel donde te tildo potencial cliente con propina. El mozo ha aprendido en la escuela de gastronomía que hay que ser atento, servicial para poder recibir ese merecido bonus. Con lo cual, corre igual que el mozo comunicativo, pero limpia la mesa, a las señoras les dice señorita, a los viejos les dice jóvenes, preguntando cual va ser la ingesta. Ese mozo a los café los trae seguro junto con los vasos de agua aclarando que los dulces adosados al café son obsequio de la casa. Con un guiño, quiere dejar constancia en acta que ha sido una victoria personal triunfante sobre la mezquindad férrea del dueño del local. Por último para no extendernos más en el estudio de este espécimen muy “porteño”. Se encuentra el mozo soldado. Sale de su trinchera para atender siempre bien no importa si el cliente es bueno o malo. Será parco en el hablar. Se zambullirá cuerpo a tierra, si algún comensal se le cae una cucharita al suelo, previo haber depositado una cucharita limpia y lustrosa, que salió del bolsillo de su blanco uniforme. Lamentablemente cualquiera sea la variedad, el mozo “porteño” es una especie en extinción. Allá en el país del norte, un cliente rencoroso tomó revancha de un mozo descortés. Inventó el fast-food, con una flecha apunto directo al corazón del mozo. El café tradicional donde la gente se juntaba para hablar mirándose a los ojos se ha perdido. Se escribe-habla en forma remota a través de una pantalla de 7” Disfrutemos mientras existan, hagamos sociales con el mozo charlatán, agradezcamos al mozo soldado el poder tomar un café caliente y en el fast-food sigamos practicando que algún día nos recibiremos de mozo.
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