Navidades
Publicado en Dec 23, 2016
Las Navidades.
Ya han sido muchas. La familia nunca fue muy grande. Cada navidad que pasa me es imborrable. La rutina es la misma, saludar a los compañeros que máss aprecio, salir del trabajo y lanzarme a caminar para volver a casa, empezando a pensar en los preparativos de la nochebuena. Mientras recorro esas calles céntricas, voy pisando los papeles, ese desperdicio del año, que los oficinistas lanzan desde las ventanas como si los quisieran hacer desaparecer. Pero son conscientes que les deparan augurios de un próximo año plagado de mayor cantidad de papeles y problemas. Mientras voy zigzagueando en las calles con sol, empapada de sudor, recuerdo a mis seres queridos que ya no están y cómo fue con ellos, compartir cada año. Cóomo era esa rutina todos los años, de huir de esas moles de cemento con relojes de control para entrar y salir para llegar al hogar, encontrarse con una familia, tomando mate y también ellos rumiando sus propios recuerdos. Pero no queda todo reducido a mi adultez, eso hace que comience a remontarme a mi niñez. Cuando se miraban las recetas de cocina para organizar el menú con la que acompañaríamos noche buena. Recuerdo con nostalgia el preparar la ensalada de frutas, escuchar música, consumir mucho hielo por el calor, preparar los flanes en paquete “los si se mueves” y esperarla la navidad afuera en el patio o adentro dependiendo si lloviese o no. Mirar el programa de TV esperando a que el reloj marcase las 00:00 para brindar. Cada navidad tiene un color y una cara distinta del prisma. No puedo olvidar escuchar en el wincofone a Bing Crosby con su Blanca Navidad. Ni tampoco las diferencias que tenían los reyes magos, según por la casa que pasarán. Unos pedían pasto y agua. Oros llegaban si estábamos dormidos. Algunos habían logrado ver sombras que se movían en la oscuridad. Había muchos cuchicheos, algo raro había. Muchos pensarán a la escritora la atrapó la melancolía. Opinarán, seguro, vamos a caer en la banquina, en los mares de la depresión. En realidad, trato de pegar el volantazo , porque el transfondo de todo ésto, es entender la vida. Recordar con cariño, con su defectos y virtudes, a los que ya no están, viajar por las navidades pasadas para volver a esta navidad presente y compartirla con la mirada del ayer, girar el cuello y reconocer aquello que conquistamos hoy y aquello que perdimos, ayer. Extrañar con melancolía lo que dejamos hacer y nos hacía felices. Cada recuerdo lo voy deshilachando entregándose a mi corazón, degustándolo como si tuviese adelante mío, un postre helado de muchos sabores. La vida es la que va pasando. Si sabemos mirarla desde un plano, muy desde arriba, pero muy arriba, deberíamos agradecer los momentos que la vida nos brindó salud para disfrutar de todo eso. Y esa es la evolución, el viento nos erosiona, el frío nos endurece, el calor nos relaja y los recuerdos nos mantienen.
Página 1 / 1
Agregar texto a tus favoritos
Envialo a un amigo
Comentarios (2)
Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.
|