COLINA DEL DIABLO
Publicado en Dec 30, 2016
Hay nombres que suelen reflejar con gran exactitud las características o aptitudes ya sea de una persona, un objeto o un lugar, y el claro ejemplo de esto era Paso de los Ángeles.
Un pueblo, cálido, tranquilo ubicado en una pequeña colina en donde a cada atardecer el sol parecía hundirse en el mar tornando el agua de un brillante y agradable color dorado, por el cual sin dudas varios pintores hubieran pagado todo lo que tenían para plasmarlo en un lienzo y eternizarlo en alguna pared. Hasta ese lugar viajo un día el hombre vestido de negro, así fue como lo apodaron los lugareños, ya que no sabían su nombre. Era una persona misteriosa, parecía un prófugo de su propia existencia, como si quisiera escapar de algo, tal vez un ser golpeado por la vida en busca de paz y en Paso de los Ángeles había de sobra. Algunos dicen que se puede ver el sufrimiento de un hombre mirándolo fijo a los ojos, seria por eso que el visitante nunca sostenía la mirada. En estos pueblos la gente se conoce hasta por la forma de caminar, por eso los pocos habitantes de Paso no tardaron en preguntase quien era el “nuevo”, y poco habían podido averiguar, algunos decían que lo habían visto por primera vez la noche de la tormenta, esa que se llevó todo lo que no estaba agarrado al piso, tal es así que prácticamente había arrancado desde los cimientos la vieja iglesia del pueblo. Decían que llegò solo, sin más que una mochila, caminando entre la lluvia, el viento y la arena, como un forajido cabalgando hacia un pueblo alejado en el desierto, emulando algún Western de Clint Eastwood. Lo cierto es que nadie sabía prácticamente nada de él, solo que tenía unos cuarenta y pocos años, morocho, alto y que no era mudo por que rara vez se lo escuchaba hablar. Lo que generaba más intriga entre los propios habitantes. Ya que como decía anteriormente, entre ellos, se conocen hasta las mañas. Varias semanas habían pasado de la tormenta que golpeo Paso de los ángeles, las más grande que se registró en años, los más viejos y charlatanes decían que habían visto hasta el ganado elevarse y perderse entre las nubes, aunque no había ningún registro oficial de aquello. Así fue que con el correr de los días la forma de ser del extranjero y las circunstancias en las que llegó alimentaron el pueblo de leyendas, algunos creían que era un preso que había escapado aprovechando el clima, otros más osados argumentaban casi con una descarada seguridad que era un espíritu, un alma perdida que vagaba sin rumbo. Pero para otros un poco más realistas era solo un hombre solitario, alguien al que la vida no había tratado del todo bien, o tal vez él no había tratado bien a la vida. La que más se remordía de intriga por esclarecer la identidad del recién llegado era Doña Catalina. Era una viuda de unos 78 años que había llegado al pueblo cuando era una niña proveniente de España, viniendo como tantos otros inmigrantes a refugiarse por el estallido de la guerra. Catalina se dedicaba además de ser una ferviente católica a los chismes, sus días se dividían entre la iglesia y la observación, sacar sus propias conjeturas y esparcirlas con total descaro y carencia de la verdad. Por todo esto nos podemos imaginar que este hombre que había llegado en tan extrañas circunstancias era su obsesión. Así fue que una tarde cualquiera mientras Catalina deambulaba por el poblado, tal vez buscando material para un nuevo chisme, encontró al enigmático caballero caminando hacia las afueras de Paso. Al ver esto la señora no pudo con su genio y llamo al hombre que vagaba con una capucha que le cubría toda la cara Catalina: como está buen hombre? Discúlpeme la molestia, no quiero ser entrometida pero hace mucho que quiero entablar unas palabras con usted, ya que hace varios días que está en nuestro pueblo y no sabemos nada, siquiera como es su nombre. El extraño escucho cada palabra sin dejar de mirar el piso, cuando la mujer dejo de hablar la miro fijo a los ojos, con una sonrisa socarrona, a Catalina le empezaron a temblar las piernas, era una mirada penetrante, tenebrosa, carente de alma, como si mirara fijo los ojos de un tiburón. Extraño: Usted ya sabe mi nombre y me conoce muy bien, hace una eternidad vago por esta tierra, vine unos días aquí atraído por el nombre del lugar a pasar un tiempo en paz, pero lamentablemente ya es hora de que vuelva a mi trabajo, es un labor muy duro y desgastante pero alguien tiene que hacerlo. En ese momento una tormenta aún mayor a la anterior comenzó a levantarse y azotó el pueblo, ráfagas de viento de cientos de km/h arrancaron árboles, hasta casas, nunca nadie había visto semejante violencia en una tempestad. Nunca más se supo del extraño que desapareció esa tarde entre la polvareda, mientras que Catalina tardó meses en volver a pronunciar una palabra. Muchas cosas cambiaron esa tarde y nadie olvido ese día, Paso de los ángeles no volvió a ser el mismo, desde ese momento se llamó, Colina del diablo… Agustìn Costamagna
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