La llama eterna
Publicado en Jan 04, 2017
Gerónimo era un mago torpe con aspiraciones de estrella, podría decirse que tenía muchas ambiciones pero poco talento. Su mayor anhelo era realizar el truco de su vida, aquel que saciara sus deseos de fama y fortuna con los que siempre había soñado.
Se ganaba la vida, haciendo pequeñas artimañas en la vía pública por unas monedas, sabía algunos trucos con las cartas, hacer desaparecer algún objeto y no mucho más, podría decirse que su repertorio no era el más variado del ambiente artístico. Una tarde mientras buscaba con un ojo clínico algún inocente al que pudiera embaucar con sus múltiples tretas, se topó con un vendedor de objetos antiguos que caminaba por la calle empujando un carro repleto de cosas, las cuales muchos no tomarían ni como basura. Cuando paso a su lado le llamo la atención algo, era una simple vela sobre un plato de plata que brillaba con una fuerza incandescente, era lo único que parecía pulcro y reluciente en aquel carro, detrás de la pieza en cuestión había un cartel que decía “llama de la vida eterna”, si bien al leer semejante slogan le causo gracia y lanzo una carcajada al aire, no pudo evitar sentir intriga del porqué de aquel palabras. Inmediatamente detuvo al vendedor y le consulto: -Gerónimo: a que se refiere con eso de la vida eterna?. -Vendedor: pues a eso, más claro que el agua, aquel que posea esta vela jamás morirá. Gerónimo sabía que no se debe timar a un timador por lo que no creyó ni una sola de sus palabras, pero por alguna extraña razón la quería, asique le propuso un trato, un juego de cartas, si él le ganaba se la llevaría gratis y si perdía tendría que pagarla el triple de su valor. El vendedor era un anciano y el un experto con el manejo de los naipes asique era pan comido. El comerciante, después de dudarlo unos segundos, acepto el reto, como era de esperarse perdió el juego y entregó el objeto al gran vencedor, aunque sin antes advertirle lo que iba a adquirir. Tengo que decirle, dijo el vendedor, que esta no es una vela común, aquí se esconde el secreto de la vida eterna, mientras la llama este encendida usted vivirá, solo tiene que prender una vela nueva utilizando la anterior sin que la llama original se apague y usted será inmortal, de lo contario, si llega apagarse, la magia terminará. Todavía escéptico Gerónimo le preguntó, si este artefacto tiene tanto poder como usted dice, porque se está deshaciendo de él tan fácilmente?. El anciano hizo un suspiro y respondió: todo tiene un precio y el mío a cambio de eternidad fue vivir demasiado, eso significa contemplar como mi esposa envejecía luego mis hijos, después mis nietos, tuve que enterrar a todos ellos mientras yo seguía caminando por esta tierra como si no hubiera pasado un solo día, mis ansias de juventud y el sentirme todo poderoso no me dejaron ver lo que era realmente importante, fue así como un día al encontrarme completamente solo en el mundo decidí apagar la llama y hacerme viejo para algún día poder morir y reencontrarme con ellos, si no es que por querer engañar el paso del tiempo mi alma este condenada y vaya directo al infierno. Eso no sería un problema para mí, contesto el mago, no tengo familia, solo quiero ser rico y famoso y si esto que usted me cuenta es verdad seria el camino directo a conquistar mis sueños. Gerónimo sujetó la vela y se fue pensando en las palabras del viejo. Al llegar a su casa prendió la mecha y observo como comenzó a arder. Al día siguiente, salió a la calle, como todos los días, a hacer sus tretas para juntar algo de dinero, mientras cruzaba la calle para apostarse bajo la sombra de un árbol, no vio que venía a toda velocidad un camión que lo embistió de lleno y lo dejo tendido en la acera, cuando los médicos llegaron lo declararon muerto y fue enviado a la morgue. Todo se veía oscuro, la desesperación lo envolvió, una bolsa le cubría el cuerpo, comenzó a patalear y gritar hasta que pudo abrirla y salir de ahí, cuando miro a su alrededor no pudo creer lo que estaba pasando, lo habían matado hacia poco tiempo antes y ahora estaba ahí, sintiendo el fondo frio de la camilla de metal, escuchando su respiración agitada y se echó a reír como un loco, “era cierto!!!!!” gritaba. Mientras intentaba salir de la emoción y pensar claramente logro recordar las palabras del anciano, “vivirás por siempre mientras la llama siga encendida”, pego un salto de la camilla y sin siquiera buscar su ropa y aprovechando la oscuridad de la noche corrió hasta su casa y al ver que la vela estaba a punto de consumirse, tomo otra de un cajón y la reemplazo. Exhausto, se sentó, respiro unos segundos y se dio cuenta que el truco por el que había esperado toda su vida había llegado, desde ahora seria “Gerónimo, el inmortal”. A las pocas semanas ya era una figura reconocida en la ciudad, hacia presentaciones casi a diario en teatros cada vez más grandes y la gente hacia colas enormes para conseguir una entrada, las personas pagaban fortunas para verlo morir y resucitar unos minutos después. Al poco tiempo paso de vivir en una pequeña casa que se caía a pedazos a comprarse una mansión a las afueras de la ciudad, gracias a la muerte la vida le sonreía, extraña paradoja, y él no podía estar más feliz con eso. Gerónimo había adquirido en este corto tiempo dos pasiones, el alcohol y la vida nocturna, cada noche luego de su presentación entraba en algún bar donde pasaba horas hasta quedar prácticamente inconsciente. Una madrugada después de una gran borrachera, entro a su casa y fue a la única habitación en donde nadie podía entrar, un cuarto del cual solo el poseía la llave, era el lugar donde guardaba su más preciado tesoro, la llama eterna. Al ver que todo estaba en orden decidió ir a tomar una siesta para estar como nuevo para la presentación de esa noche, era nada más y nada menos que en el gran teatro de la ciudad, un lugar donde solo unos pocos dotados podían actuar y él era uno de ellos. Mientras se preparaba para el show, una de las mucamas mientras limpiaba la gran casona, vio asombrada que una de las puertas de las tantas habitaciones estaba abierta por unos centímetros, era justamente el lugar donde su patrón el cual no era conocido por su buen temperamento para con sus empleados, les había advertido que por ninguna razón debían entrar. La curiosa muchacha contra todos sus instintos de supervivencia, decidió hacer caso o miso a todas las amenazas que su feje le había hecho y entró. La primera reacción fue desilusión, lo único que encontró fue un cuarto enorme sin ventanas repleto de velas, lo único extraño era que todas estaban apagadas, salvo una ubicada en el centro del lugar sobre un hermosa base de plata reluciente. Al ver esa extraña escena y recordando la obsesión que tenía su superior por el orden y la limpieza y por la que tantos gritos y maltratos había recibido cuando encontraba algo fuera de su lugar, decidió casi imperiosamente apagarla, temía volver a escuchar los maltratos por no cumplir su trabajo o peor, que ocurriera un incendio. Fue por eso que se acercó al ardiente objeto y dejó salir de entre sus labios una sueva brisa que oscureció por completo el lugar. Mientras tanto en ese momento el acto final del exitoso mago estaba por concluir, como era de costumbre mediante un sorteo, uno de los concurrentes debía subir al escenario y dispararle con un arma de fuego, fue así que mientras la llama se extinguía una bala ingresaba directamente en su corazón. La gente salto de sus asientos para aplaudir semejante espectáculo, se escuchó una ensordecedora ovación, con la que él siempre había soñado. Lamentablemente esa fue también la última presentación del gran Gerónimo, el inmortal.
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