Crónica de una fantasía que se hizo realidad por el poder de la ensoñación
Publicado en Jan 05, 2017
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Era una mañana de relámpagos de esas que te provocan un aluvión de sentimientos desiguales; que te producen ganas de estar en la cama con los ojos medio cerrados si le temes a los flashes del cielo y justo así estábamos: en un día lluvioso y centelleante metidos en la cama, desnudos, silenciosos y pensativos como siguiendo ese cliché de quien se fuma un cigarro tras una deliciosa sesión de besos, caricias y sexo.
Te preguntarás cómo llegamos a ese punto, seguro te gustará escuchar esa historia y claro te la voy a contar con detalle.  No me cuestiones por qué coincidimos justo en ese aeropuerto, tal vez era el país de nunca-jamás o la tierra de ninguna parte, pero ahí estaba yo aguardando que mi avión por fin levantara el vuelo tras una espera prolongada y desquiciante de más de cinco horas. Alrededor vidrio y más vidrio  que vestía una estructura caótica, portentosa, en medio de mi fastidio pensé que probablemente esa era la terminal más bonita del mundo. En el centro un jardín colosal con todo tipo de flores rodeado por una cascada que equilibraba el caos auditivo con el arrullo de sus gotas salpicando contra un cinturón de piedras.
Sentada encima de mi maleta pude ver las nubes apretadas como borrones de grafito sobre una hoja blanca, de pronto la lluvia se dejó de preámbulos y al fin se decidió a caer brutal, no fue fortuito que justo en ese momento te viera de lejos cruzar el pasillo del área de comida, las tormentas del cielo y las del corazón no están tan desconectadas como parece. Llevabas un traje negro muy bonito de hechura impecable y una corbata en tono violeta que gritaba ¡Guapo! Sobre tu antebrazo una gabardina que luego resultó más importante de lo parecía.
Mi maldita timidez prevaleció como suele suceder y por un momento pensé que no tenía caso correr por el pasillo para un efímero hola, seguro ibas de prisa y yo también, porque es un factor que en esta vida nos has determinado, algunos hacen negocios, otros hacen amigos y estamos los que siempre vamos de prisa. ¿Quién sabe a dónde o a qué? ¡Pero hay que apretar el paso! Tal vez solo estamos escapando de algo y en mi caso lo aseguro; escapo de la monotonía, de las formas y los cánones, de lo que está dicho y escrito, de la repetición, de lo conocido. De este modo uso las palabras a mi favor para torcer los caminos y hacerlos más interesantes.
Yo llevaba puesto un vestido negro de tirantes, entallado y glamoroso, unos preciosos zapatos de flores y el pelo lacio y obediente, debajo del vestido lencería de color verde esmeralda y encima un abrigo de seda rojo con las mismas flores delicadas de mis zapatos. ¿Demasiado elegante para un aeropuerto? Tal vez, pero tú también lo estabas. Todo el mundo parecía sacado de un desfile de modas. No vale la pena construir una ensoñación si no hay detalles hermosos.
¿Cómo me topé contigo? Ahí entró en acción tu gabardina, la habías olvidado sobre el mostrador de una tienda en la que te detuviste a comprar pan y regresaste a recuperarla y sí, aseguro que fue casual que yo entrara atraída por el olor maravilloso de los brioches recién horneados. De cerca estabas todavía más guapo y olías a un perfume cargado de madera, naranja, grosellas negras y cempasúchil, un aroma celestial que dejó extasiada mi nariz. Además llevabas el pelo algo crecido justo en el punto en que más te favorece, como cuando te conocí porque claro que me acuerdo de ese momento, ¿Nunca te lo he contado? Será en otra historia, ésta es larga y temo que te aburras antes de llegar al asunto del…sexo.
Cuando mi mirada encontró la tuya se quedó ahí un rato, resbalando por tus mejillas, acariciando tus cejas, delineando tu frente amplia y honesta. Te sorprendiste de verme, ¡Vaya que sí! confundido dijiste:
─De todas las personas que podía encontrarme en este sitio, nunca, nunca imaginé toparme contigo ¿A dónde viajas?
Estaba a punto de contestar pero en ese momento ambos descubrimos que no iríamos a ningún lado, lo dijo la voz en el altoparlante: “Cancelados todos los vuelos por la tormenta ¡de aguanieve! hasta nuevo aviso”. Era casi la una de la madrugada y pensé que se trataba de una broma cuando una parte del techo se desprendió por causa del viento y fue a dar a lo lejos sobre la pista dejando caer encima de nosotros una cascada de agua y hielo. ¡Adiós nuestro atuendo sofisticado! había dejado de ser relevante, ahora éramos un par de pollos mojados con la ropa pegada al cuerpo y el pelo relamido, por suerte mucha más gente vio estropeado su atuendo de igual manera. Mal de muchos, consuelo de tontos. Pero te apetecerá saber que nuestro consuelo sería mejor, mucho mejor que el de cualquiera que estaba ahí.
Por una vez en la vida vi a una aerolínea hacerse responsable cabalmente de sus pasajeros desventurados, de ese modo nos otorgó una noche de estadía en el hotel que estaba justo a la salida de la terminal. Antes de dar cualquier explicación la encargada del mostrador asignó una habitación doble para los dos, supongo que no escuchó o fingió no hacerlo cuando le dije que no viajábamos juntos, de hecho una vez que me extendió el vale para los alimentos dejó de prestarme atención o tal vez me volví invisible. 
Haciendo una cara de tonta te repetí lo que ya sabías:
─Tal parece que tendremos que compartir habitación, este… pues te prometo no roncar ni tampoco dormir desnuda esta noche, será la primera en mucho tiempo.
¡Jajaja!, me pareció ver en ti ese gesto divertido que haces cuando algo te parece demasiado incongruente o ridículo, por eso te dije:
─No te preocupes solo es un chiste para romper la tensión porque ya no sé si tiemblo de frío o de miedo.
Pero mentí, sí duermo desnuda, y por otra parte lo segundo fue verdad estaba casi sin aliento, a la mente me vino aquella frase dicha alguna vez: “Temo tu cercanía, tanto como la anhelo”.
¿Había qué temer? Júzgalo tú.
La habitación era como todas las habitaciones de hotel, impersonal, un poco pretenciosa y con unas cortinas horribles. Sin preámbulo la cama solo una, eso sí de tamaño imperial, en contraparte la vista maravillosa: un insólito jardín interior te hacía imaginar en algún paisaje neozelandés, era algo extravagante, pensé en el jardín salvaje que describió William Blake en sus poemas o el de Lestat el vampiro, de Anne Rice.
Dejaste tu maleta en el piso, yo la mía encima de la cama, mientras estudiaba qué carajos iba a ponerme para dormir, como dije no uso piyamas, providencialmente llevaba en la valija un encargo que me había hecho una tía; un camisón de abuela bordeado de encaje en el cuello y los puños, largo hasta los tobillos, parecía sacado del ajuar de una novia antigua y pudorosa, al ponérmelo daba una impresión virginal e ingenua, pero el brillo oscuro de mis ojos delató las sombras que cruzaban por mi frente.
Aproveché que estabas en el baño sacándote la ropa mojada para comenzar a deshacer la cama, con las almohadas fabriqué una barricada no para mí sino para protegerte a ti de mis lóbregos impulsos. Saliste del cuarto de aseo con una especie de bermuda y el torso desnudo y me puse nerviosa tratando de disimular que mis ojos miraban trémulos tu pecho de caramelo, sentí esa convulsión llamada libido que está justo entre un susto y un espasmo, por undécima vez mi cara se sonrojó. Al ver el camisón soltaste una carcajada que sirvió para romper la solemnidad y me animó a explotar mi lado más audaz. A bocajarro dije:
─Si te parece tan ridículo este trapo ¿Por qué no me lo quitas?
Segundo después dudé sobre aquellas palabras acabadas de pronunciar con tanto énfasis, pero ya era tarde, te acercaste con gran decisión sin dejar de mirarme a los ojos, apenas me di cuenta cuando tus dedos desengarzaban los brochecitos adorables de la espalda del camisón de abuela y luego vino la piel, el tacto cálido de tus dedos sobre mi cuello, dibujando formas complejas tal vez una especie de Mandala, mi respiración se volvió violenta y juro que mi corazón hizo una pausa cuando sentí tu aliento cerca del oído y pronunciaste mi nombre, en ese acto que pudiera resultar tan ordinario se desató la conciencia de ser y existir para ti. De saberme más allá del anonimato donde la gente vive anestesiando sus emociones o pensando que está enferma cuando las tiene. Pocos se revelan a la sordidez y no aceptan la monotonía como una opción. Yo no tengo opciones solo vivir todo el tiempo con el termómetro a 40 grados.
Por eso me deshice de una vez del maldito camisón dejándote contemplar ampliamente mi desnudez y así comenzaste el recorrido desde los ojos pasando por el lunar doble que traspasa mi cuello de frente y por detrás como si fuera el vestigio de una aguja atravesada. Hiciste escala en los pechos que son grandes y por ventura han recibido muchos elogios, a la mejor solo eran mentiras, el punto es que me han hecho creer que son lindos, pero yo qué puedo decir, yo que tengo al mismo tiempo la mejor y peor opinión de mí.
Tus ojos se detuvieron a la altura del ombligo desviándose ligeramente hasta la cicatriz de una operación de apéndice, pequeña y discreta gracias a mi tenacidad justo en el quirófano cuando después de la anestesia todo lo que podía decir en mi delirio es que por favor no me dejaran una grotesca sutura mientras sollozaba. Cuando desperté, terminada la cirugía, lo primero que me dijo el doctor fue: “Te la dejamos para que puedas seguir usando bikini” en ese momento respiré aliviada, luego dormí durante horas.
No pudiste evitar la curiosidad de pasar la yema de tu dedo sobre la cicatriz que parece un cierre finito, a veces pienso que por ahí es donde me escapo en las noches cuando te encuentro en sueños, es decir cuando mi alma te encuentra. El contacto de tu dedo me produjo un escalofrío, pero uno bueno, no del que te llena de aprensión sino del que te recuerda que estás vivo y necesitas rendir homenaje a ese sentimiento, por ejemplo haciendo el amor.
Y más allá del sexo fue lo que hicimos, conscientes de que tal vez esa oportunidad de oro no volvería a repetirse…besé tus labios despacio permitiéndoles conocerme, sentir ese bocado de dicha, por momentos solo fue una caricia sobre la superficie, luego comenzó el jugueteo con la lengua, en círculos, en líneas irregulares. Elevados por la razón de la sinrazón nos besamos desde la forma más tierna y afable hasta el forcejeo vehemente de robarle el aliento al otro y hacerlo desmayar.
Tus labios surcaron mi cuello y luego se apoderaron de todo mi cuerpo de una manera delicada siguiendo el contorno natural de su geografía y entonces nuevamente dijiste mi nombre; mis ojos se humedecieron, volvía a existir, estaba ahí experimentando los altibajos de mi pulso, muriendo y resucitando una y otra vez. Correspondí a ese deleite de la misma manera; arropándote entre caricias húmedas, mi lengua se deslizó sobre tu superficie, curiosa, impulsiva, irreverente, guardando tu sabor en la memoria.
Todas tus latitudes me fueron reveladas correspondiéndose con el mapa que estuvo trazado en mi imaginación desde hace mucho. Te pido perdón porque mi lado más salvaje se hizo presente y quise tomar el control de todo; siempre he tenido delirios de amazona por eso me sitúe encima de ti con las rodillas clavadas a un costado de tus costillas, no puedo decirte si es la postura que más disfrutas pero te aseguro que en ese incursión aposté toda la experiencia que poseo para detonar el placer, placer del bueno: natural, sin remilgos, desinteresado, mutuo, porque ese movimiento no solo era un deleite para ti que entornabas los ojos mientras tus jadeos subían de volumen [¡Qué música más bella, cuando los estertores del gozo se estrellan contra el silencio!] también lo era para mí, conforme el movimiento se hacía más circular y rabioso me envolvió el éxtasis del orgasmo, sentí que desfallecía no obstante mi regalo aun no estaba completo, seguí moviendo las caderas permitiendo que guiaras su ritmo, que fuera a tu modo, tiempo y forma, te colmé con frases sórdidas esas que solo deben decirse en la privacidad, sonreíste, después apretaste los párpados y me sujetaste más fuerte hacia ti, las marcas de esa batalla duraron en mis muslos varios días. 
Te entregaste con ímpetu al goce, tu respiración era irregular y atropellada y tu voz se quebró al decir una vez más mi nombre. Eso fue todo lo que necesité para que otra camada de lágrimas me envolviera, esta vez las emociones se me atragantaron y dije el tuyo en una frecuencia baja, no sé si escuchaste, pero lo más importante es lo que leíste en mi mirada. Después caíste arrullado por mi abrazo, en vez de canciones para dormir te susurré algunos poemas tratando de que su contenido no fuera tan personal, pero ¡caray! en este momento todo era personal.
Velé tu sueño hasta que el cansancio y todo el montón de sentimientos que cargaba terminaron por sofocarme y dormí custodiada por el fragor de los relámpagos, hacía mucho frío afuera sin embargo la habitación mantenía una temperatura agradable. Antes de cerrar los ojos pude ver la lluvia mezclada con nieve ciñendo las preciosas flores rojas del jardín interior. Esa noche soñé con regiones desconocidas, auroras boreales y paisajes infinitos por los que corría desnuda.
 
Así es como llegamos a ese punto de la mañana llena de centellas y silencio en complicidad. No hablamos de más, todo estaba dicho.  Finalmente nuestro avión despegó, resulta que viajábamos con igual destino aunque no necesariamente juntos, la misma encargada del mostrador que nos dio una habitación para los dos nos asignó lugares separados durante el vuelo. Honestamente no lo lamenté, igual hubiéramos tenido que viajar en silencio o divagando en tonterías porque las conversaciones relevantes son difíciles en lugares públicos. Además en este punto ya nos conocíamos como pocos logran hacerlo, de adentro hacia fuera y sin simulaciones, no obstante sé que todavía hay mucho inexplorado, una gran extensión de territorio virgen, tal vez ese es el principal estímulo para seguir construyendo en mi mente una radiografía de ti, una versión alterna donde posiblemente nosotros seamos mejores personas de lo que somos en realidad, aunque por otra parte no se cuál de las dos soy yo y quién es la que escribe en este momento mientras se mira a sí misma dormir sosegadamente. 
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Foto del autor Laura Vegocco
Textos Publicados: 41
Miembro desde: Nov 05, 2012
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Descripción

¿Y qué si esta noche me aparezco en tus sueños? ¿Escaparás o te quedarás a soñar conmigo? Podemos estar seguros y satisfechos de nuestra realidad consciente, pero en el mundo de los sueños tal vez somos más auténticos que nunca.

Palabras Clave: Fantasía sexo onanismo lujuria emoción espacio dimensión desdoblamiento.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficción


Creditos: Laura Vegocco

Derechos de Autor: Laura Verónica Gómez Contreras


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