LAS HOJAS.
Publicado en Jan 25, 2017
Las hojas comenzaron a caer sobre su cuerpo, los sentimientos en él eran confusos: rabia, tristeza, angustia, pero sobre todo rabia. Sentía una rabia inalienable hacia nadie en particular.
Las hojas siguieron cayendo, su cuerpo estaba casi cubierto por completo de aquellas hojas crujientes y otoñales. Parecía que todos los arboles del mundo habían decidido depositar sus hojas en desuso sobre aquel cuerpo indefenso que no podía defenderse siquiera de aquel follaje. Parpadeaba, solo parpadeaba; era lo único que aquel cuerpo podía hacer, y resoplar para apartar las hojas de su rostro. Pero cada vez le resultaba más difícil. Sintió al viento cantar y a la hojarasca danzar alrededor de sus oídos, entonces pensó que el manto que cubría su cuerpo se uniría a aquella compañía de canto y danza y que por fin quedaría libre. Pero se equivoco, el manto siguió sobre su cuerpo y las hojas danzantes terminaron su baile sobre el colchón de hojas que cubrían aquel cuerpo. Ya no sabía si era de noche o de día, las hojas lo habían cubierto por completo. Trato de divisar luz a través de los pequeños huecos que las hojas dejaban pero no lo consiguió. Pensó si el aire que se filtraba por esos mismos espacio le sería suficiente para respirar y sobrevivir. Y concluyo que lo mejor sería que no, lo mejor sería morir bajo aquellas hojas que ya se habían convertido en su tumba en vida. Pero claro que él no tenía el poder de decidir. La montaña de hojas cada vez era mayor, podía sentir el peso sobre su cuerpo. Intentaba moverse, pero toda la fuerza que anhelaba hacer para mover alguna extremidad de su cuerpo se depositaban en la gestualidad de su rostro. También intento gritar varias veces, pero no tenia voz, y no sabía porque, no sabía porque estaba mudo y porque todo su cuerpo estaba paralizado. De la misma manera que sentía que lo mejor sería morir, ya que su cuerpo era completamente inútil para desparramar un montón de hojas, también guardaba la esperanza de que alguien lo encontrara. Algún limpiador de parques que recogiera las hojas, algunos niños gustosos de jugar en aquella enorme montaña de hojas. Pero el tiempo corría y nadie sacaba las hojas de aquel lugar. Se podía ver un parque completamente limpio de hojas secas, salvo por un rincón, aquel rincón donde todas las hojas iban a parar, una montaña enorme que esperaba una quema controlada para hacerlas desaparecer. Aquel cuerpo sentía que había resistido más de lo que cualquier cuerpo podría resistir sin agua y comida bajo la intemperie. Nada de lo que estaba sucediendo era normal, la única explicación era que todo fuese un sueño, un sueño interminable tal vez producido por un coma. No cabía dudas, aquella era la respuesta, por eso no podía mover su cuerpo, por eso no podía gritar. Estaba en un estado de coma luchando por su vida. Esa era la respuesta que aquel cuerpo cubierto de hojas quería tomar como racional. Todo lo que estaba viviendo era un sueño de coma, tal vez si lograba sacarse aquellas pesadas hojas de encima conseguiría divisar un triste y frio cuarto de hospital. Se dio cuenta de algo más, lo que le hacía pensar más fervientemente en la teoría del coma. No dormía, desde que las hojas habían comenzado a caer sobre su cuerpo no había dormido, o al menos eso era lo que él sentía. No creyó estar muerto, no aun, le resultaba una situación demasiado rara para la muerte. Aunque desde ya nunca había estado muerto, le parecía que una eternidad como castigo bajo un montón de hojas era algo absurdo. Algo nuevo sintió en su rostro, era algo que aun no había sentido desde que había quedado sepultado en vida bajo aquella montaña de hojas, sintió su cara húmeda, era la única parte de su cuerpo que aun sentía sensibilidad. Sintió como las hojas mojadas se pegaban en su rostro. Dedujo que obviamente estaba lloviendo. Era una sensación demasiado clara y perturbadora como para no ser cierta o pertenecer a un viaje de coma. Algo nuevo se le vino a la cabeza, en realidad era algo que ya se le había cruzado pero no con tal lucidez. Pensó que si todo lo vivido era inducido por un coma, ¿qué tanto tendría de cierto y, que otro tanto de fantástico inducido por los narcóticos que tal vez le estuviesen suministrando, o quizás por la confusión en sí? Si lo fantástico eran las hojas sobre su cuerpo y lo real su cuerpo completamente carente de sensibilidad y movimiento, lo mejor sería que aquellas hojas terminaran por asfixiarlo. Comenzó a desesperarse, era otra sensación que hasta el momento no había experimentado. Ya no tenía certeza si estaba vivo, muerto, bajo un coma, o simplemente soñando confusamente por el abuso de drogas o alcohol. Lo cierto era que ya no quería seguir así, no quería sentir más aquellas hojas sobre su rostro, llenándolo de oscuridad, cubriendo sus oídos del sonido que las hojas secas dan, y también cuando están mojadas por la lluvia. Lo que lo volvía loco era la incertidumbre de no saber por lo que estaba pasando. ¿Cuánto tiempo más podría estar así? Cuando su mente terminaba de formular aquella pregunta sintió los parpados fuertemente pesados y la oscuridad que le brindaban las hojas cambio por la oscuridad que el sueño trae. Al parecer aquel cuerpo finalmente se había quedado dormido. Tal vez cuando despertase nuevamente encontraría la claridad de su confusión. No pudo estimar cuanto tiempo estuvo dormido sin soñar imágenes, pero cuando despertó se encontró en la misma situación en la que se había dormido. Bajo un montón de hojas y, con todo su cuerpo paralizado. Entonces lloro, no tenía más que hacer que llorar y resignarse; Tal vez esperar un milagro, porque estaba paralizado o muerto, o quizás a punto de morir. Él no lo sabía, todo era pura confusión. Su estomago crujió, se dio cuenta que sentía hambre, y también se dio cuenta que sentía sed. No sabía si en el estado de coma o en la muerte, o quizás antes de morir se sentían aquellas necesidades fisiológicas. Así que aquellas nuevas sensaciones no cambiaban su confusión en lo absoluto. Metió algunas hojas aun húmedas en su boca y trato de estrujar toda su humedad lo más posible, pero no consiguió demasiado. Seguía sintiendo sed y hambre. Comenzó a tragar hojas desesperadamente lo más que podía, no lo hacía con la intención de saciar su hambre, sino con la intención de ahogarse con ellas y ponerle fin a su vida si era que aun estaba vivo. Las hojas fueron amontonándose en su garganta y comenzó a producir arcadas. Pudo sentir que se ahogaba, pudo sentir que le costaba respirar. Las arcadas eran fuertes pero no vomitaba nada más que baba seca, bilis, y no era suficiente como para ahogarse en su vomito. Pero sin embargo su plan le estaba dando resultado, las hojas estaban logrando asfixiarlo. Las hojas que habían sido amontonadas prolijamente para ser quemadas no lo fueron. La lluvia había arruinado aquel plan. Una topadora las levantó a todas juntas y las deposito en un volquete de basura para que allí terminaran de pudrirse. El musgo que se formaba le daba una nueva vida a aquellas hojas muertas, un nuevo ecosistema de microbios y gusanos daban vida en aquel cuerpo donde el musgo se encarnaba y se colaba hasta los huesos; y aquel cuerpo invalido solo con lucidez mental seguía en su confusión tratando de descifrar su sueño de coma, su purgatorio, su muerte concreta o su final de vida. Ya no era un cuerpo inerte tapado por hojas, ya no era una persona, ya no era nada que se asemejara a dicha descripción. Ya no era un ser viviendo en dicho plano terrenal. Él mismo se convertía en un nuevo universo, un plano sobre otro plano, un dios creador de un nuevo orden, un orden plagado de insectos y gusanos. Un mundo putrefacto de hojas y cucarachas donde él era el mismo centro de la creación, tan real para esos seres, como tan irreal para su humanidad que dejaba de serlo. Poco a poco fue dejando de respirar, dejándose llevar por esa irrealidad, haciéndose cargo de que un nuevo mundo habitaba en él, y que nada podría hacer para cambiarlo
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Maritza Talavera
javier