EL POEMA TIENE SUS MOMENTOS
¿Por qué me obligas,
porfiado escribidor de versos?
¿De dónde esa oportunista ansia
de agrupar sonidos y palabras,
constreñidos, a la fuerza,
en un alicate métrico?
¿Crees que soy un alambre semántco?
¿Qué soy sólo una forma,
para que tú digas lo que sea,
así como sin querer
diciendo nada?
No. Me rebelo a tu hambre palabreica,
a tu fatua verborragia cognitiva.
Ahora, me da lo mismo colaborar con tu capricho.
¡Y dicen que las musas aquí y allá!
¿Acaso importa
que la musa sea una bruja?
Escribidor: ¿Por qué no sueltas el lápiz
y tiras de una vez al fuego tu cuaderno?
¡Ah, arruga además la hoja
en la que estás escribiendo!
¡Déjame tranquilo!
Pero tú regresas con aire atormentado
y como insistes tanto,
te daré un salpicón de palabras,
o alguna frase que diga lo contrario. ¡Toma nota!:
La razón precipitada en un capricho;
el estorbo de los siglos;
el uniforme de Boy Scout de Donald Trump,
un limón "naranjicida";
La caída del cabello de las pelucas
al galope tendido de las arañas.
Otra vez, la historia de la muñeca mutilada,
la sirena en un barco de papel,
Un pirata en un barco manicero
y la tumba putrefacta de los héroes.
Nada más.
Vuelvo a mi silencio.
E.D.A