Pecado
Publicado en Mar 16, 2017
¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Meses? ¿Años? ¿Décadas? La soledad se cierne sobre mí. Es una existencia abrumante. El vacío y la oscuridad son mi martirio. Es inevitable esta necesidad de saciarme de almas. Aunque su luz me ciega, el consumirlas me calma; sosiega mi ansiedad.¿Cuántas más? ¿Cuánta sangre necesito beber? ¿Cuantos llantos y gritos para ahogar el silencio? ¡Más, requiero más! Más incautos e inocentes. Una no basta, el deseo es incontrolable. Pero debo esperar, pues el sol se levanta y su resplandor me lastima. Unas horas solamente. Mientras tanto, el recuerdo de la última víctima me tranquilizará.Esa linda chica, de piel aterciopelada, con labios rojos y su lindo cuello. Gemía y luchaba con desesperación. Pero que inútil es eso. Aunque sus gritos y llantos son una melodía gratificante. Su tierno cuerpo y su vitalidad le dieron un sabor exquisito. Sabía a olvido, a placer.¿Estaré condenado? Claro está. Mi propia existencia es prueba de ello. Aunque no sé cuál fue mi crimen… ya no lo recuerdo. Han pasado años, siglos, tal vez milenios. Ahora sí sé que no hay retorno, no hay perdón. Deambularé por la eternidad, como un fantasma, como una bestia terrible que se esconde entre las sombras. Pero debe haber un fin, una conclusión para este sufrimiento. Aunque he sido señalado por un pecado mortal, y mi descanso no llegará jamás. Y junto a ese pecado se han acumulado otros. Pero es imposible detenerme. No hay manera que pueda parar. Solo la luz del sol me contiene, sin embargo, no puede ser de día eternamente.Escucho voces. Cuchicheos a lo lejos ¡Aléjense, váyanse de aquí! No contribuyan a mi castigo. Pero… debo comer, matar, necesito su sufrimiento, su dolor, que se equipare al mío.¿Quién será? Tengo curiosidad. Oh, ahí están. Son dos jovencitos atraídos por sus pasiones. Que delicia. Parecen contentos, alegres por descubrir el amor. Cuanta felicidad que se acabará en un instante ¿Ataco ahora o espero un rato más? Seré paciente y me acercaré un poco. Cuanta ingenuidad. Son tan frágiles, tan dulcemente jóvenes. ¿Yo habré tenido esa edad? Debí tenerla… o ¿Morí con prontitud? No, recuerdo unos labios sobre los míos. Eran tibios, suaves y húmedos. Y Recuerdo unas manos delicadas, blancas manos sobre mi rostro. Martha, su nombre era Martha. Y era como esa joven de ahí: bella, delgada y sonriente. Recuerdo su rostro amable. Siempre estaba para mí, para cuando le necesitara. Pero debí matarla… ¿por qué la maté? ¿Me engañaba? No, era fiel. ¿Una traición? Tampoco, no era capaz de eso. ¿Cuál fue su crimen? ¿Por qué me hizo cometer el mío? Recuerdo un hombre grande, con barba. Un hombre enojado, lo veo gritando y humillándome. Me castiga, me azota cruelmente. Y yo era un niño, es simple adolescente que buscaba a amor.¿Qué hice padre? ¿Por qué me lastimabas? solo necesitaba cariño. No hicimos nada malo, solo amarnos. Ahora recuerdo. Lo veo con más claridad. Fue por su culpa, la maté por su culpa. Llegó a mi aquél día, cuando yacía en el piso sangrando.—Está mal lo que hacemos, debemos detenernos —Me dijo—, es un pecado.—Pero te amo Martha, te amo, hermana.—Yo te amo a ti, Ezequiel, te amo, pero no puedo verte así, lastimado. Debemos parar, aunque no creo que pueda. Estamos ya condenados. Todos lo saben y nadie nos perdonará. Prefiero morir. Mátame, Ezequiel —Me dijo suplicante—. Si no lo haces tú, me mataré yo.Y ¿Qué podría hacer? ¿Dejarla que se condenara? Ya habíamos cometido pecado, pero tal vez Dios la podría perdonar, pero un suicidio, eso no tiene perdón. Así que la maté… por amor. Después de eso fui por nuestro padre y lo maté a él…y me maté a mí. Desde entonces solo hay vacío, sufrimiento y dolor.
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