Solo fui ingenua al creer que me hacía bien tenerlo a mi lado. Le entregué todo de mi ser, incluso mi corazón.
Lo besaba en mi mente por las noches, fue mi razón prisionera de su risa. 
Fui esclava del aroma de su piel. Me entregué a sus brazos y no estuve preparada para caer al vacío.
Me aferré a sus manos fuertes para sentirme segura.
Quise escapar del dolor y lo encontré, quise volver a sentir y lo besé, quise morir de amor y lo amé, creí no volver a sufrir nunca más... y el se me fue.
Se fue dejandome loca, atada al pasado y sin ganas de olvidar, en un manicomio de risas que sonaban como su voz. Estaba sola, en la soledad de las noches sin luna.
Mis lagrimas tenían sabor a olvido, mis ojos reflejaban el dolor de mi alma, y mi cuerpo pedía a gritos sus manos fuertes una vez más.
Me fui dejando caer a pedazos, sofocada de odio y rencor, lo fui perdonando dentro de mí.
Pero volví... volví a quererme una vez más. De a poco mi risa no necesitaba su compañía.
Comprendí que mi cuerpo no era solo de sus manos, que mi corazón volvería a sentir amor mil veces más, y que verme linda no dependía de él, sino de mí.
Y aca me veo, escapando nuevamente del dolor, y esta vez me encuentro a mí. Me entrego a mi fortaleza, a mi presente y mi futuro llenos de mi propia felicidad.
Hoy mi ser no lo necesita, hoy mi alma vuelve a festejar.