Andes
Publicado en Apr 25, 2017
Nuevamente el cielo en llamas, me recuerda el destino que añoro. Una Tierra ya hecha, ya fija, construida por sí misma, las leyendas de su historia, y el Mito. El Mito siempre presente. En mi corazón, en mis ojos, en mi boca, en mi búsqueda. Mi añoranza, mi melancolía.
No existe a mi alrededor guía. O eso dicen. La verdad es que la guía nació conmigo. Y también morirá conmigo. La he visto desde que abrí los ojos, me ha visto desde que se enredó en mi columna y me dio forma. Lenta y poderosamente creciendo en mi sin percatarme. Aquel Mito que nos hace uno, sin querer. Aquel Mito que hace arder la sangre, que la justifica, que la liga con el pasado y el futuro. Mas no con el presente. En esta realidad sin guía, en esta “casa miserable”, todo es relativo y ni el tiempo es ya tiempo, y el espacio nunca fue espacio. Dicen las buenas lenguas que el Mito murió con su gente, que cielo y tierra pasarán, que la verdad está en todos y que uno no es ninguno, y todos también. En ésta, mi realidad, mi espacio y tiempo, he tenido que buscar sin descanso aquella luz que nos guía, aquel portador del saber y una verdad tan cierta como el Mito. Como el alma. Pues siento en mi ser un pequeño sabio intentando conversar en las escaleras del templo, con sabios mucho más sabios, y niños mucho más niños. Despierta en mi aquella vieja alma que deambula buscando su otra alma. Y a veces se duerme, o se cansa, o se transforma, y llega aquel niño que sólo juega y disfruta, que sólo busca el placer y la satisfacción. Pero en esta tierra sin guía, nada es momentáneo. Ni los templos ni las caras, ni los seres ni los placeres. Todo siempre parece venir desde otro mundo. Uno real. Uno sin esa maldita cubierta que me tapó los ojos por tantos caminos. Explosiones cósmicas me invaden de vez en cuando. Siento que el estómago saldrá por su boca y engullirá mi corazón para devolverlo a donde pertenece. ¿A dónde pertenece? El Mito, tan femeninamente, me susurra desde su Tierra una respuesta que poco logro oír. Hay demasiado ruido en este mundo de ocupaciones. Banales, mundanas, torpes, incompletas e inverosímiles ocupaciones. A veces logro escuchar, como entre medio de sus cascos, el viento polar que zumba por los valles. Lágrimas se desprenden de mí, me agotan y me queman con su viaje, con su canto de añoranza por aquella voz que hace tanto, tanto no escucho. Y luego se pierde, fuerte y clara, como esperando que la busque, que no me rinda. Que haga de esa llama que tengo dentro, un incendio que queme toda mi alma, que sea mi alma, y me lleve a donde pertenezco. A la tierra del mito y la verdad. A lo más profundo de mi ser. La pertenencia nunca ha sido un sentido en mi. Siempre buscando lo que no me pertenece. Lo que no tengo, pero que tuve. Lo que tendré al final del viaje, cuando la leyenda muera y el mito, al fin, comience. La leyenda tan exigua que ya todos parecieron olvidar. El mito que los une a todos, sin saberlo. Y mi viaje, la más pura verdad.
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Elvia Gonzalez
Carlo Biondi
Mara Vallejo D.-
veía las llamas consumir su verde ropaje y todo lo que albergaba. . .
Grandes letras, amigo mío.
Grato leerte
Te mando abrazos