San Pascual Bailn
Publicado en May 11, 2017
Ya no le buigas, joven, no tiene caso. A naiden le importa Bailón, es un pueblo olvidado. Ya naiden se acuerda de él, ni siquiera los federales. Ni ellos se molestaron en ver lo que había pasado. Créame, viví allá muncho tiempo y nunca vi que ni un policía se parara por allí ni de casualidad. Es más, desde huerco que no veo que alguien extraño entre a esas tierras. Es un lugar muerto, abandonado hasta por quienes nacimos ahí. Yo lo dejé porque ya no aguantaba tanta amargura. No se puede respirar, apenas si se puede vivir, pero a fuerzas, con la poquita esperanza que deja el ver a otros irse.
A mí no me quedó de otra más que dejar a mi madre, porque ya no podía estar en ese lugar tan abandonado. Fueron treinta años soportando el silencio y la monotonía. Desde que Don Pancho Arreola ya no está, el pueblo se fue pa´ bajo. Yo me acuerdo bien, y eso que solo tenía ocho años en ese entonces, pero ese lugar era otro. Figúrese usted, las calles estaban llenas de muchachas lindas y caballerangos que llevaban a sus animales a beber al rio, que, para ese entonces, aún llevaba agua. Pero como le digo, ese era otro pueblo. Las fachadas estaban pintadas de colores relucientes y sus calles estaban limpias. La gente aún se despertaba a la madrugada para barrer y dejar el pueblo oliendo a tierra mojada. Para cuando pasaba por la calle principal, al ir escuela, se podía ver el bullicio de la gente andado por ahí con sus asuntos. Íbamos un monto de chiquillos encontrándonos unos a otros para no llegar solos a clase. Recuerdo bien como aún había buena educación. Todos los chilpallates coreábamos juntitos el “buenos días” cuando entraba el profesor. Era para nosotros un segundo padre y tenía la misma autorida. Las fiestas del pueblo eran fiestas de verdad, con gente bailando en las calles, comida hasta para llevar en itacates y música que duraba hasta el otro día. Recuerdo que llegaban montones de gentes de otros pueblos solo para las fiestas. Todo mundo se vestía de gala y se dejaba el trabajo para después. El cura, que para ese momento aun iba a diario a visitar al pueblo, se mezclaba entre la gente y terminaba con Don Pancho bebiendo hasta que se dormía. Ese era otro pueblo, uno que daba gusto ver, oler y saborear. Las gallinas cantaban al alba y todos nos despertábamos con ellas para continuar con la labor. Pero eso se terminó el mismo día que Don Pancho decidió irse pa´ la ciuda. Mucho se fueron con él, hasta el agua del rio. La tierra se hizo polvorón y las calles dejaron de barrerse. Las muchachas se hicieron señoras abandonadas por maridos, y se quedaron llenas de hijos que les exigían cosas que no les podían dar. El trabajo se terminó y los hombres tuvieron que buscar nuevos rumbos para seguir viviendo, pero dejaron a los huercos y a sus mujeres atrás. ¿Qué quiere que le diga? Yo me fui con ellos cuando tuve oportunidad. Regreso de vez en cuando porque allá está mi madre y se me apachurra el corazón dejarla abandonada. Pero por eso me fui, para poder traérmela conmigo una vez que junte los centavitos suficientes para poder comprar algo de algo para meterla a vivir. Aunque de eso ya hace diez años y ta´no los junto. La situación está canija, y es muy trabajoso hacerse de algo. ¿Pregunta por qué se fue Don Pancho? pues mire, hay quien dice que le ofrecieron un buen negocio que no pudo rechazar. Pero la verdad, se dice que fue por Cuquita González, esa mujer que lo atrapó con hechizos, con cosas de brujas. Bueno, eso dicen. Pues resulta que la esposa de Don Pancho se enteró de sus queberes y pues… lo sacó del pueblo, abandonando a Cuquita y a todos con ella. Y es por eso mismo que dicen que el pueblo está maldito. Cuquita, como yo la conozco, porque era una señora respetuosa cuando Don Pancho estaba allí, se enojó con todo el pueblo, y que les echó la culpa a todos cuando la señora de Don Pancho se enteró de sus encuentros. Pero, ¿Cómo no se iba a dar cuenta? Si Cuquita traiba mejores galas que la esposa... que ya ni recuerdo como se llama. Pero creo que por eso se enojó, pues a ella la tenía encerrada mientras que a Cuquita la paseaba para todos lados. Pero es verdad que las señoras le tenían mucha envidia. Se encabritaban cuando la veían con sus vestidos nuevos y con las joyas que ellas no se podrían compra nunca. Todo mundo la veía cuando pasaba por la calle. Unos le arrancaban el vestido con los ojos mientras otros la asesinaban en sus mentes. Siempre provocaba cosas, buenas o malas. Ya ni sé cuál es cual. El asunto es que cuando Don Pancho se jue, Cuquita se encerró en su casa y naiden nunca la vio a plena luz del día, aunque sí salía por las noches… más bien, en las madrugadas.” Los más valientes, o los más tontos, que se quedaban hasta tarde en la calle, escuchaban llantos y gritos, lamentos por Don Pancho. Una vez Melitón Domínguez vio algo extraño. Dice que cuando pasaba por enfrente de la iglesia se trasformó en un pájaro gigante, en una de esas aves llamadas lechuzas, ya sabe, de esas que dicen que son brujas… y tienen razón, bueno, eso digo yo, aunque nunca me ha tocado divisar ninguna, gracias a Dios. Al pobre Melitón, de lo asustado que estaba, se le quitó lo borracho y fue a dar a la iglesia. Ahí lo encontraron, rezando y llorando la mañana siguiente. Aunque no se le puede creer mucho a Melitón, es un borracho y pue´que que haya imaginado todo. Aunque ya son muchos años desde eso. Pero ella siguió ahí, en su casa de ventanas atrancadas y oscurecidas, apareciendo aquí y allá, llenándose de rumores y leyendas, hasta que empezaron a desaparecer algunos niños. De pronto, ya no los encontraban. Se le mandó hablar a la montada, pero nunca fueron. Las viejas del pueblo estaban seguras que había sido ella, así que una noche se juntaron todas y fueron a hasta aquella casa. No sé por qué no fueron de día, quizás para que la noche les quitara la vergüenza de ir a matar a una mujer. Sea como sea, se juntaron y llegaron hasta la casa aquella. Tocaron y gritaron una y otra vez, pero no salió naiden. Se enfurecieron y empezaron apedrear las ventanas y encendieron las cortinas negras. Todo aquello era un borlote. Parecía una fiesta como aquellas de hace muchos años. Entraron a fuerzas, buscando por todos lados, pero no la hallaron. Solo se toparon con un cuarto lleno de pinturas y figuras del diablo, con velas negras y sangre de animales. En medio de un altar sestaba el retrato de Don Pancho. Destruyeron el lugar y empezaron a quemarlo todo. Por lo llenas de odio que estaban, no se dieron cuenta que la casa se llenaba de humo y el fuego empezó a descontrolarse. Cuando quisieron salir, la puerta estaba obstruida por una viga que había caído del techo. Nadie pudo escapar. Todas murieron ahí. Los hombres que se habían quedado en sus casas salieron a ver la tragedia, pero no pudieron hacer nada, solo ver y llenarse de agrios recuerdos. Se dice que el olor a muerto y a quemazón llegó hasta los pueblos cercanos. El tufo lo impregnó todo, y si uno va a Bailón en estos días, aún se puede oler a muerte. Mi madre no fue esa noche, porque ya no podía caminar, Gracias a Diosito. Pero ella también recuerda con claridad los gritos muerte. No se supo si realmente Cuquita robó aquellos niños, pues ya no se dejó ver, pero se cuenta, que esa noche, en lo alto del cielo, mientras la casa se quemaba junto con casi todas las mujeres del pueblo, una ave blanca volaba, gritando victoriosa.
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