Al acecho.
Publicado en Jun 08, 2017
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Estoy en una habitación oscura donde se filtra levemente la luz. Mis manos están atadas con una cuerda áspera que se incrusta en mis muñecas, incomodándome y lastimando mi piel. Me siento muy débil, cansada y sin aliento. Hace un calor insoportable y un olor nauseabundo se cuela por mis fosas nasales, dañándolas por su hedor amargo y penetrante. Estoy terriblemente asustada pues es probable que hoy sea asesinada. No tengo idea de cuanto tiempo ha pasado desde que los encontré a todos muertos. Tampoco sé por qué sigo viva... pero no quiero morir. En cualquier momento espero que ese hombre entre por la  puerta y me parta en dos la cabeza. Y pensar que apenas el viernes estaba muy cómoda en mi cama, tomando chocolate caliente y leyendo un buen libro, pero... esa llamada. Cuánto me alegré al saber que podía viajar a la Sierra Madre Occidental a visitar a las comunidades necesitadas de alrededor. Deseaba tanto vivir la experiencia de servicio que no medí las consecuencias. Solo dije sí, que estaría lista el lunes temprano para viajar a San Nicolás de Bari, a ese pueblito autóctono en lo profundo de la sierra. Para poder llegar ahí, viajamos en avioneta por un par de horas y otras tres en una camioneta bastante vieja. El pueblo es muy lindo, pequeño y con muchísimas carencias. Nos encontramos con una población de no más de 30 personas; Casi todas ellas niños y mujeres. Los hombres se habían ido a probar suerte a los Estados Unidos y de vez en cuando mandaban dinero, pero no era suficiente, así que nosotros  decidimos llevar algo de alimento, un poco de medicinas y ropa abrigadora. El plan era permanecer una semana apoyando en el diagnóstico de algunas enfermedades, dar unos talleres de planificación familiar y proporcionar ayuda a las madres solteras. Yo iba de apoyo, como asistente de la Dra. Irigoyen, mi maestra en la facultad de medicina. Ella organizó todo el viaje, consiguiendo voluntarios, patrocinios, haciendo los planes y contactando a las personas. Éramos siete los voluntarios que hicimos el viaje. Estábamos muy entusiasmados. Cuando llegamos, la gente no se acercó, eran muy renuentes en recibirnos. Todos nos extrañamos del comportamiento porque la doctora había dicho que los lugareños eran muy joviales, amables y fraternos. Sin embargo, nadie salió de sus casas a nuestra llegada. Hacía tres años que no se visitaba al pueblo, así que la situación había cambiado por completo. Tuvimos que ir directamente con la señora Irma, jefa del lugar. Ella nos contó que la gente estaba asustada, ya que, desde hacía un poco más de dos años, alguien había estado matando los animales de alrededor junto con algunas personas. Incluso habían mandado algunos policías de la ciudad para investigar, pero, cuando se adentraron en el bosque, jamás regresaron. Sospechan de un estudiante que perdió la cabeza matando a su familia y a una persona del campamento donde hacia una investigación.  De eso ya más de un año y medio y, desde entonces, el gobierno los había abandonado. La gente se reúsa a salir de sus casas, pues decían que no tenían a donde ir. No nos habían informado de la situación por miedo a que canceláramos la visita, y ahora más que nunca, necesitaban de la ayuda. A pesar de las circunstancias, tuvimos que quedarnos ahí unos días, pues no había forma de comunicarnos con el dueño de la camioneta que nos había llevado al pueblo. Así llegó el fin de semana sin que nada pasara. Cuando vinieron por nosotros nos alegramos, pero apenas había trascurrido una hora de camino cuando se descompuso la camioneta. Los chicos, junto con el chofer, intentaron arreglarla, pero fue inútil. Se decidió que el chofer regresara sólo al pueblo pues podría ir y venir con más rapidez para traer las refacciones necesarias. Nos sentíamos confiados y fuera de peligro, incluso habíamos tomado una actitud festiva. Hicimos una fogata al costado del camino y esperamos, cantando y comiendo. Casi al atardecer, me separé del grupo para ir al baño, así que me adentré en el bosque. Me quedé un buen rato entre los árboles observando el paisaje, pues se veía espectacular; me perdí en su belleza. Jamás me imaginé que al regresar vería la escena más aterradora y trágica de mi vida. Encontré un mar de sangre. Los cuerpos estaban mutilados, con los miembros esparcidos por todo el lugar. Algunos rostros expresaban terror y sufrimiento. Grité como nunca antes lo había hecho, pero creo que eso fue un error; quizás fue por esa razón que estoy ahora aquí. Corrí rumbo al pueblo, pero estaba demasiado lejos, no pasó mucho tiempo antes que cayera rendida. Desesperada y sin fuerzas me derrumbé, llorando sin cesar. La noche caía y solo pensaba llegar a casa. No sé cuánto tardé en pararme de nuevo, pero me sentía increíblemente sola, desanimada y agotada. Caminé a tientas, sin un rumbo claro. Ya no veía nada. Las estrellas estaban escondidas tras las nubes y cada sonido me causaba pánico. Sentía que me perseguían y tal vez era así. Escuchaba pasos, voces y una respiración agitada. Traté de correr, pero era muy difícil ver entre los árboles. Sentí de nuevo que alguien venía atrás de mí, así que apresuré el paso… pero tropecé en una piedra y me golpee la cabeza. Lo último que vi antes de desmayarme fue a un hombre corpulento, de barba muy tupida, muy sucio, lleno de sangre y con un hacha en su mano. Usaba el cabello largo y tenía una cicatriz muy profunda en su cuello. Después de eso, no supe nada más.…Sucedió hace unos años atrás, cuando mi familia y yo salimos a pasear al rio. En ese entonces era un joven investigador, un entusiasta de las ciencias forestales. Ya casi había acabado mí trabajo en esa temporada y decidí traerlos conmigo en el último fin de semana; jamás debí hacerlo. Mi esposa y mi hijo estaban muy alegres de ir a río, pues habíamos visto caer un meteorito no muy lejos de ahí y queríamos investigar. Les encantaba la naturaleza. Pensé que no había peligro pues había recorrido esas tierras un millón de veces y no detecté nada fuera de lo común, pero me equivoqué. Ni siquiera había oscurecido y, cuando llegábamos al lugar, algo nos atacó. Nunca vi que era, pues se movía muy rápido para distinguirlo, solo vi sus enormes garras, sus ojos rojos y sus colmillos poderosos. No pude hacer nada para salvar a mi familia… apenas si pude sobrevivir yo. Como pude llegué al campamento cubierto de sangre, con una herida en el cuello y muerto de miedo. Les conté a todos lo que había pasado pero nadie me creyó. No sé de dónde sacaron la idea que yo los había matado. Trataron de encerrarme y… maté a uno de ellos para escapar. Mandaron a unos policías a buscarme, pero esa cosa los mató. Desde entonces he estado aquí, tratando de cazar aquel monstruo. Sé que no me creerás, pero la prueba está que sigues viva. Yo no quiero matarte, de hecho solo quiero ayudarte a seguir viva. Esa cosa viene del espacio, y quizás vengan más en camino. Es una bestia horripilante, y sin piedad. Mata todo lo que se le cruza por su camino. Me he enfrentado a él un par de veces, pero ya huye de mí. Estamos en un continuo acecho entre los dos, como un juego de presa y cazador que se van turnando los roles. Quizás ahora venga por ti, así que será mejor que te quedes aquí hasta que logre matarlo. No hay forma de salir de la zona sin que nos alcance. Lamento la situación, pero tú no podrás regresar a casa.
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Foto del autor Raúl Véliz
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Descripción

Una chica despierta atada en un lugar extraño. ¿Qué pasado?

Palabras Clave: Intriga thriller

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Terror & Misterio



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