La mujer y la niña
Publicado en Jun 27, 2017
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Sus manos estaban cubiertas de sangre. Las miró mientras el dolor, que parecía brotar de los recuerdos, se hacía más y más intenso, pero al mismo tiempo se adormecía. Como cuando te despiertas y por unos segundos todo lo que rodea tu vida, bueno o malo, deja de existir. Pensó en el color. Había creído conocer el tono de la sangre. ¡Rojo! Habría sido su respuesta antes de ese momento.
-          Es negra.
Exclamó para la habitación vacía, enfocándose más en lo que su mente le dejaba ver que en la realidad. Negra porque la oscuridad es así. Negra porque en ese tipo de dolor no hay cabida para otra tonalidad.  Negra, como el alma del asesino que se lleva la vida de quien quiere por capricho.
-          ¿Sabes lo que duele ser herido por alguien que amas? – dijo la niña mientras acomodaba un mechón de su pelo tras su oreja. 
-          Si, lo sé. ¿Acaso no me ves?
-          ¿Por qué lo hiciste? – preguntó mientras se detenía frente a la sangre derramada en el piso.
-          ¿Por qué lo hice? – le dedicó una mirada de enojo –, ¿crees que tuve opción?
Nadie respondió. ¿Estaba sola de nuevo? ¿Por qué lo hice? La preguntaba seguía en su mente.
-          Siempre existe una opción. Debiste escucharnos. Las alarmas de dispararon y…
-          ¿Las alarmas? ¿Acaso crees que no las noté? – apoyó sus manos en el suelo dejando una palma de sangre al levantarlas –, ¡no pude correr! Yo quería, yo sabía…
-          ¡No mientas! Ignoraste cada llamada de atención. Y ahora ya es tarde – el mechón, de nuevo en su frente, le otorgaba un aspecto rebelde.
-          ¡Lo sé! No lo digas, por favor.
-          Cuéntame, quiero saberlo – dijo mientras se sentaba en el piso, justo al lado de la negra sangre.
-          Puede que te lastime…
-          Lo sé. Pero quiero saberlo de todas formas. Puede que ya lo sepa, pero quiero oírlo de tu boca.
-          ¿Y si te lo enseño?
-          Eso sería mejor.
-          Entonces dame tu mano, ponla aquí – dijo señalando su corazón.
-          ¿Ahí? Debería ser aquí – afirmó la niña señalando su cien.
-          ¡No! – dijo con una mirada triste y sonriente –, tú lo vives ahí, pero yo lo vivo aquí. Pon tu mano – justo antes de dejar caer la pequeña mano de la niña, se detuvo y, mirando con vergüenza, agregó –, yo… lo lamento.
Es dulce. Alguien que me hace reír tanto no puede ser malo ¿verdad? Si, vamos. Dejémoslo entrar. Mira lo que dice, mira sus ojos, ¿son hermosos verdad? Mira como sonríe. ¿Sonríe por mí? Claro que sí, solo somos dos. Siempre seremos dos. Quiere verme, ¿es normal? Si, dejemos que entre. ¡Anda por favor! No puede salir mal, mira lo que dice… habla del mañana. Yo quiero un mañana. Anda, di que sí. Solo por un ratito dejemos que se apodere de nosotras. Solo hoy, ya mañana no lo dejamos. Deja que gane. Ya sé que no es un juego, pero talvez podamos jugar. ¿No sabe que lo miro? Tienes que ver cuando… ¡no! no quiero irme. Ya sé que lo dijo, pero talvez se arrepiente… no es malo. Es dulce. Claro que no miente. ¡Me quiere! Lo sé porque yo lo quiero. ¿El golpe? No fue al propio. Solo lo hizo porque yo le insistí. No quiere que me vaya y ¡yo no quiero irme! No siempre lloro, estas mintiendo. Siempre sonrió cuando me abraza, bueno cuando yo lo abrazo. Talvez olvida quien soy. No quiero dejarlo. Por favor deja de decir eso. No es verdad. Claro que lo siente, no cambia porque no sabe cómo. ¡Claro que le importo! Me escribe y dice que se quiere quedar. Yo le creo. ¿El otro golpe? Fue sin culpa. Por favor solo un día más. No tanto tiempo. Unos meses nada más. Deja que me quede un día mas, mañana seré fuerte. ¡Claro que no! esta vez hablo en serio. Yo soy capaz de irme, no te necesito para eso. Pero el me necesita, debo ayudarlo a que se dé cuenta. No digas eso, duele cuando lo mencionas. Las heridas fueron mi culpa. Yo también lo hiero… está bien, no es verdad. Pero es porque somos diferentes, él muestra su cariño así. ¿Qué quiero yo? A él. ¿Y qué conmigo? Yo también me quiero. ¡Claro que se nota! Mira sus palabras, mira como me ve. ¡Míralo! No lo puedo dejar, no me puedo ir. Toma mi cintura y mientras me desnuda siento el amor que guarda, él dice que sí soy suficiente. ¡No lo sé! Deja de preguntar. ¡No sé por qué si soy suficiente no quiere decirme que sí!  Talvez tiene miedo. Cuando me hace el amor mi mira el rostro. Nunca había hecho el amor. Él me enseño. ¿Cómo lo voy a dejar? ¡No quiero otro! ¿y si me equivoco? Tal vez si me quiera. No me hagas esto, sé que me quieres, pero no lo digas. Duele cuando lo dices. ¡Los golpes no importan! Solo tengo que enfocarme en sus ojos. Deja que me quede un día más. Mañana seré valiente para irme.
-          ¡Basta! No me enseñes más. – La niña se apartó con un brusco salto que la hizo caer, y entre lágrimas agregó –. ¡No quiero ver más!
-          Sé que no entiendes porque no es racional, ¿pero lo sentiste? ¿verdad que sí? Por eso lloras, ahora sabes que…
-          ¡Le querías! ¿Cómo pudo hacerte eso? – las palabras entrecortadas salían con violencia de la niña –, ¿cómo te…?
-          Oh pequeña... – dijo la mujer con una sonrisa en el rostro que reflejaba una sabiduría llena de dolor –, yo le quería, pero él no a mí. – Una lagrima cayó en la sangre.
-          Lo lamento, nunca me habías enseñado. Los recuerdos son hermosos, su risa y sus ojos, es tan puro lo que sentías al verlos, pero… –  se detuvo un momento para buscar las palabras –, guardan dolor, ¿por qué?
La mujer estiró su brazo y la niña, al comprender la invitación, se abrazó a su pecho, ambas se miraban hermosas, complemente bañadas de oscuridad, sal y sangre.
-          Porque las cosas hermosas pueden causar dolor – otra lagrima se derramó en la sangre –, además siempre supe cuál sería el final… ¿entiendes?
-          ¡No! ¿por qué lo dejaste? ¿por qué no escuchaste?
-          Si escuché. Pero cuando se ama algo es difícil dejarlo ir.
-          Y ahora estas….
-          ¡Calla! Si lo admito nada volverá a ser como era.
La niña se apartó y doblando sus rodillas quedó a la altura del triste y pálido rostro de la mujer. Tomó sus manos y las colocó en sus heridos ojos.
-          Dejaste que te golpeará, dejaste que entrara y ahora…
-          No sigas. No me arrepiento. Sabía el riesgo al entrar a ese mundo. No me importó, me perdí en cuanto vi sus ojos. Lo seguí ciegamente. Los ignoré a ustedes y ahora estoy…
-          Lo sé. No lo digas. Duerme. Mañana despertaras y la herida dejará de sangrar. Yo la detendré. Volverás a latir, la próxima haré sonar más fuerte las alarmas. Lo prometo. – Se echó a llorar.  Las lágrimas caían en las manos de la mujer, mezclándose con la sangre.
-          Mientras existan los latidos nunca escucharé las alarmas – posó su mano por la mejilla de la niña y limpió un lagrima –, deja de llorar.
-          Siento el dolor. Es horrible, es…
-          Es real. Y ahora sabes que vale la pena sentirlo – la mujer esbozó una sonrisa torcida.
-          Desearía me escucharas – reprochó la niña entre una respiración agitada.
-          Desearía escucharte.
Una brisa azotó la lúgubre habitación. Ambas se miraron. La herida en el pecho de la mujer se abría con cada suspiro, dejando que la sangre escapara.
-          ¿Voy a morir? – preguntó la mujer.
-          No – la niña sonrió –, quizá no lo puedas recordar del todo, pero esta no es la primera vez que me preguntas eso.
-          Creo que tienes razón, pero… ¿por qué no lo recuerdo?
La niña la miró como si dudara del efecto que tendría su respuesta. Levantó su barbilla y tomando valor dijo:
-          Porque si lo hicieras no volverías a….
-          A amar… ¿cierto?
Ambas bajaron sus miradas. Ambas respiraron.
-          Esta vez no quiero olvidar.
-          ¿Qué? No puedes – exclamó la niña mientras dirigía su mano a la herida abierta.
-          ¡No! deja que sangre.
-          Pero yo…
-          Es momento que te vayas – dijo la mujer besando la mano de la niña, la cual ahora tenía rastros de sangre en su rostro.
-          Si me voy no volveré a verte, te iras y yo seguiré siendo…
-          Lo que siempre has sido. Y lo que yo debí haber sido.
La niña se puso de pie. Le miró por unos segundos y, justo antes de marcharse, la mujer la detuvo.
-          Quizá algún día me vuelvas a ver.
La niña sonrió.
-          Y sonaré las alarmas.
Una lagrima bajo por ambos rostros. Ahora, en la soledad, el silencio encerraba una acogedora sensación. Como una melodía que alegra la escena de una vieja película. La sangre brotó una, dos, tres veces más y, mientras la mujer dejaba que su cuerpo sintiera cada recuerdo, sonrió. Esta vez no temía decirlo. Y, con una dulce mirada de victoria en el rostro, gritó:
-          ¡Finalmente muerta!
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Foto del autor Lucia Alfaro
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5 Comentarios 552 Lecturas Favorito 1 veces
Descripción

A veces solo queda dejar que todo sea lo que se supone que debe ser.

Palabras Clave: mujer niña sangre

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Terror & Misterio



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Yosef Rodrguez

Simplemente increíble.
Saludos.
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September 12, 2017
 

Lucia Alfaro

Gracias, un abrazo.
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October 30, 2017

Marìa Vallejo D.-

Hola Lucía
Fuerte tema, amiga mía!!!
Has guiado bien la historia y no cesan las imágenes...
Final de gran valía.
Grato leerte, abrazos.
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September 07, 2017
 

Lucia Alfaro

Gracias María, un fuerte abrazo!!
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October 30, 2017

Gustavo Adolfo Vaca Narvaja

Duro relato, bien elaborado y con un intercambio de diálogos que a veces confunden, pero llevan sin duda al objetivo final, salir a la superficie entre una neblina de promesas a la sombra de una realidad que duele y desnuda una figura que tiene un final contundente
Felicitaciones Lucía
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September 06, 2017
 

Lucia Alfaro

Gracias Gustavo, me alegra lo hayas disfrutado. Duro o no, los relatos deben ser contados, un abrazo.
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October 30, 2017

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