La verdad  entendida como expresión sobre la realidad de un hecho ya sucedido 
tiene  indiscutiblemente un precio incalculable, pues esta significa las bases para
la excelencia en la formación de la persona.  La verdad es el valor que sustenta
los demás valores que constituyen una buena persona; un buen Ser Humano
siempre dice la verdad porque tiene muy claro que este es el paso preciso, seguro
y exacto con el cual recorre su camino a lo largo del tiempo, mientras conforma su
vida, establece en todos los niveles: laboral, familiar, social, etc un ejemplo de
desarrollo y crecimiento espiritual y material que jamás tambalea ni ante el más
violento vendaval; un buen Ser Humano siempre dice la verdad porque ante todo
valora y aprecia la paz  que esta virtud genera antes que someterse a la
dependencia que ocasiona la mentira.  La persona que dice la verdad merece
respeto y se gana la credibilidad de todo el mundo, en cambio el mentiroso será
siempre el payaso en el cual no se puede confiar con la horrible consecuencia de
que vivirá esclavo de su resabio de mentir, porque toda mentira origina otra
mentira, convirtiendo su mácula en un suceso recurrente, donde reinan la trampa y
el engaño conformando fracasos y frustraciones.
 
Aún así y teniendo muy claro qué es verdad y qué es mentira y por más que sea
una persona honesta, honrada y honorable, jamás se podrá reconocer como el
poseedor de la verdad absoluta, pues toda, toda opinión o concepto está sometido
a innumerables juicios de valor que pueden comprometer muy severamente su
buena fe y su buena voluntad e inclusive suelen generar en sí mismo opiniones 
tan contradictorias entre ellas que  ocasionan confusiones y dudas. 
 
Autoproclamarse el dueño único de la verdad es sinónimo de arrogancia y
Prepotencia, tan dañinos para quien los practica como para todo su entorno,
pues con esto se vuelve el fiscal y el juez de todo el mundo y de toda situación de
 una manera parcializada.
 
Cuántas veces luego de un corto o extenso análisis y después de escuchar dos
razones o motivos que justifiquen hacer tal o cual cosa, no concluimos que ambas
partes tienen razón y que los argumentos del uno son tan válidos a favor como lo
son los de quien los condenan?.   Seguramente que muchas veces nos ha pasado
esto; pero cuando abrimos la mente a la diversidad de criterios, opiniones o puntos
de vista, damos cabida a la posibilidad de diferentes verdades para un mismo
asunto.  El hecho de tener en cuenta y analizar las diversas versiones hace de
nuestro concepto un juicio imparcial; el hecho de escuchar y considerar  a todas
las partes sin prevención ni preferencia por alguna de ellas, hace de nuestro
criterio un veredicto creíble y respetable. 
Sin embargo, a veces la verdad depende de un juicio preconcebido, como cuando
nos vemos obligados a identificarnos con la interpretación de una u otra versión de
una misma  historia, nos encontramos con tantos y tan variados argumentos para
construir nuestro propio juicio que no logramos comprometernos porque todas las
partes tienen razón, todos son verdad y caemos en cuenta de cuestionarnos y cuál
es la verdad?  Dónde radica la verdad verdadera?  Dónde se halla o cuál es la
verdad universal?  Existe la verdad única?  Qué sucede cuando la verdad es
esquiva a nuestra consciencia?