El penltimo gol de la tarde (Minicuento)
Publicado en Aug 06, 2017
Sólo faltaban 10 minutos para que el Real Marfil derrotara al Juventud de Miñán. Ya estaba la Copa asegurada puestos que los azules ganaban a los rojos por 2-1. Pero todavían faltaban 10 eternos minutos por jugar y Pepe Julián Oreiro, gallego de pura cepa, de esos costeros atrevidos siempre a buscar esponjas en los fondos marinos, luchaba sin cesar para dejar el marcador ya muy lejos de las ansias de los miñarenos. Era mucho más que una final. Era el ultimatum de jugar bien o jugar mal. Pepe Julián Oreiro estaba jugando más que bien haciendo lo que el míster Ziganas Mayor había dibujado en la pizarra dentro del vestuario. Tras haber roto el 1-1 amenazador, el Real Marfil comenzaba a funcionar a velocidad de crucero mientras el Juventud de Miñán, manejaba un ritmo de barcaza. La diferencia radicaba en que Pepe Julián Oreiro, que se ganaba la vida como representante de los refrescos "Latacola" estaba anulando por completo, a lo largo y ancho de todo el terreno de juego, a Chuchi Manchón, el engreído vendedor de máquinas de tejer "Tejero y Compañía". Aquella era la clave que estaban comentando los criticos de la emisora de radio Colorín para los centenares de miles de oyentes que enviaban mensajes de aliento al Real Marfil. Los del Juventud Miñán eran rechazados por los aficionados futboleros por el simple hecho de que no hacían más que ir por el mundo diciendo que eran imbatibles. La realidad era bien distinta. Por cada triunfo o empate conseguido por los miñaneros a lo largo de toda la temporada los del Marfil habían ganado diez partidos más que ellos. Si Chuchi Manchón había declarado en la víspera que barrerían a los marfileños a forma y manera de galerna, el silencioso Pepe Julián Oreiro estaba hablando solamente dentro del campo. Y llegó la ocasión que tanto estaba buscando. Un ataque en oleada de todos los del Real fue la causa de que el balón quedase en "tierra de nadie" justo en el lugar téorico de los mediocampistas miñaneros; pero estando en la cancha Oreiro nunca había dudas de que las "tierras de nadie" eran sus preferidas, así que engatilló un disparo a media volea que zumbó el aire, derribó la resistencia de Eolo y fue a terminar besando las redes como un enamorado besa en el último momento de su desesparación a la novia nunca olvidada. El gol fue el penúltimo de la tarde porque un minuto después Pepe Julián Oreiro puso en bandeja otra vez un pase de gol a su amigo Andrés Castelho quien lograba un "hack trik" inolvidable. 4-1 y Chuchi Manchón más callado que un halcón peregrino con las alas completamente cortadas y el pico más cerrado que la boca de las minas del río Tinto que surcaba por ambas poblaciones. A un lado y al otro del Tinto toda la noche se llenó de bengalas de colores azules mientras alguien pintó en el muro de la iglesia: "Si Dios jugara al fútbol sería azul hasta sus médulas". Y nadie se atrevió a borrarlo.
Addenda (Garrincha versus Pelé).- Pelé fue La Academia y La Técnica del fútbol. Garrincha fue La Bohemia y El Arte del balón. Pelé la samba. Garrincha el candomblé. Pelé fue el astro luminoso del deporte. Garrincha fue el cometa sideral del balompie. Respetando todas las opiniones, yo ni entro ni salgo en el asunto de decir cuál de los dos fue el mejor porque, siendo totalmente sincero, para mí el más completo de todos fue Alfredo Stéfano Distéfano Lahule. Pero sólo es una opinión subjetiva nada más. El mundo del fútbol es así de interesante: cada aficionado tiene su versión y, en ese sentido, la estadística y el palmarés de cada deportista sólo es un dato referencial nada más; un dato importante pero no el más determinante. Suele ocurrir que grandes genios del fútbol carecen de grandes logros por circunstancias ajenas a ellos y otros, mucho más mediocres, han alcanzado éxitos increíbles por haber jugado, por ejemplo, en equipos plagados de estrellas. Por eso para mí lo mejor de un deportista es lo que ha supuesto para todos sus compañeros y no para él mismo de manera individual. No sé si me he explicado bien pero lo he intentado. Quiero decir que, bajo mi punto de vista personal y con criterio propio, después de haber jugado durante muchísimos años al fútbol he llegado a la conclusión de que es mucho más valioso un futbolista que juega para todo el equipo que un futbolista que todo el equipo juega para él; porque hay futbolistas que son necesarios pero hay futbolistas que son imprescindibles. Sustituir a un futbolista necesario por otro futbolista necesario es relativamente fácil pero sustituir a un futbolista imprescindible por otro futbolista imprescindible es absolutamente difícil. PERO COMO NO LLEVAMOS ESTO... La Caixa de toda la vida.- ¡Claro que te conocemos! ¡Tenemos miles de veces repetida tu firma y eres un cliente excelentísimo! PERO COMO NO LLEVAMOS ESTO... Banco de Santander (ex Hispano Americano).- ¡Claro que te conocemos! ¡Tenemos miles de veces repetida tu firma y eres un trabajador excelentísimo! PERO COMO NO LLEVAMOS ESTO... Segunda Caixa de toda la vida.- ¡Claro que te conocemos! ¡Tenemos miles de veces repetida tu firma y eres una persona excelentísima! PERO COMO NO LLEVAMOS ESTO... Alcaldía de Molina de Segura.- ¡Claro que te conocemos! ¡Tenemos miles de veces repetida tu firma y eres un empadronado excelentísimo! PERO COMO NO LLEVAMOS ESTO... Centro Médico Marín.- ¡Claro que te conocemos! ¡Tenemos miles de veces repetida tu firma y eres un enfermo excelentísimo! PERO COMO NO LLEVAMOS ESTO... Trabajadora Social.- ¡Claro que te conocemos! ¡Tenemos miles de veces repetida tu firma y eres un comunicador social excelentísimo! PERO COMO NO LLEVAMOS ESTO... Cáritas de Molina de Segura.- ¡Claro que te conocemos! ¡Tenemos miles de veces repetida tu firma y eres un voluntario social excelentísimo! PERO COMO NO LLEVAMOS ESTO... Registro Civil.- ¡Claro que te conocemos! ¡Tenemos miles de veces repetida tu firma y eres un ciudadano excelentísimo! PERO COMO NO LLEVAMOS ESTO... Mercadona.- ¡Claro que te conocemos! ¡Tenemos miles de veces repetida tu firma y eres un comprador excelentisimo! PERO COMO NO LLEVAMOS ESTO... Con San Pedro en el Cielo.- ¡Claro que te conocemos! ¡Tenemos miles de veces repetida tu firma y eres un cristiano excelentísimo! PERO COMO NO LLEVAMOS ESTO... Seguridad Social.- ¡Claro que te conocemos! ¡Tenemos miles de veces repetida tu firma y eres un asegurado excelentísimo! PERO COMO NO LLEVAMOS ESTO... Un grupo de amigos de la calle.- ¡Claro que te conocemos!¡Tenemos miles de veces repetida tu firma y eres un amigo excelentísimo! PERO COMO NO LLEVAMOS ESTO... Comunidad de Vecinos.- ¡Claro que te conocemos! ¡Tenemos miles de veces repetida tu firma y eres un vecino excelentísimo! PERO COMO NO LLEVAMOS ESTO... Galgos y podencos.- ¡Claro que te conocemos! ¡Tenemos miles de veces repetida tu firma y eres un poeta excelentísimo! PERO COMO NO LLEVAMOS ESTO... El pito del sereno.- ¡Claro que te conocemos! ¡Tenemos miles de veces repetida tu firma y eres un bohemio excelentísimo! PERO COMO NO LLEVAMOS ESTO... Tu cara me suena.- ¡Claro que te conocemos! ¡Tenemos miles de veces repetida tu firma y eres un actor excelentísimo! PERO COMO NO LLEVAMOS ESTO... La madre que parió a Panete.- ¡Claro que te conocemos! ¡Tenemos miles de veces repetida tu firma y eres un chaval excelentísimo! PERO COMO NO LLEVAMOS ESTO... Etcétera.- ¡Claro que te conocemos! ¡Tenemos miles de veces repetida tu firma y eres un escritor excelentísimo! PERO COMO NO LLEVAMOS ESTO... Notario.- ¡Claro que te conocemos! ¡Tenemos miles de veces repetida tu firma y eres un personaje excelentísimo! SON CINCUENTA EUROS. FIN DE LA GRACIOSA CUESTIÓN DE LA MODERNIDAD A TOPE DEL PERO COMO NO LLEVAMOS ESTO... Comentario: PERO COMO NO LLEVAMOS ESTO... EL CUENTO (Taller dirigido por José Orero de Julián “Diesel” Los seres humanos, a diferencia de los animales, somos capaces de crear ficciones. Dentro de esta capacidad creativa se encuentran lo que llamamos y conocemos con el nombre de cuentos: unas historias literarias que nos sirven para explicar lo que sucede en el mundo. ¿Cómo define la Real Academia de España el asunto? Según los académicos de la RAE el cuento es una narración breve de ficción. Es necesario extendernos un poco más para definirlo mejor. Así que podemos decir que el cuento es una narración breve, oral o escrita, en la que se cuenta una historia de ficción con un reducido número de personajes, un poco de intriga, un clímax y un desenlace final rápido e impactante. Si nos referimos a los cuentos escritos existe mucha controversia en cuanto a la diferencia entre un cuento y un relato. Muchas veces la diferencia está muy clara pero también hay muchas ocasiones en que un cuento puede catalogarse, al mismo tiempo, como un relato y, viceversa, un relato puede catalogarse como un cuento. Para algunos analistas de la Literatura la gran diferencia se encuentra en el número de páginas (el cuento muy pocas y el relato algunas más) pero, sin embargo, existen numerosos cuentos con un amplio número de páginas y existen relatos de una sola página o incluso menos. Así que es erróneo decir que la diferencia se basa en la menor o mayor extensión de páginas; porque existen los mini cuentos, los cuentos y los maxi cuentos, al igual que existen los mini relatos, los relatos y los maxi relatos. Para diferenciarles es necesario tener en cuenta otros factores literarios. En este difícil asunto yo aplico varias condiciones que me sirven para determinar a ambos géneros y separar el uno del otro. Quizás esté siendo muy subjetivo pero tengo mi propio método para decir que un cuento no es un relato y que un relato no es un cuento. Por ejemplo, mientras que el diálogo siempre es necesario que exista en los cuentos, en los relatos no es ninguna obligación de escribir diálogos aunque existen relatos que contienen algunos o bastantes diálogos en su estructura literaria; pero hay otras condiciones divergente y podemos citar algunas. Los relatos casi siempre son muy realistas y prosaicos o descriptivos, mientras que los cuentos contienen siempre un lenguaje poético no a través de un poema (aunque existen cuentos escritos en forma de poesía) sino porque en ellos tienen un lugar preeminente la fantasía y la creatividad basada en imaginaciones. Esto no suele ocurrir, casi nunca, en los relatos. La imaginación y la fantasía tienen que estar siempre presente en un cuento aunque este cuento sea de los clasificados como “realistas” mientras que en los relatos no es obligatorio que contengan esa clase de mágica fantasía y creatividad imaginativa de los cuentos. Hay relatos que contienen algo de eso o algo parecido a eso pero no exactamente igual. Otra cuestión a tener en cuenta son los finales (la forma de terminar un cuento y la forma de terminar un relato). El cuento siempre debe de tener un final sorprendente, un final que impacte en la mente de los lectores y lectoras hasta que le deje una huella debido a lo inesperado o a lo profundamente emotivo. En muchos relatos ese impacto final no existe aunque tenga un gran valor literario y sea una verdadera demostración de valiosa aportación a la Literatura. En el cuento, además, siempre debe ser un final cerrado (aunque existen excepciones de cuento con final abierto) mientras que abundan bastante los relatos que terminan en final abierto (aunque muchos terminen con final cerrado). Una diferencia muy notable es que el cuento siempre narra historias más o menos fabulosas mientras que el relato cuenta historias más o menos cotidianas, Un cuento siempre es una fabulación recreativa mientras que un relato siempre es una recreación no fabulada. En el cuento el tiempo literario siempre es cronológico y siempre va desde el pasado hasta el presente e incluso hasta el futuro, pero esta condición no es necesaria para escribir un relato que puede tener tiempo cronológico continuado o presentar saltos hacia atrás, saltos hacia adelante, etcétera. Así que podemos decir que el cuento es una inspiración de un momento determinado siempre sucesivo y el relato es una redacción de momentos que no tienen por qué ser sucesivos. El cuento siempre narra una historia principal mientras que un relato puede estar narrando varias historias paralelas. El cuento es siempre de carácter fantástico mientras que el relato, aunque sea muy emocionante o de suspense, no recurre a la fantasía sino a la recreación artística nada más. Podemos añadir que el cuento es muy concreto mientras que existen muchos relatos que son muy abstractos. Y esto se debe a que el cuento narra una sola historia, un solo conflicto protagónico (aunque en los cuentos más o menos largos existen conflictos segundarios pero siempre como complementos del conflicto protagónico y para ayudar a dar mayor emoción a la trama) mientras que el relato puede tener (y muchas veces tiene) varios conflictos principales que caminan de manera paralela para unirse al final o sólo tienen puntos de contacto meramente referenciales, lo cual no sucede nunca en un cuento. El cuento es una intuición espontánea, El relato es una recreación meditada. Cuando conseguimos escribir un buen cuento es una victoria por KO. Cuando conseguimos escribir un buen relato es una victoria por puntos. Podríamos seguir analizando varias diferencias más pero, dejando ya de lado las posibles discusiones que yo creo que son más bien aleatorias y no decisivas, veamos cuál debe ser la estructura de un buen cuento. En este sentido tenemos que tener muy claro que si queremos escribir un cuento que sea realmente bueno debemos saber que su estructura siempre se rige por las “tres unidades” teatrales: Planteamiento, Nudo y Desenlace o, si queremos llamarlo de otra manera para diferenciarlos de las obras de teatro podemos decir Introducción, Desarrollo y Final. La Introducción es la parte del cuento donde presentamos el espacio y tiempo del cuento o. dicho de manera más comprensible, el ambiente contextual donde se va a desarrollar la historia contada; al mismo tiempo que aparece ya el personajes principal o protagonista del cuento (que a veces pueden ser dos o tres pero nunca es aconsejable más de dos o tres). En este inicio de la obra se nos dice el lugar donde se desarrolla la historia, la época a la que pertenece dicho lugar y el problema principal al que llamamos conflicto del cuento. Durante el Desarrollo vamos presentando y solucionando (cuando no se trata de un mini cuento sino de algo de mayor extensión) los diversos conflictos secundarios que formarán, todos en conjunto, los recursos que usamos para ir resolviendo el conflicto principal y que, por lo tanto, están al servicio de éste. Y el Final es la solución que le damos a la historia; es decir, la manera en cómo damos la respuesta al conflicto del cuento. Este final no tiene que ser solamente o triste o feliz (como muchas personas creen) sino que también puede tener otra clase de finales como la ejemplaridad, algo imprevisto, algo que sea sorprendente, o solamente psicológico, filosófico, interrogativo, etcétera y aunque lo más normal (lo que sucede en la inmensa mayoría de los cuentos) el final es cerrado. Existen algunas pocas excepciones de cuentos que terminan en final abierto y, desde luego, son mucho más difíciles de escribir que los que terminan en final cerrado. Para dominar los finales abiertos tienes que ser más bien un aventajado profesional o, al menos, tener capacidades de escritor más desarrolladas que lo que entendemos como normal. Pero para los que se inician en la literatura creativa es más aconsejable que escriban, sobre todo al principio, cuentos cerrados y, una vez bien dominados estos, atreverse ya con los cuentos de finales abiertos. Aclaremos lo que, en Literatura Creativa, conocemos como finales abiertos y finales cerrados. Un final cerrado en aquel en el que todas las tramas (o casi todas) quedan totalmente resueltas, la incógnita se aclara y dota de verdadero sentido concreto a toda la narración. Justo al contrario ocurre con un final abierto que deja alguna o varias preguntas sin resolver dando pie a las interpretaciones de cada lector o lectora y que no tienen por qué ser las mismas. Para lograr que un final abierto sea convincente y agrade al lector o lectora hay que dominar muy bien la técnica del cuento o de otra manera podemos crear una confusión en la mente de quienes lo leen sin encontrar un verdadero sentido a la historia porque les cuesta entender lo que el autor o la autora ha pretendido lograr con dicho final abierto. Mientras que en el final cerrado el narrador da por terminado el conflicto y su protagonista pasa a vivir una nueva situación (porque su conflicto se ha acabado) en le final abierto el narrador obliga a los lectores a que tengan que hacer un esfuerzo suplementario para imaginar el final que más prefiera cada uno de ellos y de ellas porque el autor deja al libre pensamiento de quien lee la solución que más le agrade. Los profesionales de la Literatura aconsejamos a los principiantes que comiencen por dominar bien el arte de escribir cuentos con finales cerrados antes de hacerlos con finales abiertos que pueden estropear una buena historia si no lo planteas en un momento óptimo de la narración. ¿Cómo nos situamos los autores de cuentos ante la creación de uno de ellos? O bien lo hacemos en primera persona o bien lo hacemos en tercera persona (prácticamente casi nunca existen cuentos escritos en segunda persona aunque a veces lo consigamos porque tenemos ya demasiada experiencia literaria). Un cuento está escrito en primera persona cuando el narrador es el mismo protagonista principal de la historia o, en algunas raras ocasiones, un protagonista secundario que narra lo que le sucede al protagonista principal; y un cuento se escribe en tercera persona cuando el narrador lo hace desde afuera de la historia, algo así como alguien que está observando lo que ocurre y lo va contando sin ser partícipe de los hechos que están ocurriendo, A veces se consiguen buenos cuentos mezclando la primera y la tercera persona pero tampoco es recomendable para quienes empiezan a desarrollar el arte literario. Para aprender cuáles son los objetivos que persigue el escritor de un cuento y cuáles son los principales subgéneros de cuentos debemos saber, en primer lugar, que la palabra cuento deriva del latín “computus” que significa cuenta; y es que, como ya he explicado antes, el cuento es una narración más o menos breve (a veces se dan casos de cuentos bastante largos de extensión y no dejan por eso de ser cuentos) cuentan algo basado en hechos reales o ficticios pero que siempre tienen una trama protagonizada por un solo personaje principal o por varios personajes principales (no más de dos o tres) que busca terminar con finales de alguna manera didácticos o valiosos para la educación de las personas que leen. Entendido esto, o quizás por eso mismo, el cuento es el primer género literario que usaron los humanos y cuyo origen se remonta a la aparición del hombre y de la mujer sobre la Tierra. Por eso, en un principio, eran orales y servían para contar hechos que acontecían en la vida cotidiana con motivo de explicarse el mundo que les rodeaba. Su transmisión se realizaba de generación a generación a través de las recitaciones que hacía los bardos, los vates, los rapsodas, los griots, etcétera, cuando toda la tribu se encontraba sentada alrededor del fuego de las hogueras para luego hacerlo los recitadores alrededor de una chimenea encendida y los cuentacuentos en parques, jardines o lugares ya especializados en la actualidad. Y como cada grupo humano tiene sus propios deseos y sus propias necesidades en diversos momentos de sus vidas, el resultado final (hasta nuestros días) es que hay un alto número de subgéneros del cuento. Podemos citar, por ejemplo, el cuento fantástico, el cuento de hadas, el cuento romántico, el cuento realista, el cuento de ciencia ficción, el cuento de misterio, el cuento de miedo, el cuento de terror, el cuento policíaco, el cuento de aventuras, el cuento realista, el cuento filosófico, el cuento social, el cuento erótico e incluso podemos también citar el cuento de humor o el cuento en forma de monólogo que tan de moda está hoy en día. Si se escribe ya muy bien o se tiene mucha experiencia se pueden escribir cuentos mezclando varios enfoques como, por ejemplo, la aventura con partes de humor o lo fantástico con lo real y muchas otras combinaciones más si es que se domina este arte literario. En cuanto a lo que conocemos como “lo absurdo” es cierto que se pueden conseguir grandes éxitos con cuentos “de lo absurdo” pero sin caer en el “cuento absurdo” ya que son dos cosas bien opuestas. El “cuento de lo absurdo” puede conseguir tener mucho valor pero el “cuento absurdo” no tiene valor alguno. Y, siendo objetivos, existen muchos autores que, demostrando no saber la diferencia, han escrito “cuentos absurdos” sin ningún valor literario ni social en lugar de “cuentos de lo absurdo” que tienen sus propias características valiosas. O sabemos distinguir ambas cosas o no sabemos distinguir lo que es literario de lo que sólo es “escritura basura”. Hablemos ahora del tiempo y del espacio dentro de la literatura. Todo cuento (sea cual sea su género o subgénero) debe tener en cuenta estos dos factores primordiales. El tiempo literario se refiere a la época en que el autor se ha introducido para escribir el cuento, el mundo histórico al que pertenece la trama y la descripción física de los protagonista encuadrados en un contexto temporal determinado (salvo en el caso de algunos cuentos de ciencia ficción que son la excepción que confirman la regla y que son, precisamente por ello, de ciencia ficción ya que rompen las reglas establecidas). Así que el tiempo de un cuento es el momento en el que suceden de manera cronológica y correlativa (desde atrás hacia adelante) para no confundir la mente de quienes los leen. Los “jueguecitos” que algunos autores quieren llevar a cabo con el tiempo de los cuentos suelen terminar en fracasos a no ser que se trate de un “genio de la pluma”. Ahora bien, el tiempo de un cuento puede ser infra temporal (pasado), temporal (presente) o supra temporal (futuro). Y es posible combinar estas tres categorías si se sabe dominar bien el ritmo de una historia contada de lo cual hablaremos más tarde. En la inmensa mayoría de los casos, un buen ciento, si es bueno de verdad, siempre pertenece a un tiempo muy concreto y se desarrolla de manera directamente cronológica, En cuanto al espacio literario de un cuento es todo el mundo imaginario que nos sitúa, dentro de un tiempo ya determinado, en un ambiente concreto. Es el ámbito y el ambiente donde se desarrolla el conflicto (o los conflictos) liberado ya de axiomas y de dogmas academicistas que coaccionan la libertad de imaginación de un buen autor o una buena autora de cuentos. Pero debemos tener siempre en cuenta la coherencia de la lógica más esencial que nos lleva a deducir que si el tiempo es la época el espacio es el ambiente dentro de dicha época. Algunos autores (incluso muy famosos a nivel mundial) han escrito verdadera incoherencias falsamente denominadas genialidades porque, a la hora de la verdad, no tienen “ni pie sin cabeza” al romper, sin capacidad literaria suficiente, la coherencia consecutiva que debe existir entre un tiempo y el ambiente adecuado para dicho tiempo. Cuando el tiempo ha sido bien elegido para enmarcar la historia de un cuento es muy fácil encontrar el ambiente más adecuado para desarrollar dicho cuento sin tener que forzar, para nada, la libertad necesaria dentro del sentido literario para saber con qué límites nos encontramos a la hora de escribir un cuento que, por supuesto, tiene una técnica muy diferente a la del relato y, sobre todo, a la de una novela. Sólo manejando bien el tiempo y su consecuente espacio natural podemos alcanzar a escribir buenos cuentos y hasta cuentos catalogados como geniales sin tener que buscar “cinco pies a un gato”. Es importante no “castigar” la mente de nuestros lectores con cuentos tan absurdos que no sólo no cuentan una historia comprensible sino que la convierten en un verdadero bodrio por mucha fama que la publicidad le dé. Las distorsiones entre el tiempo y su correspondiente espacio sólo tiene valor literario cuando se demuestra una genialidad capaz de conseguirlo escribiendo algo que, al ser analizado, demuestra la capacidad de un autor para dominar dichas distorsiones sin que el producto final deje de ser un verdadero cuento. Quienes comienzan a escribir cuentos y se quieren iniciar en la literatura con el mundo de los cuentos es importante que no busquen “efectos deslumbrantes” sino que manejen bien el tiempo y el espacio sin ninguna clase de distorsiones porque, en ese caso, es muy fácil entrar en contradicciones de tal naturaleza que el cuento deja de ser “creíble” para quien lo lee o lo escucha; y no hay mayor fracaso para un escritor de cuentos y para un cuentacuentos que fracasar por ser incoherente. Así que para iniciarse en la escritura de cuentos lo primero que hay que tener en cuenta es ser coherentes con el espacio y el tiempo en donde ubicamos nuestra historia y, para hacer más fácil la tarea, comenzar por mini cuentos con un solo personaje principal (o como mucho dos) y quizás, si el autor se ve ya bastante capacitado, escribir cuentos de extensión moderada con la presencia de uno, dos o tres personajes principales. Y aquí viene una recomendación muy a tener en cuenta. Todos los personajes principales deben ser bien “diseñados”, que no ofrezcan dudas sobre su importancia en la historia y, en cuanto a los personajes secundarios o terciarios no meterlos en la historia como simples “rellenos” nada más sino que tengan un porqué bien definido e importante para entrar en la historia aunque sólo lo hagan en una sola ocasión o incluso cuando sólo digan una única frase. Si introduces un personaje que sólo dice una frase haz que esa frase sea trascendental para la historia que estás contando y. si no eres capaz de hacerlo, es mejor que no inventes ese personaje que, si no sirve para nada, no debe formar parte del cuento ya que el lector te va a preguntar para qué diantres lo has hecho entrar en la historia. En definitiva, todos los personajes de un cuento (y estamos hablando solamente de los cuentos) deben tener gran importancia para la historia que estamos escribiendo; desde el protagonista principal hasta el más simple que sólo dice una frase o incluso que no habla peor está significando algo muy importante sólo con su presencia, Si no eres capaz de lograrlo no creas porque es innecesario por completo. Y en el cuento (insisto que estamos hablando solamente de los cuentos) es importante el ahorro de palabras y aprovechar al máximo todo lo que hacen los protagonistas, todo lo que dicen los protagonistas, todo lo que piensan los protagonistas e, incluso, todo lo que simbolizan los protagonistas sean seres humanos, sean animales o sean cosas inanimadas a las cuales, gracias a la magia y la fantasía, el autor les ha dotado de la capacidad para hablar. Por todo ello es importante saber dominar lo que yo llamo el ritmo del cuento. El ritmo del cuento no quiere decir la velocidad o la lentitud de la historia sino el grado de vitalidad que contiene la historia. El ritmo del cuento es lo que hace atrapar al lector o a la lectora que se siente interesada en saber qué está ocurriendo en la historia porque el autor la ha escrito con agilidad para no aburrir nunca y conseguir que, con dicho ritmo literario, el lector y la lectora tengan deseos de leer todo el cuento desde el principio hasta el final. Así que el ritmo o la agilidad que le imprimas a un cuento es lo que va a decidir si es interesante o no lo es para la persona que lo está leyendo. Porque tienes que ser siempre importante para tus lectores y lectoras, pero con la convicción bien firme y bien segura de que quienes no te leen, porque no son tus lectores y tus lectoras, te deben importar menos que un pimiento morrón; o sea, preocúpate de pensar solamente en tus lectores y lectoras. El resto del mundo no te interesa para nada; porque los verdaderos y buenos escritores (y escritoras) no lo hacemos para que nos lea “todo el mundo” sino solamente para no defraudar a quienes hemos conseguido hacer que estén interesados e interesadas en saber cómo escribimos para ellos y para ellas y nada más que para ellos y para ellas. Por eso no debes defraudarles. Así que ponle el ritmo adecuado a cada momento del cuento para que seas capaz de que quienes confían en tu arte literario disfruten tanto leyendo tu cuento que éste impacte de tal forma y manera en su persona (cerebro y corazón al mismo tiempo) que jamás lo olvide su memoria. Y eso sí es triunfar como escritor o como escritora. No es cuestión de ser un “best-seller” sino cuestión de ser un artista genial. Dos cosas que casi nunca van unidas entre sí y ya sabemos que se debe a los “intereses creados” tal como dijo Jacinto Benavente que, sin embargo, llegó a ser Premio Nobel de Literatura. Así que plantéate el siguiente buen consejo: “si a muchos no les interesa lo que escribes a ti no debe interesarte lo que muchos leen”. Y sigue adelante sin hacerles ni el más mínimo caso. Aclaradas estas cuestiones vamos a ver los dos sintagmas que debemos atender y seguir para crear nuestros cuentos. Los vamos a definir como “lo que hay que hacer antes de ponernos a escribir un cuento” y “lo que hay que hacer cuando estamos ya escribiendo un cuento”. Es muy importante atender a estas dos cuestiones para no perder la concentración que debemos llevar a cabo para no dispersarnos confundiendo las líneas de nuestra imaginación propia y no fracasar antes de tiempo. ¿Qué debemos tener en cuenta antes de escribir un cuento? Entre otras muchas cosas menos importantes y que dependen solamente de nuestra naturaleza propia, elegimos siete acciones elementales: en primer lugar serénate, no te pongas nervioso o nerviosa si no sabes qué temas vas a elegir y lleva a cabo una acción que hacen muchos expertos en publicidad antes de publicar un eslogan. Consiste en sentarte cómodamente o tumbarte en la cama (no te recomiendo el suelo porque te va a doler todo tu cuerpo a los pocos minutos y te vas a descentrar por culpa del dolor) y llevar a cabo lo que los profesionales llamamos “lluvia de ideas”. Ve anotando en una libreta todas las ideas que vayan llegando a tu imaginación y no descartes a ninguna por muy rara que te parezcan en un principio. Cuando estés concentrado o concentrada en dicha labor verás cómo, de repente, surge una idea que te impacta por algo que en principio no sabes qué es pero que llama poderosamente tu atención. Si esa idea te llena por completo no la descartes porque es la que te va a dar la solución que buscas para encontrar el tema del cuento. Elígela. Siempre que se realiza una “lluvia de ideas” aparece la que menos te esperas pero que es la más adecuada. No lo dudes y elígela como eje de rotación para tu cuento. Es la idea principal lo que importa y si has decidido que sea esa es porque vas a tener suficiente capacidad para desarrollar ya un cuento en torno a ella. Una vez decidida ya la idea principal ponte a escribir en tu libreta ubicando el tema en un tiempo y un espacio que sean bien concretos. Recurre a tu memoria histórica, social, geográfica o de cualquier otro tipo vivencial y/o cultural para encontrar dicho tiempo y dicho espacio. Es importante que lo pienses de esa manera para no cometer incoherencias cuando escribas el cuento. Recuerda algo de tu pasado o de alguna persona, animal o cosa que te haya impactado lo suficiente para comenzar a definir al personaje principal. No fuerces tu memoria y deja que los recuerdos te lleguen suavemente. Si tienes dificultades para elegir el tiempo y el espacio relájate y descansa, Pero no abandones. La idea que has elegido y los recuerdos que te están llegando a la mente (tanto del pasado vivido, del presente sentido o del futuro soñado) te van a ir llegando sin forzar para nada tu ánimo ni mostrar ansiedad alguna. Si ya has encontrado el espacio y el tiempo que más te agradan es señal de que vas muy bien. Llegó la hora de designar personajes. Cualquier cosa que recuerdes o que imagines puede servir para diseñar un buen personaje principal de la historia que quieres contar. Esta elección puede ser o bien un personaje real o bien un personaje imaginado o, mejor todavía, haz una mezcla coherente entre lo real y lo imaginado. Con un mínimo esfuerzo logras elegir al personaje adecuado. Si resulta que te encuentras con dos, tres o cuatro personajes y no sabes cuál de ellos elegir, piensa en cuál es el que más emociones despierta en ti en ese momento. El que más te emocione es el principal. Los otros puedes introducirlos en la historia como secundarios o simplemente olvidarte de ellos. Haz los mismo con el resto de personajes que quieres ir creando y piensa que si vas a escribir un mini cuento quizás te baste y te sobre con un solo personaje principal o, a lo sumo con dos, pero ya tres o más de tres son contraproducentes. Si piensas en un relato medio puede utilizar esos dos o tres o cuatro que no tienen cabida en un mini relato. Y si lo que deseas intentar es escribir un maxi relato puedes ir ideando otros personajes pero con el sumo cuidado de integrar sus conflictos solo como complementos del conflicto del personaje principal. Vuelvo a repetir que si alguno de ellos no va a tener influjo en la historia descártalo por completo y no lo crees. Ahora, todavía tomando apuntes en tu libreta de notas pero si empezar a escribir el cuento, empieza a mentalizar imágenes y a anotar en dicha libreta datos, frases, ideas o cualquier cosa que comience a tener la suficiente consistencia como para, usando todo ello, poder crear ya una historia, un argumento, una trama. Es muy importante que te hagas mentalmente, o apuntando en tu libreta, una sinopsis de tu historia. Una sinopsis es un resumen muy reducido de lo que quieres escribir. Sobre ese resumen ve añadiendo otras ideas que te van llegando y se van colocando como piezas de un rompecabezas. Tarda todo el tiempo que sea necesario y no mires el reloj para nada. Si te relajas lo suficiente como para no preocuparte de nada más que sea ajeno a tu historia ésta va comenzando a consolidarse cada vez de manera más concreta. Si se te ocurren frases sueltas no las rechaces porque todas ellas o algunas de ellas pueden servirte para aumentar el interés de la historia que quieres contar. Lo más seguro es que, a veces, fracases con alguna que otra cuestión pero no te desilusiones porque cuando una idea fracasa es señal de que estás ideando y, de repente, te llega otra mucho mejor. Piensa en lo de “las que se van por las que llegan”. Piensa que es totalmente lógico que no todo te va a valer pero cuantos más datos y anotaciones tengas anotadas en tu libreta y en tu memoria más fácil va a resultar tener ya una noción cada vez más clara de lo que quiere escribir. Ya tienes la sinopsis. No empieces todavía a escribir o hazlo, si lo deseas, en forma de borrador. Elige si vas a escribir en primera persona o en tercera persona (la segunda persona elimínala si eres principiante en el arte de escribir historias puesto que es muy importante que vayas experimentando primeramente con lo más sencillo). Y en este sentido lo mejor es la tercera persona si eres principiante del todo. Si ya tienes alguna pequeña experiencia como cuentista puede elegir la primera persona que es un poco más difícil. Comienza entonces a hacer lo siguiente: organiza tus pensamientos y tómate un pequeño respiro para tomar algo antes de comenzar ya a escribir el cuento. Yo no te aconsejo nada de alcohol ni drogas sino, tal vez, un té o mejor un café con leche que despierte tus neuronas pero no te las anule como hace el alcohol y la droga. Esto es muy importante para escribir mejor. No creas eso de que los grandes escritores siempre son los alcoholizados y los drogadictos porque es una total mentira. Los escritores alcoholizados y/o drogadictos no escriben nada más que “pavadas· y “cuentos absurdos” que, como ya he explicado antes, no tienen ningún valor por mucho que los celebren en los grupos de literatos y hasta les premien a niveles universales. Son meras apariencias de genialidad nada más. La verdadera genialidad está en ti mismo y en ti misma cuando eres una persona corporal y mentalmente sana. No lo olvides nunca a lo largo de tu vida como escritor o escritora. ¡Y de pronto vas y comienzas a escribir con todos tus sentidos bien abiertos! Eso es. Ahora ya puedes ser consciente de que lo que estás escribiendo vale la pena escribirlo. Es el mejor pensamiento que puedes sentir, y asumir internamente, para empezar a escribir un cuento. Mente sana en cuerpo sano y date la señal de salida. No compitas con nadie sino contigo solamente. Entramos en la fase práctica. Lo más importante es que no tengas miedo ni te asustes ante el reto, así que escribe. Rompe con todos los prejuicios de las creencias que no te conducen a ningún lugar y comienza a ser tú mismo o tú misma. Una vez que hayas escrito la primera línea o el primer párrafo descansa, lee varias veces lo que ya has escrito y, si estás de acuerdo con la manera en que has comenzado el cuento escribe con estilo. ¿Qué quiere decir que escribas con estilo? ¡Aléjate de la vulgaridad o de los tópicos innecesarios! ¡Huye de los lenguajes soeces y, sobre todo, no divagues ni escribes con la intención de “estar a la moda”! ¿Qué es eso de escribir “a la moda” en lugar de escribir con estilo? Es algo que no tiene ninguna clase de valor porque te estarías dejando arrastrar por quienes no poseen la creatividad literaria como objetivo fundamental de los cuentos que escriben. Para ser tú mismo o tú misma aléjate de todo ese mundo falto de inteligencia que sólo busca hacer negocio lucrativo con los cuentos. Todo eso demuestra tener falta de personalidad y sólo es propio de gente que termina por ser gentuza. Escribe con estilo limpio, claro y transparente, basándote en tu criterio propio y no en los criterios ajenos muchas veces a lo que eres como persona. Una vez que hayas logrado el equilibrio mental suficiente (y sin mirar para nada el reloj mientras escribes) ya puedes acelerar el ritmo porque muy pronto vas a entrar en la fase del desarrollo argumental. En esta fase, que es la más ardua de expresar deja que la inspiración guíe tus letras. Acuérdate, cuando ya estés de lleno en la sustancia del desarrollo de tu cuento, de no crear una historia “plana” (que siempre resulta muy aburrida para los lectores y lectoras) y tampoco te dediques a escribir una historia “neutra” (que resulta siempre anodina). Así que sigue escribiendo con interés, con emoción, haciendo surgir sorpresa tras sorpresa y utiliza los recursos de tu propia imaginación para hallar el punto exacto en el que vas entrando y saliendo sin tener que forzar la historia; porque si la fuerzas demasiado puedes convertirla en algo estrambótico y sin sentido alguno. Si lo has logrado, entramos en la fase final. No dudes demasiad. Plantéate, mentalmente, uno o dos o tres finales diferentes y elige el que mayor impacto vaya a producir en tus lectores y lectoras (las demás personas no te interesan para nada). ¿Te resulta difícil elegir uno de esos finales? Entonces elige el que más te emocione a ti mismo o a ti misma porque debes disfrutar de lo que escribes. Eso servirá para que quien lea tu cuento goce de verdad con ese final inesperado. Si tú disfrutas con lo que escribes existen muchas posibilidades de que quienes te leen también disfruten gracias a la Ley de la Atracción Universal. Transmite tu gozo y llegarás a conseguir que muchos y muchas gocen también. Si consigues algo tan interesante para ti y te dan la oportunidad de editarlo no busques a cualquiera sino a quien de verdad sea profesional. No elijas a quien más adula tu cuento sino al que más lo admire. No es la misma cosa. Renuncia al editor o editora que te pide que cambies la historia y defiende tus principios éticos y morales. No es mejor formar parte de la élite de los escritores sino formar parte de los escritores interesantes. Tampoco es la misma cosa. Si después de todo esto no has conseguido que te hagan caso no te preocupes y mantén tu historia tal como te gusta a ti. No todo vale a la hora de ser feliz escribiendo. Así que vete a una heladería de tu barrio, goza de un buen cucurucho del sabor que más prefieras y nunca jamás tires la toalla porque posiblemente sea muy cierto el dicho de que “a la tercera va la vencida”. Intentarlo muchas veces quizás sea hasta necesario. Si es importante para ti escribir cuentos te voy a recomendar los seis pasos siguientes. 1.- El tema plantéalo como un resumen breve de alguna historia que hayas vivido o hayas imaginado de tal manera que lo hayas vivido. 2.- Según el tema que has elegido así debe ser la esencia de tu cuento digan lo que digan los demás. No hagas caso a quienes te rechazan sino a quienes creen en ti. 3.- Elige los personajes más adecuados al conflicto (o los conflictos) que forman parte de la historia que escribes. En este asunto ten en cuenta lo siguiente: todas las personas están llamadas a ser héroes y heroínas de su propia existencia y para poder conseguirlo necesitan vivir los avatares que le presenta el destino así que, voluntariamente, despréndete de todos aquellos farsantes que no quieren que avances de ningún modo. Los enemigos (también llamados antagonistas) son aquellos seres que aparecen en los cuentos haciendo todo lo imposible para impedir el progreso y la felicidad del protagonista principal o de los protagonistas principales. Algunos ejemplos son los brujos, los monstruos, los ogros, los gigantes, las madrastras, los padres descuidados, los hermanos envidiosos y una larga lista más. En el lado opuesto se encuentran los personajes benévolos que aparecen en el cuento para prestar ayuda al protagonista o a los protagonistas. Hay ejemplos como animales ayudantes, hadas bondadosas, seres mágicos de la felicidad, vagabundos de buen corazón, ancianos y ancianas que poseen sabiduría, otros personajes también sabios, etcétera. Así que tienes que saber que en los cuentos existen personajes buenos y personajes malvados. Eso sucede en la inmensa mayoría de cuentos de todos los continentes de la Tierra porque son un reflejo de la realidad de la vida humana. Los buenos y los malos, en conjunto, te sirven para crear un buen cuento, un cuento verdaderamente interesante y nada anodino (como sucede en muchos que olvidan esta cuestión fundamental). Es bueno que existan esas dos clases de personajes para que los lectores y lectoras puedan interpretar algo que existe a niveles universales. Así que olvídate de las “chorradas” de que todos somos “angelitos” que nos equivocamos de vez en cuando. La realidad demuestra que eso no es cierto. Y si alguien te llama reaccionario o reaccionaria por escribir algo tan sincero es que ese alguien no merece ser un lector o lectora de tus cuentos. Terminemos de hablar sobre lo que debe ser la estructura de un buen cuento (si es que quieres que tu cuento sea en verdad bueno) con el título. ¿Cómo debemos titular a un buen cuento? ¿Cómo encontrar un título que refleje en verdad el contenido de tu cuento? Busca un título que sugiera algo, que llame la atención de los lectores y lectoras que muchas veces van a leer tu cuento por tener un título tan sugestivo; un título que, además de despertar interés, esté muy relacionado y ligado de manera muy directa al argumento o historia que estás contando. No cometas el error (que muchos hacen para intentar ser “originales”) de poner un título que no tenga nada que ver con el contenido de tu cuento o que no signifique nada importante para lo que has escrito. Si el título no atrae la atención de quienes quieren leer (y no olvides que los que no leen no tienen ningún interés porque no te van a leer sea cual sea el título de tu cuento) puedes decepcionar de tal manera que dejen de ser lectores y lectoras de tus próximas obras literarias. Ten muy en cuenta que si el título no corresponde al contenido más esencial del cuento es un título “muerto” por muy original que sea. No cometas ese grave error si quieres seguir manteniendo el interés de quienes te leen. Hablemos ahora de la finalidad que busca un buen cuento. Todos los géneros literarios tienen sus motivos y sus finalidades. En este sentido, los buenos cuentos son los que están inspirados gracias a la imaginación del autor o autora. Y esta imaginación funciona como cimiento sólido del pensamiento y el lenguaje humanos cuando usan ideas y no ideologías. Sabemos que las ideas nacen de nuestro pensamiento propio y las ideologías nacen de otros pensamientos ajenos al nuestro. Así que, sabido esto, los buenos cuentos (liberados de ideologías y basados solo en ideas) hacen reaccionar el estímulo de nuestra creatividad, proyectándola hacia el futuro pero dando la ocasión de revivir el pasado. Al leer o escuchar un buen cuento podemos observar cómo los niños, las niñas, los jóvenes y hasta los adultos, abren bien sus ojos, despiertan bien sus oídos y, a través de todos sus sentidos, consiguen que surja en ellos el ánimo por vivir a flor de piel, los pone en disposición de gozar con el universo de la narración y se sienten identificados con tu fantasías porque empatizan con lo que cuentas haciendo que ejerciten sus memorias. Por lo tanto, el buen escritor o la buena escritora de cuentos tienen siempre su propio “sello” personal y son herramientas muy útiles para trabajar la personalidad humana tanto dentro de los hogares como dentro de las escuelas. El recurso de los buenos cuentos (y no todos los cuentos son buenos porque hay que ser sinceros al analizarlos) sirven como posibilidades infinitas en la educación y la cultura (no sólo la educación sino también la cultura) de todos los habitantes del planeta Tierra. Por eso, si son buenos, se extienden por todo el mundo gracias a las traducciones a otros idiomas. Para terminar con estos parámetros de creación de cuentos, hay que hacer una consideración de carácter general: el final de un cuento, si es que es bueno de verdad, debe ser sugestivo y motivador siendo, siempre, un indicador interesante lo de alejarse de estereotipos repetitivos que se quedan obsoletos o caducos (en este sentido existen cuentos que son casi plagios de otros mucho más antiguos) y, por otra parte, es necesario conocer que los buenos cuentos deben enfocarse para desarrollar el sentido ético y moral de los individuos particulares y, a su vez, de los grupos humanos de manera colectiva. Deben servir para construir una pirámide de valores positivos desde la niñez hasta la ancianidad pasando por todas las edades humanas. También es necesario que valgan para entender la realidad y ayudar más allá de lo materialista y lo simplemente funcional, porque están escritos con el necesario equilibrio de materia y espíritu buscando, entre otras muchas cuestiones igual de importantes, la equidad de género. La novela no tiene esa obligación pero el cuento sí. El buen cuento está escrito en lenguaje popular pero culto y no vulgar ni chabacano. El buen cuento utiliza el idioma de lo cotidiano pero enriquecido con muchos miles de palabras bellas y de frases nunca ordinarias ni propias de gentes verduleras. El buen cuento siempre busca ser ejemplo y dejar una huella culta y resplandeciente en quienes lo leen o lo escuchan. El buen cuento sirve para generar y regenerar historias que sirvan para encaminar a los seres humanos hacia esa ética y esa moralidad de la que tanto les han despojado los intereses creados por las fuerzas de los poderes fácticos. Por eso los buenos cuentos son “revolucionarios” pero basados en la paz, en el diálogo y en la comprensión mutua de los seres humanos, Una “revolución” total pero nunca jamás totalitaria; porque buscan elevar el grado de conciencia de la población mundial ya que un buen cuento siempre rebasa todas las fronteras para dar personalidad a las gentes. Ahora debemos hacernos una pregunta muy interesante: ¿es lo mismo personalidad, carácter y temperamento? La respuesta es no. El temperamento es la forma característica que se tiene para reaccionar dentro de un ambiente determinado; la personalidad es la forma de ser de un humano o humana; y el carácter supone lo que el individuo manifiesta de su personalidad hacia los demás. Así que es la personalidad (y no tanto el temperamento ni el carácter) lo que busca desarrollar un buen cuento como una de sus finalidades más importantes. La personalidad, dicho sea de paso, de quienes lo leen o lo escuchan puesto que el resto de la humanidad no es interesante para un buen escritor o una buena escritora y no hay que sentirse culpable por ello. Es necesario conocer la siguiente verdad histórica: el cuento, que es la forma más común y extendida en todas las culturas, es además el primer género literario que surgió en la Historia de la Humanidad. Todos los pueblos, tribus y naciones, comienzan sus historias literarias con el acervo de sus cuentos orales que se transmitían, en un principio, de generación en generación gracias a los rapsodas, los vates, los cantores, los griots y otras personas dedicadas a transmitir las historias de los cuentos. Así que podemos afirmar que el cuento nace desde que el hombre y la mujer habitan la Tierra. Y eso se debe a que dichos hombres y mujeres tenían que expresar sus pensamientos de forma articulada, basados en un principio en supersticiones y creencias, para explicar el mundo que les rodeaba. De esta manera se originaron los mitos y las leyendas (cuyos orígenes, por lo tanto, son los cuentos orales) y, después, los humanos y las humanas necesitaron ejemplarizar sus conductas y sus acciones, con lo cual nacieron las fábulas y los apólogos (en donde muchas veces se les otorga el don de la palabras a seres que no la poseen, sean animales o sean cosas inanimadas). Así que podemos afirmar, sin equivocarnos, que los mitos, las leyendas, las fábulas y los apólogos son formas primitivas que derivan de los cuentos orales. Tendríamos que llevar a cabo todo un Gran Taller sobre la Historia de la Literatura Universal para poder recrearnos en el maravilloso desarrollo, a escala mundial, de los cuentos a través del tiempo y del espacio humanos pero eso escapa de las intenciones de este Pequeño Taller; aunque podemos añadir, para cerrar este preámbulo, que en medio de una libertad de expresión muy amplia, el cuento se refiere a todos los mundos del pensamiento, del sentimiento y del sueño humano; a todas las expresiones pensadas, sentidas y soñadas; desde la simple historia narrada alrededor del fuego de las hogueras o al calor de las chimeneas encendidas hasta la época de la cibernética del video pasando por el teatro, el circo o el cine por poner unos pocos ejemplos. Porque el cuento siempre posee, como esencia primordial, que es natural y no artificioso, que es lúdico y no apático, que está siempre fresco y no rancio y que se presenta de manera espontánea y no premeditada. Son las grandes virtudes de este género literario y sus diversos y múltiples subgéneros. Por eso los cuentos tratan de asuntos muy personales e íntimos tanto en lo individual como en lo colectivo tocando multitud de temas tales como el amor, el desamor, el compañerismo, la traición, la amistad, el engaño, la justicia, lo injusto, las rupturas de clisés estereotipados, la sátira, el humor, el miedo, el terror, la exageración científica par “deificarla” o burlarse de ella, y millones de temas más. Por eso un cuento (cuando es bueno de verdad) tiene naturaleza propia y universalidad al mismo tiempo. Debemos entender muy bien que el cuento ayuda y estimula la imaginación, despierta la expresividad de infantes, jóvenes y adultos, agregan nuevas palabras al vocabulario de cada lector o lectora, despierta la curiosidad y hace que produzcamos preguntas que nos hacemos para conocer mucho mejor nuestro propio pensamiento mientras lo ejercitamos con mayor facilidad y el menor esfuerzo. Y que el lenguaje de un cuento sirve para comunicarnos unos seres humanos con los demás dentro de lo que se llama educación y respeto mutuo. Una función indispensable de un buen cuento (y hablo de un buen cuento para ser exactos) es su finalidad didáctica o de enseñanza más o menos superior. El buen cuento reivindica la educación en valores tales como la solidaridad, la amistad, el compartir experiencias enriquecedoras para los demás y para nosotros mismos, ampliar el mundo de la empatía dentro de la sencillez, activar los mecanismos de la convivencia pacífica, distraernos de la dureza de la vida cotidiana, intercambiar emociones, interpretar la vida desde un punto de vista solidario y siempre positivo, eliminar la egolatría de ciertos intelectualistas que se las dan de “seres superiores”, mostrar un equilibrio entre la realidad y la ficción para hacer más verosímil y soportable nuestras existencias, rebajar el nivel de estrés y la ansiedad propia del mundo actual, aprender anécdotas y sucesos históricos y sociales, convertirnos en “pequeños filósofos” a través de sus aventuras siempre dentro del esquema culto y cultural, estimular los impulsos creadores y creativos/recreativos, adaptarnos mejor dentro de la sociedad donde estamos viviendo y que puede ser la propia donde nacimos y nos criamos u otra ajena en la que tenemos que saber convivir respetándola mientras nos adaptamos a sus circunstancias, tener una mejor y mayor visión humana y humanitaria para con los demás que se lo merezcan (porque es un equívoco fatal decir que todos se la merecen cuando la realidad demuestra lo contrario en muchas ocasiones), aportar ciertos elementos para desarrollar el buen humor con el que enfrentarnos a la realidad circundante, eliminar el miedo y/o el terror mientras nos vamos convirtiendo en hombres y mujeres más sensibles para adentrarnos en el mundo de la ternura. Así que es muy importante tener en cuenta caracteres del cuento tan básicos como el respeto, la solidaridad y la convivencia pacífica mientras se despierta nuestra curiosidad humana. El caso es que, además, escribir un cuento es uno de los mejores pasatiempos que existen para usar nuestro tiempo de ocio ya que nos favorece la personalidad y el estado de nuestras almas a través de nuestro propio espíritu. Quien es capaz de escribir un cuento es capaz de tener buenos sentimientos o, al menos, tiene la base suficiente para tenerlos. Porque los cuentos están llenos de sentires humanos. Eso es mucho mejor que usar el ocio con asuntos absurdos e innecesarios para nuestra formación personal y/o colectiva. Por eso el buen cuentista sirve para moralizar la conducta de los grupos humanos desviados de la verdadera esencia de los hombres y mujeres sanos de mente, de alma y de corazón. Muchísima juventud (y que nadie me llame reaccionario por ello porque estaría totalmente equivocado o equivocada) debería darse un buen tiempo de descanso y meditación antes de despreciar a los autores y autoras de cuentos. Sus vidas son tan erráticas que prefieren “el infierno” de los vicios antes que “la gloria” del arte. Esto es tan obvio y determinante que muchos “listos” caen siempre en modos de vida “kafkianos” porque las han convertido (o las están convirtiendo) en absurdos continuos y, a la larga, enormemente aburridos. Por eso afirmo que escribir cuentos ayuda a tener salud mental tanto a nivel individual como colectivo. Los cuentos, al igual que los juegos, poseen el carácter lúdico necesario como recursos didácticos para la animación a la lectura; de ahí su gran trascendencia para la vida de las personas que, además de personas, son buenos seres humanos y desarrollan un humanitarismo social a través del diálogo y los procesos de la comunicación interpersonal en lugar del despotismo ilustrado o no ilustrado, del autoritarismo vergonzoso y vergonzante, de toda clase de violencia e intolerancia para con los demás. El enfoque lúdico de los cuentos bien escritos es irrebatible si se trata de buenos cuentos (valga aquí la redundancia para darle mayor sentido al asunto y dejarlo aclarado del todo); pero ¿qué entendemos por lúdico? Según la definición de la Real Academia de España (RAE) lo lúdico está completamente emparentado con el juego; así que los cuentos bien escritos tienen una carga muy poderosa como juegos literarios con los cuales sus autores y sus autoras nos introducen en una especie de juego que desarrolla no solamente nuestra capacidad de observación y análisis de la realidad sino el ejercicio de nuestra fantasía e imaginación y, además de todo ellos, una personalidad bien firme, cien definida y bien acentuada. Por eso los buenos cuentos son excelentes herramientas en las escuelas. Por otro lado, se conoce como lúdico al adjetivo que designa todo aquello relativo al juego, al ocio, al entretenimiento y a la diversión. Una actividad lúdica (siempre que sea sana y saludable pues en caso contrario no es lúdica sino impúdica para ser lo suficientemente claros a la hora de entendernos todos y todas) es la que realizamos en el tiempo libre con el objetivo de liberar tensiones, huir de la rutian diaria y superar las preocupaciones para obtener un poco de placer sano, de diversión sana y de entendimiento saludable. Así que otro beneficio de los cuentos es que están escritos (cuando su autor o su autora es una persona sana y no viciosa) con los fines de ampliar nuestra capacidad expresiva tanto oral, corporal y gestual, así como intelectual (cosa ésta última que muchos están arrinconando en el olvido para mal del mundo moderno) y con ello desarrollar más y mejor nuestra concentración mental y nuestra actividad intelectiva (a muchos les produce alergia leer la palabra intelectual sin saber ni tan siquiera lo que en verdad significa) produciendo un perfecto equilibrio y una sana evolución física (por la ausencia de los vicios) y psíquica (por la presencia de las culturas) para terminar siendo más flexibles en nuestras relaciones diarias con los demás y, sobre todo, con nosotros mismos. Por eso es importante saber usar el lenguaje y saber utilizar el lenguaje. Saberlo usar y saberlo utilizar para liberarnos de axiomas “anticulturales” (tan de moda en grupos de seres incultos por mucha fama que haya llegado a obtener desde el siglo XX pasado) y ayudar a involucrarnos e incorporarnos dentro de una sociedad que se componga de seres con mente abierta. El buen cuento es siempre ameno y nos deleita durante toda su lectura porque nos engancha desde su comienzo y nos produce placer todos sus párrafos. Los cuentos bien escritos forman parte delos llamados textos lúdicos cuya finalidad es hacernos disfrutar desde ese principio hasta ese final del cual ya hemos hablado. Nos guían a la hora de saber entretenernos, saber recrear nuestro ocio y saber deleitarnos con el sano ejercicio de la lectura. Son muy importante antes de leer otros géneros más densos y complicados como las novelas, los ensayos, las obras teatrales, etcétera, ya que con ellos hemos aprendido a leer e interpretar lo que leemos. Los cuentos son especialmente muy atractivos para personas que comienzan a leer literatura y no “basura escrita” y ayudan a que trabajemos todos y todas en favor de los valores sociales tanto a nivel personal como a través de la reflexión cívica en familias, grupos y comunidades sociales. En muchas ocasiones, además, nos despiertan alguna que otra sonrisa, los cual equivale a un beneficio añadido para nuestro organismo pues la sonrisa es la antesala de la risa tan necesaria para nuestro bienestar físico y psicológico. La estrategia de los cuentos bien escritos es ir mejorando la técnica de su creación mientras funcionamos como poseedores de fuerza suficiente para aplicarla a la práctica de la enseñanza/aprendizaje del nivel cultural en que nos encontremos. Los buenos cuentos son, por lo tanto, tesoros de sabiduría que nos sirven para enriquecernos como seres humanos que vamos creciendo por dentro para luego saber ser responsables, por fuera, de la realidad de nuestros verdaderos niveles como miembros de una comunidad humana que se va acercando, cada vez más, a la universalidad mental. El cuento va más allá de lo meramente sintético y de lo meramente didáctico ya que entra en el terreno de lo vívido más lo vivido, de lo jugado como método dialéctico (de ahí que predominen los diálogos sobre lo descriptivo) y de lo soñado. Su valor no estriba tanto en el “qué dice” sino en el “cómo lo dice”; y es por eso necesario utilizar un lenguaje limpio, claro, libre de paja para dejar solamente el grano, con ritmo cinético (siempre en movimiento continuo como el oleaje del mar) que nos introduce en múltiples combinaciones y variaciones para saber expresarnos y provocar el buen desarrollo de nuestras inteligencias a la hora de inventar, crear, recrear, sacar a pasear nuestras buenas ideas y proporcionarnos, por último, un instrumento abierto a todas las edades teniendo en cuenta que es un género tanto infantil como juvenil y adulto. En definitiva, el cuento que escribimos nos ayuda a superar lo cotidiano sacando a relucir lo emocionante y lo emotivo de nuestros talentos ocultos; esos talentos que muchas veces no salen a la luz porque tenemos miedo a expresarlos públicamente como si fuese un pecado mortal ser un humano sensible en lugar de un humanoide impertérrito ante las cuestiones sociales de la sociedad en que vivimos. Pero el tema de este Pequeño Taller no es analizar los cuentos desde las perspectivas de lo gramatical y lo lingüístico ni tampoco desde un exhaustivo comentario de textos sino solamente tener las ideas claras para hacer ejercicios prácticos que puedan ser leídos, comentados, analizados y criticados por todos los que formamos parte del taller. Sólo puedo afirmar, y afirmo asumiendo todas sus circunstancias sean favorables o adversas, que los buenos cuentos tienen como objetivo principal ser portadores y transmisores de valores positivos para la socialización de los seres humanos que forman un pequeño grupo o toda una gran comunidad. Da lo mismo que nos lean muchísimos, muchos, pocos o casi nadie… porque la verdadera labor de un cuentista es como la de un maestro o maestra que se estimula aun sabiendo que son muy pocos los alumnos que van a escuchar sus lecciones magistrales. Y es que los cuentos bien escritos son, efectivamente, lecciones magistrales para críticos que entienden y saben lo que critican. Por eso el buen autor o la buena autora de cuentos siempre se arriesga, sin importarle para nada lo que digan los demás, en buscar un tema adecuado y llevar a cabo su verbalización y abriendo las puertas, de par en par, para dar paso a la crítica reflexiva sin tener en cuenta, para nada, el comentario de los ignorantes sino el comentario colectivo de quienes se encuentran en el mismo camino que él o que ella y por eso forman el grupo de taller, conscientes de que están participando en una alta labor creativa. Por eso quienes escriben cuentos deben saber que lo más importante de un cuento es abrir nuevas líneas de acción para la forma de pensar y la manera de actuar dentro de un grupo determinado de oyentes y lectores al mismo tiempo. En un primer momento, el profesional que escribe cuentos asume su responsabilidad de manera consciente, para preservar las virtudes sociales y sus innumerables variantes. Estos sentimientos y la valentía de haberlos hecho conocer dentro del grupo nos introducen en lo social y lo colectivo mientras vamos obteniendo personalidad propia. Por eso los cuentistas somos responsables como emisores de mensajes hacia los demás y, a través del conocimiento que supera a la ignorancia, somos parte de la memoria social realizando dicha labor de cara al imaginario colectivo. Debemos saber, antes de comenzar a escribir cuentos ya de manera totalmente decidida, cuál es el factor de socialización que contiene uno de estos productos literarios aprendiendo que el imaginario colectivo es un concepto de las ciencias sociales, acuñado en 1960 por Edgar Morin, que designa el conjunto de mitos y símbolos que, en cada momento, funcionan efectivamente como “mente” social del grupo; así que el imaginario colectivo (o imaginación colectiva) no es un falso espejismo sino una realidad tangible que, en cada momento, funciona efectivamente como un conjunto de símbolos, costumbres y recuerdos que tienen significaciones específicas y comunitarias para todas las personas que forman una comunidad o grupo humano. La imaginación colectiva no coacciona a nadie sino que examina la naturaleza del espíritu creador con el cual se deleita con sus invenciones: imaginación, símbolos, conceptos sociales, memoria, mitos, leyendas… presente y futuro de una sociedad que no olvida el pasado… De todo lo expuesto podemos afirmar que el cuento no es un subgénero (aunque contenga muchos de ellos dentro de sí) de la novela ni tampoco de los relatos ya que tiene sus propias reglas y sus propia leyes, así como sus propios códigos que debe decodificar el lector o el oyente. Así que lo que de verdad importa es que el cuento consiga (sea cual sea la extensión y el número de páginas escritas) romper las barreras del hermetismo literario, que algunos tanto pregonan y llevan a cabo a través del y el amiguismo que favorece a unos pocos escritores muy bien publicitados por el mercadeo literario (que no es más que una prostitución de la literatura) y su rechazo a otros muchos y, una vez rotas dichas barreras, elevarse a condiciones de universalidad sin tener en cuenta, para nada de nada, los academicismos que intentan siempre rechazarlos si no son ortodoxamente lingüísticos y presentan el problema ficticio de lo “políticamente incorrecto” cuando al autor genuino no le interesa para nada, ninguno de estos dos axiomas que tienen muy poco de literatura liberalizada y mucho de escritura esclavizada al capricho de sus voluntades. Un buen autor o buena autora de cuentos sobrepasa, con mucho, estas barreras, para llegar a convertirse en escritor o escritora simple y sencillamente genial. El cuento bien escrito y bien narrado nos presenta un universo completo donde el autor o la autora sabe plasmar el ritmo adecuado al texto literario que ha escrito (en este caso un cuento) y no está influido por otros autores “oficiales” (ya que para eso están los intereses de poder dictados desde las “cumbres” académicas) sino que se eleva por sí mismo o por sí misma a unas alturas que ellos nunca buscan y por eso mismo las superan. Terminamos. El cuento narrado es un acto de comunicación y por eso es tan valioso a la hora de ejercitar la libertad de expresión liberada para ser genuina creatividad y no copia de “la moda”. Por eso los verdaderos poseen su propio “sello” de originalidad que no es transmisible nada más que para el grupo de lectores o el grupo que desea escuchar. El asunto no es que sean ni muchos ni pocos sino personas que han optado por liberarse de las “cadenas” de los poderes que dirigen la Literatura desde “los puestos de arriba” para mirarnos (por su complejo de inferioridad) “hacia abajo” pero que son incapaces de convertirse en memoria popular sino en lujo de élites más o menos incultas pero ocultas en la cáscara de las apariencias. La cuestión no es discutir con ellos y con ellas para nada. Ni para bien ni para mal. El cuentista siempre está presente, con su palabra, como voz del pueblo al que representa y se vive primeramente a sí mismo para no olvidarse de vivir también para los demás; creando a su alrededor una convicción capaz de convertirse en memoria colectiva y, en este sentido, somos siempre expuestos a la conciencia crítica de nuestros fieles lectores y lectoras y no a los caprichos de los críticos de la “oficialidad” más o menos “legalizada”. Elaboramos nuestros cuentos en el crisol de nuestras emociones propias. Somos responsables de ese enorme privilegio. Por eso somos siempre conscientes de que estamos haciendo un servicio social. O desencadenamos una reacción “revolucionaria” en quienes nos leen o hemos fracasado en el intento. Así que escribe y no pienses en nada más que en la historia que, con tu libre voluntad, has elegido. Te deseo un completo éxito. La biblioteca de las mil palabras (Relato) Andábase Pedro Ruiz de Alarcón, descendiente directo del gran Juan Ruiz de Alarcón, buscando la mejor forma y, más todavía, la mejor manera de escudriñar en la Biblioteca de Cotillas hasta conseguir la ardua tarea de llevar a buen término un relato de mil palabras exactas. Comenzó, rápidamente, por lograr alcanzar las cincuenta y cinco primeras más, en llegando a tal número de palabras, su mente quedó en blanco; así que comenzó a imaginar... Vióse convertido en mercero envuelto en algún lío de esos de los llamados de faldas y, en medio del trajín de curas y sermones en su contra, recordó que la verdad sospechosa puede ser una grande mentira, que las paredes escuchan y hay que tener sumo cuidado en la consulta del médico de cabecera y que no hay mal que por bien no venga. Esto último lo hizo sonreír y entróle el apetito de buscar aventura que, imaginada o no imaginada, le llevara a ser nombrado Hijo Ilustre de la Muy Noble y Famosa Villa de Cotilllas. En medio de la escena de aquella especie de mitad sueño y mitad realidad, acercósele un caballero muy galanamente vestido desde el sombrero con plumas los zapatos con hebillas de plata. El tal caballero díjose llamar Ilustrísimo Señor Longino Casado y Mesonero y que ostentaba los títulos de Conde de la Brocha y Marqués de la Carambola pero que, por causas de esas de las llamadas imprevistas, no podría acudir a una cita con una dama muy hermosa y que, teniendo en cuenta que la vida sorprende de grata manera, le pedía que, por aquello del hoy por ti y mañana por mí, fuese él quien le sustituyera. Lo pidió con tan grandes y expresivas marisquetas, que Pedro Ruiz de Alarcón, viendo que el gande caballero estaba al borde de las lágrimas, olvidó todos los consejos de su pariente Juan y aceptó sin habérselo pensado dos veces y media. Así que, antes de llegara contar tres, selló el pacto con un gran apretón de manos que le dejó todos los dedos de su mano derecha, excepto el pulgar como es natural, hechos polvo. Peo bien valía todo aquel sufrimiento a cambio de vivir aventura tan imprevista más, a la par, tan enervante y tan propia de los lindos galanes de la ciudad de Las Torres que, en realidad no conocía de nada; pero pensó que debería ser un escenario perfecto para toparse con la fama. Despidióse el caballero después de haberle puesto en conocimiento que la gran dama era la Baronesa de Los Tizones, aunque él no entendió bien si dijo de Los Tizones o dijo de Los Tazones pero, fuera lo que fuese, no había duda de era baronesa. Al menos eso juró y perjuró el Ilustrísimo Señor Longino Casado y Mesonero. Pedrole vio partir hacia el horizonte. Pedro, más alegre que unas castañuelas tocadas por La Niña de Las Peinetas Verdes, famosa bailarina de la época aunque ya demasiado madurita y entrada en carnes, hizo parar a un carretero y, tras darle una buena propina, subióse al carro; mas el traqueteo del viaje le revolvió las tripas y llegó a Las Torres más descompuesto que uno de esos ganapanes a la hora de ser perseguidos por la pareja de la guardia civil. Así que, con el ánimo bastante contrito, hizo de tripas corazón y entró como alardeando de muy culto y muy intelectual; aunque de su antepasado Juan Ruiz de Alarcón no había nada de nada en su cabeza más vacía que una calabaza vana completamente hueca. Así fue cómo entró en un mesón de la Calle Mayor de aquella, todavía por él desconocida, ciudad de Las Torres que, por cierto, carecía por completo de torres o castillos o todas esas cosas que se dicen de las grandes ciudades. Por mor de las circunstancias hallábase allí, dentro del mesón, un vecino de Cotillas quien, en viéndole llegar, sele abrazó con tal entusiasmo que, desequilibrado por completo Pedro Ruiz de Alarcón, viniéronse al suelo los dos ante las carcajadas de tiodos los allí reunidos.Tal fue el asunto que a Pedro se le soltó todo lo que tanto estaba aguantando y que no es bueno ni apropiado citarlo aquí. Pasado ya el apuro y despachado a empellones por el mesonero, uno de esos viejos beatos a causa de sus beatas esposas, fue salir del establecimiento y comenzar a llover sobre él una verdadera andanada de pequeñas piedras, de esas conocidas como chinitas, que le disparaba un grupo de pilluelos gitanos; pero todos tenían menos puntería que un zapatero a la hora de gobernar a su familia más bien de Letras. De esta manera, salvándose su pellejo, pudo encontrar, pidiendo señas a todo ser humano que topábase de camino, el palacete de la Baronesa de Los Tizones o de Los Tazones, puesto que de las dos maneras era conocida por las gentes "torreñas". Diéronle el alto dos hombretones de los llamados cazurros, pues aragoneses parecían, y Pedro Ruiz de Alarcón citó a Juan Ruiz de Alarcón como alguien tan importante que para él, sucesor de tal genio del teatro español, era una infamia detenerle a la hora de entrar ya no sólo en palacetes de baronesas sino hasta en el mismísimo Palacio Real. Los dos cazurros no salían de su asombro porque aquel que se hacía llamar Pedro Ruiz de Alarcón soltaba tal olor a podrido que parecía no ser de Cotillas, tal como les dijo a continuación, sino más bien de alguna alcantarilla de aldea por ellos desconocida porque, siendo interrogado sin más, Pedro no supo qué responder ni cómo justificar aquel olor sin despertar las carcajadas de los aragoneses. El sueño de enamorar a aquella tal dama llamada Baronesa de Los Tizones o de Los Tazones, según cada cual quisiera sin pedir permiso a nadie, se esfumó e, implorando a Dios que todo aquello no llegara a oídos de su terrible parienta Tremebunda Espinosa del Campo, terminó aquel sueño del todo imposible. Autor: José Orero de Julián "Diesel" (Molina de Segura, 11 octubre de 2017) El conejito y la boa (Fábula) Andaba por el monte, entre matas y matorrales, un conejito pequeño, pequeño, muy pequeñito; tan pequeñito que apenas sabía de la vida nada más que el amor de su mamá coneja cuando, de repente, le salió al encuentro una enorme y peligrosa boa de esas capaces de engullirse una vaca entera. - ¿Dónde crees que vas, iluso conejito? - Voy a casa de mi mamá porque el tiempo amenaza tormenta. La astuta, enorme y peligrosa boa, soltó una sonora carcajada. - ¡¡¡Jajajajaja!!! - ¿Puedo saber qué es lo que he dicho para que resulte tan gçacioso? - ¡Lo que me parece gracioso es que un animal tan pequeño como tú crea que es capaz de escapar de la amenaza de un animal tan grande como yo! - Pues yo espero ver por mucho tiempo a mi mamá que me está esperando. - ¡Te aseguro que tu mamá tendrá que esperar demasiado tiempo! ¡Yo diría,mejor todavía, que no te verá más en esta miserable vida! - ¿Usted cree, señora boa, que esta vida es miserable? - ¡Tan miserable que quien demuestra ser más astuto e inteligente se come a quien solamente es tan ingenuo como tú! - ¿Y usted cree que el animal más inteligente y astuto es usted? - ¡Soy el animal más inteligente y astuto de todos los animales de la Tierra! - Y si le dijera que yo conozco a un animal de la Tierra más inteligente y astuto que usted... La soberbia y vanidosa boa se sintió herida en su amor propio. - ¡¡¡Eso es imposible!!! - ¿Me permite, señora boa, que le presente a ese animal de la Tierra que es más inteligente y astuto que usted para que lo vea con sus propios ojos? - ¡Acepto el reto! ¡Pero si se demuestra que yo soy más inteligente y astuta que él lo siento por tu mamá! - No pensemos ahora en nada y vayamos en busca de ese animal. - Eso, eso! ¡No pensemos más! La grande y peligrosa boa no solamente estaba segura de ser la más inteligente de los animales de la Tierra sino también la más astuta y, acompañando al pequeño conejito, siguió el camino que éste iba abriendo gracias a su portentoso olfato hasta que se encontraron a la vista de un cazador ansioso por disparar con su escopeta. - ¡He ahí el hombre! El conejito pequeño, pequeño,tan pequeñito era que rápidamente se ocultó tras un matorral sin ser visto por el cazador; pero la grande, soberbia y vanidosa boa, no quiso seguir su ejemplo y se enfrentó directamente con el hombre. - ¡Me han dicho que tú eres un animal de la Tierra mucho más inteligente y astuto que yo! ¡¡¡Jajajajaja!!! El cazador levantó su escopeta y apuntó directamente a la cabeza de la enorme y peligrosa boa. - ¡Sólo te pido que contemos hasta diez segundos y veremos si es cierto que yo soy más inteligente y astuto que tú o que tú eres más inteligente y astuta que yo! - ¿Es que no te doy miedo? - ¡Solamente me das pena! - ¡¡¡Jajajajaja!!! ¡Veo que eres más simple que el conejito! No le dio tiempo a decir nada más porque los dos disparos seguidos de la escopeta repetidora del cazador dieron de lleno en la cabeza de la soberbia y vanidosa boa que, dando un brinco en el aire producido por los impactos, cayó al suelo completamente muerta. Moraleja.- La astucia no depende de lo grande que seamos sino de lo inteligente que demostremos ser. Autor: José Orero de Julián "Diesel" (Molina de Segura, 12 de octubre de 2017)
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Jos Orero De Julin
Maritza Talavera
saludos cordiales