Tus jvenes aos y yo.
Publicado en Aug 22, 2017
' Tus jóvenes años y yo.
No fueron exactamente bofetadas las que me mostraron el error de haberte amado, tan solo la realidad se hizo cargo de poner las cosas en su lugar. En una relación dispar, la brecha de los años manifiesta diversos matices y uno de ellos, para mí el más complejo, es la hoja de ruta que cada quién traza para alcanzar el propósito tras el horizonte. Eras joven y bullente y para ti los sueños estaban solo ahí, no más allá de las veinticuatro horas. Tenías el alma dispuesta y flexible para colmarla de impresiones y de sorpresas que te podrían aportar una buena posición; y rosarte con la sabiduría, ingresar en las burbujas de la élite, inclinar la cabeza enfrente de la distancia que produce la altura y sucumbir a los lujos del momento, eran un atractivo difícil de evitar. Sin embargo, con los atributos que la vida te había dotado, sobradamente bien te los podías permitir. Viste en mí todas aquellas posibilidades y una vez sumada la gran ternura con la que te cobijé, de inmediato hiciste a un lado los treinta años que había entre tu frontera y la mía, llegando de tal manera a un gran y maravilloso espacio de tiempo en el que logramos torcer las rectas de la lógica, amañando los obstáculos y desdeñando a todo aquel que nos miró con desdén … Fue un fantástico período de encantos y satisfacciones mutuas; plenitud de instantes mágicos y placenteros que, fácilmente orillaban la fantasía, a pesar que en ocasiones fue menester acudir a los fármacos, tú sabes… Por fortuna los buenos resultados fueron para ambos. Pero la vida sigue con su obligado e infatigable trayecto y en todas las estaciones de su recorrido se van recogiendo impensadas experiencias, hasta llegar a un punto indeterminado en donde el corazón y la mente, plenos de bagaje, deciden que es el final de la vía y se opta por la nostalgia y el natural regreso. Lo complicado en este caso fue que, cuando uno de nosotros (yo), dio la vuelta, el otro (ella), estaba recién en el centro de su aventurero y apoteósico periplo. Fue esa la causa de la colisión de nuestros destinos y el momento cuando comenzaron a aparecer grietas en los muros de esa andanza que habíamos construido sobre la base de las nubes. Sabio yo, cansada tu, existió el momento en que pusimos las cartas del naipe hacia arriba, para especular con los puntos que teníamos, o usar la dignidad que aun nos quedaba y optar por seguir sendas diferentes. Fue así como llegó el triste día de nuestra despedida. -Perdóname por todo el mal que te pudiere haber causado – me dijiste con suavidad y una tímida lágrima deslizándose por tu mejilla. Hice la pausa y extraje desde mi bolsillo un albo pañuelo con el que sequé tu llanto. Te respondí: - No ha sido tu culpa el haber nacido tanto tiempo después de mí, querida. Puse un paternal beso sobre sus fríos labios, abrí la puerta de su taxi, le pasé su bolso de manos y la ayudé a subir hacia el interior del vehículo. Quise en ese momento expresarte algo de mis sentimientos, pero solo te entregué tu paraguas rosado que aun goteaba y cerré la puerta. Quedé mirando al automóvil cómo se alejaba y permanecí clavado en el lugar mientras intentaba con dificultad tragar ese molesto nudo estancado en mi garganta. …La lluvia comenzaba nuevamente a caer sobre esa gris tarde.
Página 1 / 1
Agregar texto a tus favoritos
Envialo a un amigo
Comentarios (0)
Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.
|