INTEGRACIN III
Publicado en Sep 04, 2017
Uno de mis traumas –que tengo varios– fue el rechazo de la costeñitas acapulqueñas porque ellas me consideraban un niño muy feo –y a mi cara me remito– por eso las comprendía. Pero, en vez de perderme en la “Rubia Superior”, marca de la cerveza cuya publicidad la veía todos los días en la televisión a la hora en que mi madre se ponía a ver las telenovelas, me dediqué a olvidar mi pena con el aprendizaje de los libros gratuitos que nos daba la Secretaría de Educación, en cuyas portada salía una indígena de Tlaxcala, que si la hubiera conocido en París en donde estuvo viviendo y en donde también ya ha habido atentados, me hubiera enamorado de ella.
Y aunque no esté de acuerdo con estos acontecimientos criminales, tengo que pensar en un dicho de un genio que decía que “en toda acción hay una reacción”, por eso, y en mi humilde opinión, los líderes religiosos, se aprovechan de los traumas de algunos jóvenes cuyos familiares y amigos murieron de los disparos y de la explosiones de las bombas, que mandaron a disparar y a tirar con sus políticas armamentistas –disfrazada de democracia– los líderes de los diferentes países que colonizan económicamente a esas naciones pobres llenas de corrupción de donde huyeron varios de los terroristas que, además, se han sentido excluidos en los países en donde han perpetrado los atentados, luego de que la burocracia les ha hecho esperar varios años para conseguir un empleo como a varios de sus conocidos que se van a cualquier esquina en la terminales de los ferrocarriles a ofrecer a sus clientes europeos cocaína o marihuana que se produce y cultiva en tierras en las cuales todavía no ha llegado ninguna empresa minera americana, canadiense o europea para sacar el petróleo y materiales preciosos como el oro o la plata, cuya producción va dejando ríos, lagunas y grandes superficies contaminadas y, además, el desplazamientos de campesinos a las grandes ciudades en donde varios de sus hijos serán empleados por los líderes del narcotráfico que seguirán enviando sus productos a todos los países desarrollados, incluido Alemania en donde siendo un adulto varias niñas rubias y ojos azules entre siete y diez años me proponían matrimonio porque para ellas era bonito (schoen). Yo, con vergüenza, las separaba de mi cuerpo cuando ellas intentaban abrazarme, en ese tiempo de noticias que decían que en varios pueblos alemanes habían sido violadas y asesinadas niñas parecidas a las que intentaban ser mis novias. Los asesinos no eran extranjeros, sino alemanes que según, los psicólogos, ya podrían integrarse a la sociedad, luego de estar en la cárcel acusados de pederastas como me consideró una madre alemana porque en una fiesta infantil observó a su hija acariciarme mis rulos y, también, se quería sentar en mis piernas con el fin de ponerme en un dedo un anillo elaborado por ella con un cable eléctrico. Ella quería ser mi esposa dos días después de haber aceptado –por una estrategia de educación sexual- ir con otra madre alemana al sauna: su hija le había dicho que quería verme desnudo…
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