La Barrendera del "Pazo"
Publicado en Sep 10, 2017
La promesa
Año 1616. Lugar Sobrán. María sostenía a su nieto mientras miraba por última vez la tumba de su hija Ana, su única hija. - Te prometo que cuidaré de tu hijo y que él volverá para buscarte y enterrarte en el pueblo donde naciste y donde fuiste feliz, te quiero hija. - María, debemos marcharnos antes de que nos descubran- le dijo su marido. Entre lágrimas lanzó un beso a su hija y abrazó a su nieto que tenía unos seis meses. Miró al Pazo donde trabajaba desde hacía 4 años, donde en principio era feliz pero fue ahí donde le arrebataron lo que más quería. Se subieron al carro y se sumergieron en la niebla hasta que se perdió su silueta. La barrendera Año 2016. Carmen estaba preparada para empezar a trabajar en el hotel, un Pazo del siglo XVII que había sido reformado en 1980 para convertirlo en hotel. Se dedicaría al departamento de pisos, limpieza de habitaciones. Hoy tenía pocas habitaciones. Al acabar fue a recepción a entregar las llaves maestras y vio a la recepcionista pensativa. - ¿Qué te ocurre Loli?- le preguntó. Loli se sobresaltó al escuchar su voz. - Bueno es que me acaban de llamar de la habitación 113, solo se oía un ruido y colgaron. - Pero la 113 no está ocupada. - Lo sé. Pero es que en la habitación 113 no hay teléfono. Y no es la primera vez que ocurre. - ¿Cómo puede ser posible? De repente apareció una de las camareras y se unió a ellas en la conversación. - Bueno una vez me dijeron que en el primer piso vieron a una mujer joven barriendo. Y la verdad, aquí a veces ocurren cosas extrañas- dijo la camarera - ¿Cómo cuáles?- preguntó Carmen, que sentía curiosidad. - Bueno una vez subiendo a una habitación escuché un ruido como de una radio cuando buscas la emisora. Yo al principio pensaba que era del hilo musical así que avisé a recepción para que lo apagaran. Y ¿sabéis que me contestaron? - ¿Qué?- dijeron las dos al momento - Que el hilo musical llevaba años apagado. Dejaron la conversación pues oyeron que se acercaba la directora del hotel. Carmen acabó el turno y se fue para casa. No podía sacarse de la cabeza lo que habían hablado antes. Al día siguiente antes de empezar el turno le dieron un walkie talkie. - Así si necesitamos alguna habitación o cualquier cosa podremos localizarte al momento, y no tendremos que buscarte planta por planta - le dijo su jefa mientras se lo entregaba. Después de comprobar que el walkie talkie funcionaba, Carmen empezó a hacer sus habitaciones, solo tenía seis. Mientras estaba limpiando el baño, escuchó que el walkie talkie sonaba. Y fue a por él. - Hola. ¿Qué necesitáis?- preguntó Carmen Casi no se oía lo que decían. - ¿Hola? Casi no os escucho. Y de repente escuchó un susurro - Ayúdame. - ¿Puedes repetirlo? Casi no te oigo - insistió Pero no se volvió a escuchar nada. Así que acabó la habitación y fue hacia la recepción. - Loli. ¿Qué me querías antes? Que casi no te escuchaba. - Yo no usé el walkie talkie para nada - contestó Loli. - ¿En serio? Pues el walkie sonó y escuché que alguien me pedía ayuda. Loli se puso blanca como el papel. - Lo que yo te decía aquí pasan muchas cosas raras. Y mañana es Halloween. Miedo me da. - No te preocupes mujer. Seguro que fue alguna interferencia. Nada más. Carmen la tranquilizó. Pero ella estaba segura que no fuera una interferencia. Realmente alguien le estaba pidiendo ayuda, pero ¿quién? Al día siguiente Carmen estaba preparando las habitaciones para los clientes que venían a pasar la noche de Halloween, eran unas 20 habitaciones. La jornada parecía tranquila. Mientras estaba haciendo una de las habitaciones miró por la ventana y vio en el jardín a una mujer vestida con un vestido marrón y un delantal blanco, y en una de las manos tenía una escoba. Carmen se acercó para verla mejor. Pero cuando llegó a la ventana, ya no estaba había desaparecido. - Habrá sido imaginación mía. O que todavía estoy dormida – se dijo. De repente sonó el walkie talkie. Carmen se asustó al escucharlo y fue a ver qué querían. - Hola. ¿Qué necesitáis?- preguntó con un poco de miedo. - Ayúdame- susurraron - ¿Quién eres?- preguntó Carmen Pero no contestaban. Justo cuando iba a dejar el aparato encima del carro de trabajo se escuchó: - La barrendera del pazo. El diario Carmen quedó inmóvil. No podía creerlo. ¿En serio había un fantasma que necesitaba su ayuda? Acabó el turno y en casa se puso a buscar en internet algo de historia de ese Pazo. Pero no encontró nada relacionado con ninguna barrendera. Solo que el Pazo era del siglo XVII, de estilo barroco, que fue habitado por la nobleza gallega. Y que fue construido con piedra del Monte Lobeira. Los primeros que lo habitaron tuvieron un hijo el cual se casó con una marquesa con la que tuvo un hijo varón, llamado Ricardo, que murió con 6 meses de vida por causas desconocidas. Luego lo habitaron varias familias. Pero a principios del siglo XX fue abandonado hasta que lo compraron en 1970 para convertirlo en el actual hotel. Y que está declarado Bien de Interés Cultural. Carmen se fue a dormir aunque no pudo conciliar el sueño. Mañana le esperaba un día muy largo y no había descansado lo suficiente. Al día siguiente los clientes se hicieron los remolones a la hora de dejar las habitaciones, pero poco a poco las fueron dejando libres. Mientras estaba limpiando las zonas comunes un cliente se acercó a ella. - Hola buenos días- le dijo el cliente. - Buenos días. - Muy buena la broma de ayer a la noche. - ¿Qué broma? -le preguntó Carmen - La nota que nos pasasteis por debajo de la puerta. ¿Se la dejasteis en todas las habitaciones? - No sé. ¿En qué habitación estuvo alojado? - En la habitación 113. De hecho tengo la nota- le dijo mientras se la entregaba La nota ponía "llevo 400 años encerrada y te he elegido para que me las pagues" Carmen se quedó de piedra. - Bueno no sé si dejaron esta nota al resto de habitaciones ... No sabía qué contestar. El cliente no se quejó de la nota, de hecho se lo tomó bien Aquella nota la puso más nerviosa. Y encima tocaba limpiar las habitaciones del primero. Bueno por suerte hoy vendría una chica extra que la mandarían a esa planta y ella iría a su planta de siempre. Preparó el carro para subir a empezar a hacer habitaciones. Cuando iba a empezar llegó su jefa: - Buenos días Carmen- le dijo su jefa - Buenos días - Mira. Como hay pocas habitaciones en el primero vete primero allí con tu compañera. Ella que haga las del lado par y tú las del lado impar. - ¿Por qué?- pensó Carmen - Luego vais a vuestra planta. Hoy saldréis una hora más tarde. Tienen que quedar todas las habitaciones limpias. - Muy bien- respondió Carmen de poca gana Genial. No llamó a ninguna extra. Como siempre tirando del personal del propio hotel. Y encima le toca el lado impar ¡el lado impar! Le iba a tocar limpiar la habitación 113, y después de leer la nota de aquel cliente. - Bueno. Es lo que hay. Avisó a su compañera para ir al primero. Fueron haciendo las habitaciones. Cuando llegó a la 113 le temblaba la mano al introducir la llave para abrir la puerta. - Tranquila Carmen. No te va a pasar nada. Tranquila- se dijo a sí misma para tranquilizarse un poco. Empezó a hacer la habitación y no ocurrió nada. Acabó la última habitación. Y cuando estaba recogiendo todo escuchó un ruido. Salió de la habitación y miró hacia el pasillo. Alguien estaba barriendo. Era la mujer que había visto en el jardín, estaba de espaldas. Carmen entró corriendo a la habitación. - ¡No es real! ¡No es real!- repetía asustada. Volvió a mirar. Sabiendo que se arrepentiría de hacerlo y al abrir la puerta ahí estaba. Una mujer joven, con la cabeza baja. Carmen empezó a gritar. - ¡Déjame!- le gritó Carmen La mujer levantó la cabeza. Su rostro se veía triste, tenía los ojos rojos y llorosos. - ¡Ayúdame!- le dijo. - ¿Por qué yo? - Ayúdame. Y se desvaneció al escuchar a la compañera de Carmen que fue corriendo a socorrerla después de oírla gritar. - Carmen. ¿Qué ocurre?- le preguntó. ¡Estás pálida! ¿Te encuentras bien? Carmen estaba en estado de shock, todavía no se creía lo que acababa de ver. Realmente había un fantasma en el hotel. - Nada. He visto una araña de tamaño considerable. Y les tengo pánico. Ahora subo todo a mi planta y me tomo un café antes de continuar. Gracias por preocuparte. - ¿Seguro que fue eso?- insistió su compañera. - Seguro, seguro. Venga vamos a tomarnos un café juntas, que los desayunos ya acabaron. A ver si nos dejaron algo para comer. - Muy bien- contestó su compañera, que no estaba convencida que fuera por una araña. Mientras Carmen se iba alejando con el carro de la habitación 113, miró hacia atrás por si volvía a aparecer. El resto del turno transcurrió sin ningún problema. Y solo le quedaba una habitación. En la última habitación abrió la ventana para airear la habitación y en el jardín volvió a ver a aquella mujer que se desvaneció en el mismo lugar que la última vez. Carmen deseaba que no sonara el wakie talkie. Y cuando se giró empezó a sonar. Se acercó a él con mucho miedo. Esperó un poco, respiró profundamente y lo cogió para contestar. - ¿Hola? -Preguntó con voz temblorosa - Carmen necesitamos la 416. ¿Está limpia? - ¿La 416? Sí claro está lista- contestó aliviada. - Ok gracias Carmen se sintió aliviada. Y mientras cogía las sábanas para hacer la cama el walkie talkie volvió a sonar. - Hola ¿Qué necesitáis ahora? - Ayúdame- susurraron Carmen se armó de valor y le preguntó - ¿Cómo puedo ayudarte? - Encuentra mi diario- le contestaron - ¿Dónde está el diario? - En el jardín. Y el aparato dejó de sonar Cuando acabó el turno Carmen se fue a su casa y tumbada en el sofá empezó a darle vueltas a la cabeza. Definitivamente ese fantasma la había elegido para ayudarla. Estaba convencida que el diario al que se refería tenía que estar enterrado en el jardín justo en el punto en el que se desvaneció la figura de aquella mujer. No sabía si contarlo a su jefa. La tomaría por loca. Y necesitaba el trabajo, ya que el paro se le había agotado y las facturas no se pagan solas. Cuando estaba a punto de echarse una siesta sonó el teléfono. Era su jefa. - Hola Carmen necesito que me hagas un favor - Hola ¿qué necesitas? - Uno de los recepcionistas no puede hacer el turno de noche, y como tienes experiencia pues me preguntaba si mañana puedes hacer el turno de noche. ¿Puedes? - Mañana es mi día libre. - Lo sé pero te doy dos días libres como compensación ¿qué te parece? - Vale. Cuenta conmigo. - Gracias Carmen hasta mañana. Pues nada a descansar. Ahí Carmen se dio cuenta que el turno de noche era una gran oportunidad para buscar el diario, pues el hotel estaba vacío. Al día siguiente Carmen se levantó tarde, pues al ir de noche tendría todo el día libre. Así que aprovechó y quedó con su madre a tomar un café que hacía días que no la veía. - ¿Estás contenta donde trabajas ahora hija? – le preguntó su madre - Sí. Los compañeros son geniales y el pazo es muy bonito. - ¿Sabes que ahí trabajó un miembro de nuestra familia? Ya hace muchos años. Mi bisabuela, tu tatarabuela, siempre me contaba esa historia. - No tenía ni idea. ¿Y sabes cómo se llamaba? – le preguntó Carmen. - Se llamaba Carmen, como tú. Carmen Cacabelos. - Vaya coincidencia se llamaba como yo. Se tomaron un café y dieron un paseo juntas. A la tarde Carmen aprovechó para dormir, le esperaba un turno muy largo. Y llegó la noche. Carmen estaba sola, sin clientes, sin compañeros. Y con un fantasma que la estaría molestando hasta que la ayudase. No había llamadas. Era el momento. Cogió el móvil del hotel, por si llamaba alguien para hacer alguna reserva, una linterna y una pala. Entró en el jardín y llegó al punto donde viera desvanecerse a la barrendera. Se percató que mientras en todo el jardín había flores en ese punto no había crecido ni siquiera hierba. Carmen hizo la señal de la cruz y besó la medalla que le regalara su abuela por su comunión. - Protégeme abuela-susurró. Empezó a cavar. Y cuando ya tenía bastante cavado oyó un sonido. Y miró. Había una caja. ¡Era un ataúd! Carmen se asustó mucho tenía mucho miedo pero tenía que abrir la caja si quería encontrar el diario. Abrió la caja. Y dentro había un esqueleto, con el mismo vestido y mandil que la mujer que vio desaparecer, y en sus manos un libro de color marrón. ¡Era el diario! Carmen lo cogió con mucho cuidado y cagada de miedo. Tapó la caja y volvió a cubrirla de tierra. Cuando por fin terminó fue corriendo a la recepción y se preparó una tila. Estaba aterrorizada. No sabía de donde estaba sacando las fuerzas para seguir con esa locura. Mientras se tomaba la tila, miraba aquel diario. ¿De quién sería aquel cadáver? Pronto saldría de dudas. La historia Carmen esperó a acabar el turno y leer el diario, detenidamente, en casa. No tenía sueño así que aprovechó para leerlo. En la primera página ponía un nombre Ana Piñeiro García y un año 1616. Martes 26 de marzo de 1616 Mi nombre es Ana, hoy fue mi cumpleaños y mi madre, María, me regaló este diario para escribir todo lo que se me ocurra o suceda. Acabo de cumplir los 16 años. Hace 4 años vinimos a Sobrán. Mi madre había conseguido trabajo en el Pazo en el que vivimos junto con sus dueños. Antes vivíamos en Corga de Abaixo en Cuntis. Todavía recuerdo el viaje que hicimos en carro para llegar aquí. Fueron más de 6 horas de viaje. Mi madre trabaja haciendo la comida para los señores y sirvientes y atiende a los animales. Yo la ayudo barriendo los salones y la entrada. Mi padre trabaja las tierras y arregla todo lo que se va estropeando. Es un manitas. Y un gran padre. Aquí trabaja mucha gente. Y tengo una amiga, su nombre es Carmen Cacabelos, tiene dos años más que yo. Ella me enseñó a leer y a escribir, y el profesor del hijo de los dueños siempre nos trae libros para leer. El Pazo es muy grande. Los dueños son los condes de Lobeira quienes tienen un hijo, unos años mayor que yo, que se llama Ricardo. Es muy guapo. A veces me pregunto qué pensará de mí. Miércoles 22 de mayo de 1616 Hoy mientras limpiaba uno de los salones el señorito Ricardo se acercó a mí. Me miró fijamente y me cogió de una mano. No sabía qué hacer. - Eres muy bella. ¿Cómo te llamas preciosa?- me preguntó. - Me llamo Ana – le contesté - Ana. No lo olvidaré. Me dio un beso en la mejilla y se fue. Estoy tan contenta. Nadie me había dicho algo parecido y ese beso me gustó, mi primer beso. Y es tan guapo. Estaba tan emocionada que se lo tenía que contar a alguien así que se lo conté a Carmen. - Ten cuidado con él Ana- me dijo - ¿Por qué? – le pregunté - Porque eso se lo dice a todas las chicas jovencitas. Ya lo intentó conmigo pero no consiguió nada. - No te preocupes tendré cuidado con él. No sé si creerla. Es mi mejor amiga, pero no sé. Alomejor también le gusta. Lunes 24 de junio de 1616 Yo por bien tengo que cosas tan señaladas y por ventura nunca oídas ni vistas vengan a noticia de muchos y no se entierren en la sepultura del olvido, pues podría ser que alguno que las lea halle algo que le agrade, y a los que no ahondaren tanto los deleite. Y a este propósito dice Plinio que «no hay libro, por malo que sea, que no tenga alguna cosa buena». He empezado a leer el Lazarillo de Tormes. Normalmente me gusta leer acompañada de Carmen. Su voz me relaja cuando lee. Pero estoy enfadada con ella. Me ha vuelto a insistir en que me aleje de Ricardo. Y estoy casi segura que lo quiere solo para ella. Pues si en verdad le gusto no renunciaré al amor. Jueves 27 de junio de 1616 Hoy el señorito Ricardo y yo, después de estar tonteando tanto tiempo, hicimos el amor en una habitación secreta que nadie había usado jamás. O por lo menos eso me dijo él. Al principio tenía miedo. Pero me dejé llevar y fue maravilloso. Le quiero tanto. Nos queremos. No se lo puedo decir a nadie, ni siquiera a Carmen. Domingo 30 de junio de 1616 Ando en una nube. Eso es lo que me dice mi madre. Me olvido de las cosas y las tareas las hago más lento de lo normal. - ¡Andas apampanada Ana! – me dice últimamente No dejo de pensar en ese día. No le dije nada a mi madre, y eso que le cuento todo, pero esto algo muy personal. Hoy vi a Ricardo en la misa, que se celebra cada domingo en la capilla que está al lado del Pazo. Los señores y su hijo la ven detrás del altar y el resto delante. Y es que en la habitación de los padres de Ricardo hay una puerta que da directamente al altar. Allí tienen unos asientos dignos de reyes y escuchan la misa. De hecho, hasta que llegan los señores el cura no puede empezar la misa. Y hay domingos en los que tenemos que esperar bastante. El cura acaba desquiciado, ya que después tiene que oficiar otra misa en otra iglesia y el pobre viene en burro. Pobre burro. Al acabar la misa, Carmen se acercó a mí, quería hablar conmigo, pero la esquivé y me fui. ¿Qué querría decirme? Alomejor quiere pedirme perdón. Lunes 29 de julio de 1616 Desde hace unos días no me encuentro bien tengo náuseas y vómitos. Mi madre está preocupada. Espero encontrarme mejor en unos días. Hecho de menos a Ricardo hace una semana que se fue de viaje con su padre. No sé cuándo regresará. Viernes 16 de agosto de 1616 Estoy muy triste. Hace dos días llegó Ricardo con su padre. Al parecer se va a casar con una marquesa. - ¡Tengo que hablar con él y decirle que estoy embarazada!- le dije a mi madre. - ¡Ni hablar! ¿Sabes lo que puede pasar si lo haces?- me preguntó Yo negué con la cabeza. - Que nos echen del Pazo. Hija, necesitamos este trabajo. Ya sabes que antes de venir aquí pasamos mucha hambre y este sitio fue una gran oportunidad para nosotros. - Pero mamá… - Lo siento, hija. Tendrás el hijo pero nadie debe saber que el bebé que esperas es del hijo de los dueños. Mi padre no me habla desde que supo que estaba embarazada. - Pensé que eras más inteligente, hija - esas fueron sus últimas palabras. No sabía qué hacer, así que acudí a la que un día era mi mejor amiga. Le conté lo que había pasado. Ella me dijo que debo decirle a Ricardo lo que está pasando. - Mejor que se entere por ti que por un sirviente- me dijo. Ya sabes que aquí, al final, todos acaban por enterarse de todo. Después hicimos las paces y volvemos a ser amigas. Me alegré mucho y ella también. Como me vio muy nerviosa cogió el libro que había empezado a leer, Sabía que aquello me relajaría. - A ver por donde dejaste de leer: En este tiempo vino a posar al mesón un ciego, el cual, pareciéndole que yo sería para adestralle, me pidió a mi madre, y ella me encomendó a él, diciéndole como era hijo de un buen hombre, el cual por ensalzar la fe había muerto en la de los Gelves, y que ella confiaba en Dios no saldría peor hombre que mi padre, y que le rogaba me tratase bien y mirase por mí, pues era huérfano. Él le respondió que así lo haría y que me recibía, no por mozo, sino por hijo. Y así le comencé a servir y adestrar a mi nuevo y viejo amo. El sonido de su voz me fue relajando hasta el punto que me quedé profundamente dormida. Lunes 19 de agosto de 1616 Hoy conseguí hablar con Ricardo. Le conté lo de mi embarazo y no le gustó escucharlo. - Ese hijo no es mío- me dijo - Sí que lo es. ¿O no os acordáis de aquel día que me llevasteis a aquella habitación secreta? – le pregunté - Conozco la habitación. No has sido la única a la que he llevado allí. Pero has sido la única que ha cometido el error de quedarse embarazada. ¡eres una estúpida! - ¡Pero yo te quiero! - Pero yo no. Voy a casarme con una marquesa. ¿Crees que voy a dejarla por ti? Y no vayas diciendo por ahí que el bebé que esperas es mío o te haré daño a ti y a tu familia Su madre escuchó la conversación y entró diciendo que nadie me iba a hacer daño. Él me miró de arriba a abajo y se fue. Su madre también. Salí corriendo, las lágrimas no paraban de brotar. ¡No me quiere! ¡No me quiere! Me encontré con Carmen que me vio y me llevó a su habitación. Allí le conté lo que había pasado. - Ya te dije, que te alejaras de él- me dijo. Tienes que ser fuerte, no dejaremos que te hagan daño. Sus palabras me aliviaron. Pero el dolor que siento en el corazón, ese no lo podrá sanar nadie. Domingo 1 de septiembre de 1616 Hoy se celebró la gran boda del señorito con la marquesa. No he vuelto a saber nada de él desde que le dije lo del embarazo. Y su madre tampoco vino a ver cómo me encontraba. El único apoyo que tengo es el de mi madre, a quien quiero mucho. Y sé que me ayudará a cuidar de mi hijo. ¿Qué será niño o niña? Mi madre está calcetando unos calcetines y un gorro muy bonitos. De color amarillo. Según ella, es el color de la buena suerte. Y mi amiga Carmen está bordando unas sábanas con unos dibujos muy bonitos. - Hijo mío o hija mía, sea lo que seas, te vamos a querer mucho. Viernes 14 de octubre de 1616 La marquesa habló con mi madre preguntándome por mi estado de salud. Ya pensé que no le importaba. Debería preocuparse, dentro llevo su nieto. Un hijo fruto de un divertimento por parte de él. Pero para mí fue la primera vez. Él fue mi primer amor, el que me dio mi primer beso y con el que, al final, me entregué. ¡Qué ciega estaba! Yo le prometí que no iría diciendo por ahí que el niño era suyo. Pero aquí no son tan tontos como él piensa. Mi padre sigue sin hablarme, y me duele mucho. Le he decepcionado. Pero soy fuerte y lucharé por mí y por mi hijo. Martes 31 de diciembre de 1616 Hoy diremos adiós a 1616. Solo espero que 1617 sea mejor para mí y mi hijo. El señorito y la marquesa están intentando tener hijos pero sin ningún resultado. Yo creo que la marquesa sabe que el bebé que voy a tener es de él. Su mirada me lo confirma. Y tengo miedo a que si no se queda embarazada me quiten a mi bebé. ¡No! ¡Eso no pasará! ¡Dios no puede permitir que una madre y un hijo estén separados! Miércoles 01 de enero de 1617 Ayer despedimos el año cantando y riendo. Mi padre y yo empezamos el año haciendo las paces. Mi madre se puso muy contenta. Carmen me regaló un libro. Se llama Fábula de Polifemo y Galatea del escritor Luís de Góngora. Me encanta la poesía, seguro que me gusta. Y yo no le he comprado nada. Pero le he pedido que sea la madrina de mi hijo, y quiero que mi padre sea su padrino. Seguro que le hace ilusión. Además sé que lo cuidará como si fuera su hijo. Ese hijo que nunca tuvo. Pues mi madre una vez me contó que ansiaba tener un hijo varón después de nacer yo. Pero, al final, no quedaba embarazada y mi padre perdió toda esperanza. Algo me dice que este va a ser un gran año. Lunes 5 de febrero de 1617 Cada vez me cuesta hacer las tareas. La fecha se va acercando. Tengo muchas ganas de verle la carita y tocar sus manos y sus pies y darle un montón de besos. De abrazarlo. Hoy la marquesa ha hablado conmigo. - Hola Ana. ¿Cómo lo vas llevando? – me preguntó - Bueno muy cansada. Cada vez me cuesta hacer las tareas - Pues a partir de ahora te prohíbo que trabajes hasta que des a luz. - Así lo haré señora. ¿puedo preguntarle algo? - Dime - ¿Por qué se preocupa ahora de mi estado de salud? Llevo casi 8 meses de embarazo y en todo ese tiempo no ha venido a verme. - Bueno. Al principio me enfadé por lo que había sucedido y mi marido me prohibió acercarme a ti. Pero al fin y al cabo la criatura que llevas dentro es mi nieto. Me acarició la mejilla y se fue. Se ve que se preocupa por su nieto. En cambio, no he vuelto a saber nada de Ricardo. A veces nos cruzamos y me saluda por cortesía, nada más. Su mujer cada vez está más delgada. Dicen que está estresada porque no queda embarazada. En el fondo me da pena. Lunes 29 de febrero de 1617 Estas que me dictó rimas sonoras culta sí, aunque bucólica Talía, ¡oh excelso conde!, en las púrpuras horas que es rosas al alba y rosicler el día, ahora que de luz tu niebla doras, escucha , al son de la zampoña mía, si ya los muros no te ven, de Huelva, peinar el viento, fatigar la selva. Me encanta la poesía. He empezado a leer el libro que me regaló Carmen el primero de año de Luís de Góngora y Argote. Martes 26 de marzo de 1617 Hoy nació mi hijo, el mismo día de mi cumpleaños. Sí tuve un niño. Pude verle la carita y darle un beso antes de que entrara la madre de Ricardo y me lo arrebatara. ¡Se lo han llevado! - ¿Qué hace? ¿Dónde se lo lleva? La marquesa se lo entregó a una criada para que lo lavara y vistiera y se acercó a mí. - Este niño es de mi hijo. Su mujer no puede darle hijos así que ellos serán sus padres. Y se fue. Yo me encuentro muy débil. El parto fue muy complicado. Pero quise escribir estas líneas mientras me queda algo de fuerza. En el parto me ayudaron mi madre, Carmen y su madre. El niño nació bien, pero yo no paraba de sangrar. Voy a morir. No podré ver crecer a mi hijo, no podré ver a mi padre jugando con su nieto. No le podré leer cuentos por las noches ni cantarle nanas. Pero aunque no viviré esas cosas con él, me quedo con la sensación que tuve de llevarlo dentro de mi vientre. Las pataditas que me daba y el gran cariño que le fui cogiendo antes de nacer. ¡Mi niño! Le oigo llorar. No lo están cuidando bien. Me necesita y yo lo necesito a él - ¡Mi niño! –grito con todas las fuerzas que me quedan Jueves 28 de marzo de 1617 Mientras contemplo el cuerpo sin vida de mi hija Ana, escribo estas últimas líneas de su diario. No he tenido el valor de leerlo. Además es algo personal de ella. Mi hija murió el día de ayer y será enterrada esta tarde en el jardín. No dejan que me la lleve a Corga de Abaixo, su lugar de nacimiento. La señora del pazo dejará que cuide a mi nieto, Ricardo, seré su niñera en el pazo. Le han puesto el nombre de su padre. Ahora será hijo del señor Ricardo y su mujer, la marquesa. La marquesa quería darle hijos pero no podía, así que ahora tendrá que cargar con mi nieto como si fuera suyo, aunque no le guste la idea. Pero juro por Dios y ante el cuerpo de mi hija que me llevaré a mi nieto y cuando sea mayor de edad volverá para reclamar el cuerpo de su madre y que sea enterrada donde se merece. Es una promesa que le hice a mi hija antes de morir y pienso cumplirla. Siempre le hablaré de su madre. De lo mucho que lo quería antes de tenerlo, y del gran beso y abrazo que le dio mientras lo entregaba entre lágrimas. Este diario va contigo mi querida Ana. Tu padre y yo te queremos mucho. Y tu gran amiga Carmen está destrozada, pero es fuerte y seguirá adelante. Con amor Mamá. Una promesa que cumplir Carmen acabó llorando después de leer aquel diario. - Pobre Ana- pensó. Ahora entendía por qué aquel fantasma la había elegido a ella para ayudarla. Su tatarabuela, de aquel siglo, y Ana eran amigas. Se levantó y se preparó un colacao para ir directa a la cama. Cuando volvió del turno de noche a las 8 de la mañana no podía conciliar el sueño. Tenía que descansar. Se metió en cama con su taza bien calentita y se quedó pensando mirando aquel diario que acababa de leer. - Intentaré cumplir tu promesa María- susurró. Y se quedó profundamente dormida. Al día siguiente era su día libre y, como su jefa le prometiera dos días, también tendría el siguiente día libre. Era perfecto para buscar a la familia de Ana en el pueblo de Corga de Abaixo en Cuntis. No iba a ser fácil. Han pasado 400 años. No creía que fuera a encontrar gran cosa, pero había que intentarlo. Así que puso en el GPS Corga de Abaixo. Eran unos 26 kilómetros, le llevaría 40 minutos llegar. Vaya un viaje que a Ana y su familia le llevó más de 6 horas en carro. Cuando llegó allí solo había 5 casas, y algunas no parecían estar habitadas. - ¿Por dónde empiezo?- se preguntó Decidió ir al ayuntamiento de Cuntis para pedir información, si la había, de la familia de Ana. Llegó a Cuntis y se dirigió al ayuntamiento. Ahí le atendió un chico muy majo. La llevó a una sala y le entregó varios libros. - En estos libros están los nombres de la gente que vivió en Corga de Abaixo desde el año 1600 al 1900- le dijo - Muchas gracias. - Puedo preguntar a ¿quién está buscando? ¿Algún familiar? Si quiere la puedo ayudar y me va contando la historia. - No. No es ningún familiar. Es una historia muy larga y muy personal. Así que le rogaría que me dejara sola con estos libros. - Bueno si necesita algo. - Pues me gustaría una taza de café. Si puede ser. El chico le trajo un café que no estaba nada mal para ser de máquina. Y después de tomarlo, Carmen empezó por el libro del año 1600 que fue cuando nació Ana. Tenía el diario con ella para no olvidarse de sus apellidos. - A ver. Ana Piñeiro García. Como sabía la fecha de nacimiento lo encontró a la primera. Ya tenía su dirección. Ahora se puso a buscar a su madre sabía su nombre y su primer apellido. También la encontró. María García Piñeiro. Murió el 14 de octubre de 1623. - Entonces murió cuando su nieto tenía 6 años. Miró en qué cementerio estaba enterrada y fue a buscarla. Le entregó los libros al chico que la había atendido. - ¿Encontró lo que buscaba?- le preguntó. - Sí, muchas gracias. - ¿De verdad que no me va a contar qué estaba buscando? – insistió. - Pues a una persona, por eso me trajo aquellos libros- le contestó Carmen. Y se fue dejando a aquel chico con las ganas de saber lo que buscaba. Llegó al cementerio de Santa María de Cuntis. No era muy grande pero le llevaría tiempo encontrar la tumba. Decidió pasar de mirar en la zona nueva y fue a otra donde los ataúdes estaban enterrados en el suelo, y no metidos en un nicho. Al final la encontró. Estaba su tumba y la de su marido y en medio había otra tumba. Ricardo de Lobeira García 26-03-1617 16-07-1623 - No puede ser. Carmen comprendió por qué no llegaron a cumplir la promesa. Murieron todos antes de cumplirla. Además murieron el mismo año. - ¿Qué habrá pasado para que murieran los tres el mismo año?- se preguntó. Carmen se arrodilló haciendo la señal de la cruz y no pudo evitar que se le escapara una lágrima. - ¿Y ahora qué? Esto se va complicando cada vez más Carmen cogió el papel donde había apuntado la dirección de la casa donde vivieron. Seguramente no habría nada pero quería intentarlo. Era posible que allí encontrara las respuestas que estaba buscando. Llegó al sitio y encontró una casa escondida entre los matorrales. Estaba entera como si por ella no hubiera pasado el paso del tiempo. La puerta estaba rota por lo que pudo entrar sin problema. Primero se cercioró de que no hubiera nadie, por si vivía algún vagabundo ahí. - ¿Hola? ¿Hay alguien? - preguntó Era una casa pequeña pero acogedora. Empezó a mirar dentro de los cajones por si encontraba algo. Y en uno de ellos encontró un sobre el cual contenía una carta. Jueves 17 de julio de 1623 Hoy enterré a mi nieto Ricardo de Lobeira García. Hijo del noble Ricardo de Lobeira y de mi hija Ana García. El pequeño Ricardo murió por una enfermedad desconocida. Una epidemia. De hecho muchos vecinos están muriendo a causa de esta. Estoy muy triste. No podré cumplir la promesa que le hice a mi pequeña Ana cuando abandonamos el Pazo. Su padre y yo también estamos muy enfermos y sabemos que no nos queda mucho tiempo. Espero que mi hija sepa perdonarme. Quería traer el cuerpo de mi hija y enterrarla junto con su hijo pero no tengo fuerzas. El viaje es muy largo y no creo que me dejaran llevarla dado que escapé del pazo cuando mi nieto contaba con 6 meses, pues allí no lo querían. Tal vez su otra abuela, la madre de Ricardo padre, sí le tenía cariño pero la marquesa no lo quería. Se lo veía en sus ojos. Siempre procuré que el niño no quedara solo con ella, por miedo a que le hiciera daño. Solo espero que mi hija haya encontrado la paz allá arriba. Pues pronto estaremos juntos María. Carmen volvió a leer la carta. Y con los ojos rojos y llenos de lágrimas sabía lo que tenía que hacer. - No te preocupes María. Traeré a tu hija- susurró Carmen 400 años después Carmen se dirigió a la iglesia a buscar al cura y comentarle que quería enterrar un cuerpo que muriera hacía 400 años para que descansara junto a su hijo. El cura, el padre Antonio, era un señor de unos 50 años. Carmen le comentó lo que pretendía hacer. - Lo siento mucho pero no puede ser sin consentimiento de algún familiar. - Pero ese es el problema que toda la familia ya está muerta. Quiero que madre e hijo estén por fin juntos ¿Es que no lo entiende? - Lo siento. No me creo esa historia suya. A saber lo que quieres hacer de verdad. - Pues nada malo. Y antes de que el cura le cerrara la puerta Carmen sacó un bloc de notas y apuntó su número de móvil. - Si al final cambia de idea, por favor no dude en llamarme. Carmen volvió a casa desolada, porque ella tampoco podría cumplir la promesa y estaba tan cerca... - ¡Maldito cura!- exclamó. A la mañana siguiente Carmen estaba desayunando hoy también tenía libre, pero mañana tocaba ir a trabajar. De repente sonó su teléfono - ¿Diga? - Hola ¿Es usted Carmen? - Si soy yo. ¿Quién me llama? - Soy el padre Antonio. Ayer me pediste de enterrar aquel cuerpo del que me hablaras. - Sí. Y usted me lo negó. Diciéndome que necesitaba el consentimiento de algún familiar. Pero ya le dije que están todos muertos. - Sí. Bueno. La llamaba para decirle que puede traer el cuerpo sin problema y que lo bendeciré sin coste alguno - Vaya gracias ¿Qué le ha hecho cambiar de opinión? - La pregunta es ¿quién ha hecho que cambie de opinión? Y la respuesta es una madre cabreada. Desde que le negué rotundamente su deseo de enterrar un cadáver que, según usted es madre de un niño que está enterrado aquí, han pasado cosas extrañas. Objetos que vuelan con la intención de hacerme daño. Susurros de enfado que siempre repiten lo mismo “¡Me las pagarás! ¡Me las pagarás!” Quiero que desaparezca y me deje en paz. - Muy bien padre necesito que venga esta tarde y tráigase al enterrador, esta noche toca desenterrar y enterrar un cadáver. Carmen había quedado detrás del Pazo donde se encontraba el jardín. Tenía la llave que accedía a él. Entraron, fuera tenían una furgoneta en la que meterían la caja. El enterrador y el padre Antonio empezaron a cavar mientras Carmen vigilaba que nadie los viera. Ahí estaba la caja. El padre Antonio y el enterrador hicieron la señal de la cruz al mismo tiempo. - Al principio no la creía pero ahora al ver la caja...-dijo el padre Antonio. El enterrador lo miraba con cara de no saber ¿por qué estaban desenterrando un cadáver en ese lugar sin avisar al dueño del hotel? Y encima había que trasladarlo a Cuntis para volver a enterrarlo, eso sí, antes tenía que desenterrar otro cadáver y ponerlos juntos. Doble trabajo. Pero ya le cobró bien cobrado por adelantado al cura. - ¡Deprisa! No hay tiempo que perder- apresuró Carmen Sacaron la caja con cuidado y la metieron en la furgoneta. Carmen tapó el agujero, donde solo hacía unos días que había encontrado aquel diario. - Nos vamos a casa, Ana- dijo Carmen para sus adentros. Después de meter el ataúd se dirigieron al cementerio de Cuntis. Llegaron y entre los tres lo llevaron hacia donde estaba enterrado su hijo. Allí estaban frente a la tumba del pequeño Ricardo. El enterrador empezó a cavar para desenterrar al hijo de Ana. Cuando ya llevaba un rato cavando se oyó un sonido. Ahí estaba, una caja pequeña. Carmen no pudo aguantar las lágrimas. - Demasiado joven para morir- pensó Carmen. Ya tenían las dos cajas juntas. - Bueno y ¿cómo hacemos? ¿Metemos primero una caja y encima la otra? - preguntó el enterrador. - Pongámoslos juntos- contestó Carmen - No van a caber los dos cuerpos juntos señora. - Boca arriba no van a caber. Pero si los ponemos uno frente a otro como si se estuvieran abrazando. El enterrador quedó pensativo. - Sí. Pueden caber, pues la caja donde está enterrada la mujer es más ancha. Bueno miren ustedes yo tengo que ensanchar el hueco para meter la caja. Carmen y el cura se quedaron mirando uno al otro. ¿Quién tendría el valor de coger el pequeño esqueleto y ponerlo junto a su madre? Carmen fue decidida a coger en brazos el esqueleto del niño. El cura colocó el esqueleto de Ana de lado y con mucho cuidado Carmen puso a Ricardo al lado de su madre. Lo que pasó a continuación fue algo increíble. Ambos esqueletos se movieron abrazándose fuerte. Y Carmen se percató que al esqueleto de Ana le salía una lágrima. El cura quedó asombrado haciendo la señal de la cruz, y el enterrador no daba crédito. Y antes que taparan la caja Carmen sacó el diario de Ana y un bolígrafo de su bolso. Y anotó: Sábado 26 de marzo de 2016 Promesa cumplida. Carmen Pérez, tataranieta de tu amiga Carmen Cacabelos Colocó el diario entre los dos esqueletos y taparon la caja donde por fin madre e hijo descansaban en paz, juntos. Mientras el enterrador iba echando tierra encima de la caja el cura iba rezando. Estaba lloviendo y cuando el enterrador acabó, paró de llover por unos segundos, y luego volvió a llover. El cura se giró hacia el enterrador y Carmen y les dijo: - Ya están en casa. Carmen se quedó mirando la tumba donde por fin descansaban, había cumplido la promesa de la madre de Ana, María. Y no pudo evitar llorar de emoción. Hacía unos días estaba aterrada por las cosas que le sucedían pero a medida que fue descubriendo todo, se fue tranquilizando y cogiendo fuerzas para llegar al final. Seguro que su abuela Lola, que no hacía mucho que les habían dejado, veló por ella. Y eso que Carmen no era muy creyente, pero después de ver todo lo sucedido… Carmen le dio las gracias al párroco, y le preguntó - ¿Cuánto me cobraría por hacerle una misa a Ana y su hijo? - Unos 20 euros Pues tome. Hágala para la semana. Carmen fue a trabajar al día siguiente contenta de lo que había hecho. Cuando estaba limpiando una de las habitaciones se percató que en la zona donde estuvo Ana enterrada tantos años y, donde no creciera ni una hierba de repente tenía flores. Cuando acabó el turno se acercó al jardín. Eran margaritas. Y hacían la forma de dos corazones, uno grande y uno pequeño. Carmen no pudo evitar sonreír. El jardinero, que pasaba por ahí, se paró y miró aquellas flores. - ¡Anda! Mira que siempre que ponía una planta ahí se moría. Y ahora mira. Margaritas. ¿Las has puesto tú? Mira que es mi trabajo. - No. Ha sido la barrendera – le contestó Carmen con una sonrisa pícara. - ¿Qué barrendera? - La barrendera del Pazo. El jardinero se dio cuenta que se estaba metiendo con él y siguió con su trabajo. A la semana siguiente Carmen acudió a la misa que le había pagado el cura y después de oírla se dirigió a la tumba, donde tenía una lápida que ponía: Ana Piñeiro García 27-03-1616 Ricardo de Lobeira Piñeiro 16-07-1617 Madre e hijo juntos desde el 26 de noviembre de 2016 Y mientras Carmen contemplaba la lápida se levantó un viento y pudo percibir un susurro que le decía. - "Gracias"
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