Un hombre es ahora la sombra intocable en las estaciones de esos espacios debilitados sobre una cama que ya no tiene en la sábana arrugas sexuales por el vacío de las noches en donde se apaga la luz para vencerse en esa ausencia de la mujer amada, detractora de las poesías que alteraban los sentidos con esas caricias que dejaron huellas ardientes en el cuerpo masculino, estremeciendo hasta a la luna que se quedó esperando nuevos versos en ese corazón que ya no dejó entrar ni un eco de una flor, pues él prefirió que su diario quedara solitario, en vez de los pétalos secos de ese golpe tracionero.