TERREMOTO 19 SEPTIEMBRE 2017
Publicado en Nov 06, 2017
Nadie sabía su nombre. Era chiquito y flaquito. Todos desconocían cómo entraba y salía entre el polvo y la oscuridad entre los pequeños huecos que habían dejado las losas de una escuela derrumbada por el terremoto. De repente observó moverse unos deditos entre los escombros. Con su corazón más grande que su cuerpo escuálido, se acercó a Frida y mientras acariciaba su manita le dijo “aguanta que ya estoy aquí, quédate tranquila voy a traerte agua y oxígeno". Todo el país se mantuvo sin respirar durante muchas horas por el rescate de la niña, mientras la lluvia hacia más difícil los trabajos. Se me electrizó la piel cuando tres “rescatistas” anunciaron que Frida había salido con vida entre los escombros. Así esperé muchas horas, cerrando y abriendo los ojos del cansancio para escuchar el aplauso –señal de haber rescatado a una persona con vida– de los verdaderos rescatistas. Pasaron un par de horas cuando se me hizo un nido en la garganta. Los polines que servían para sostener trabes y losas colapsadas se desplazaron. Todavía Frida seguía entre los escombros. En pequeños intervalos de sueño y con la computadora prendida y el audífono pegado en una oreja por fin escuché que a la que querían hacer el símbolo de esta tragedia, nunca existió. A pesar del engaño de quién sabe quién y ni el porqué –aunque ya hay varias hipótesis- en realidad, el “rescate” de Frida fue culpable que yo todavía puedo llorar, aunque sea un “macho mexicano” que seguí emocionado cuando una mujer le gritaba a su hermano que aguantara porque ella y toda la familia lo amaba, o las dos mujeres que salieron de un hueco en posición de feto como si volvieran a nacer como también volvieron a nacer una viejita octogenaria y la mujer que, después de una broma de un héroe, tendrá que invitar a comer a todas las personas que participaron en su recate, mientras otras personas, no tendrá esa misma suerte, cuya partida no solamente hicieron llorar a ciudadanos comunes, sino también a los más fuertes como a un soldado de Las Fuerzas Armadas. Y así como estas historias habrá más historias que me seguirán emocionando, aunque sean reales o ficticias en este mundo en donde los tres chavos que anunciaron el rescate de Frida y los ladrones que aprovecharon esta tragedia para delinquir, jamás tendrán verdaderos amigos, pues nadie, absolutamente, nadie podrá confiar en ellos como en todos esos héroes anónimos entre rescatistas y voluntarios, que después del terror, empezaron rascando con la uñas y los que tuvieron miedo estar sobre las ruinas, empezaron hacer una valla humana para sacar con cubetas de basura los escombros para rescatar varias de las víctimas que quedaron atrapadas entre trabes y losas de concreto, mientras yo fui un simple espectador desde Albania, pero orgulloso de los verdaderos mexicanos que me dieron la esperanza de poder cambiar nuestro futuro como nación, mientras seis días después, mi hija, anduvo entre los manifestantes que están en contra de un nuevo partido que representa con sus discursos políticos al bigote más recordado en todo el mundo. Probablemente, en diez años o menos, mis nietos tendrán que visitarme en México entre unos cuantos narcotraficantes y no entre millones de supuestos "neonazis", en donde los esperaré también , por si acaso, piden asilo, pues prefiero que sean voluntarios rescatando víctimas de otras catástrofes naturales, a que sean soldados enviados a matar a personas de otra raza, es que luego de recuperarnos de cualquier desgracia, seguimos siendo humanos y empezamos a olvidarnos de nuestras historias…
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