LAS CLASES DE FONTICA Y QUMICA DEL NEGRO COCHINO
Publicado en Nov 20, 2017
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Mi hermana, esa pequeña pedagoga, sufría con esos diablillos, llamados mosquitos. Ellos le picaban e introduc...ían su aguijón en su piel, para alimentarse del preciado líquido rojo que las hembras-mosquitos necesitan. Su cuerpo se cubría de pequeñas montañitas y sus manos no paraban de rascar esos granitos que se infectaban constantemente, sangrando primero y volviéndose finalmente en blancas y pequeñas cicatrices que parecían estrellitas en su cuerpo con una piel heredada de la Negra Dorotea. Con los años ella fue mi mejor amiga y compañera de juegos infantiles. Jugando a la escuelita, sentados sobre el piso, se nos pasaban las horas sin extrañar el reloj biológico de ir a comer. Como toda una profesional, corregía mi sorprendente e infame fonética, obligándome a repetir correctamente cada letra, cada palabra, cada sílaba. Con su ayuda, paulatinamente, fui mejorando una de mis muchas deficiencias.
Convertido en su guardaespalda, no ponía atención a su espalda, sino por órdenes precisas de mi madre, tenía que acompañarla a todas las fiestas y tardeadas, para cuidar que ningún adolescente le diera un beso embarazoso. Además de buena bailarina, siempre fue inteligente y aplicada. Nuestros caminos se separaron finalmente, el día que yo decidí ir a la capital para estudiar y terminar una carrera profesional en unas de las licenciaturas artísticas más difíciles: la arquitectura. Mientras yo dibujaba, ella aprendía en el puerto métodos pedagógicos de la enseñanza primaria que más tarde practicaría con sus pupilos. Lo que nunca pensó, es que esas prácticas de lingüística con su ¨conejo de indias¨, le iban a servir en su futura profesión. Además, practicábamos la química sin que ningún maestro nos enseñara a convertir el cobre en plata.
La delincuencia infantil, se presentó por medio de un polvito maravilloso que tenía la cualidad de transformar el cobre en plata por algunos minutos. Con la ayuda de este, mi hermana y yo entramos al mundo de la delincuencia infantil, traficando con dinero ilegal en el mercado. Por aquel entonces, la moneda de veinte centavos poseía algunas cualidades parecidas al peso: las dos eran circulares y del mismo tamaño, tenían en unas de sus caras el emblema de nuestro símbolo patrio, el águila devorando una serpiente: señal que deberían encontrar esas personas rechazadas de su tribu para empezar a erigir sobre un lago la grandiosa cultura Azteca.
Aunque algunas veces teníamos retorcijones en el estómago, seguíamos comiendo el mango verde con limón y una salsa de chile rojo, mezcla que, además, nos servía para limpiar la moneda de menor valor. Puliéndola con este cítrico y el chile algunos segundos, la moneda relucía, como recién salida de la Casa de Moneda. Después de esta operación utilizábamos un polvo milagroso, el cual transformaba la moneda de cobre en un peso de plata completamente falso. Teníamos que ir inmediatamente a comprar golosinas a la tienda de abarrotes más cercana antes de que pasara el efecto mágico, y evitar así, ser descubiertos por la vendedora, pues el proceso de ser millonarios duraba entre cuatro a cinco minutos. Comprábamos algunos dulces por un valor de cuarenta centavos, en consecuencia nuestra ganancia era de sesenta centavos. Juntamos tantas monedas que escondimos en una pequeña bóveda construida con tabiques sueltos bajo la tierra del patio de la casa, para que mis padres no se dieran cuenta de nuestro tesoro y ahorro ilícito.
A pesar de que teníamos nuestro escondite, estábamos bien seguros que nunca nos iban a descubrir porque ellos creyeron nuestra historia de mentiras, al sentirse orgullosos de nuestra responsabilidad de ir a trabajar durante dos horas en los supermercados, llenando de mercancías las bolsas de plásticos, recibiendo de los supuestos clientes nuestra propina. Algunas veces hasta ayudamos con el gasto diario de la casa, prestando a nuestra madre las monedas legítimas de veinte centavos.
Finalmente, la dueña de la tienda se salvó de estar en bancarrota, ya que nuestro polvito mágico desapareció del mercado. Naturalmente, nosotros lo buscábamos por todo el puerto sin ningún éxito y  hasta la fecha no sé a cuál elemento químico pertenece.
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Foto del autor Carlos Campos Serna
Textos Publicados: 361
Miembro desde: Apr 11, 2009
2 Comentarios 769 Lecturas Favorito 2 veces
Descripción

un suceso de mi infancia

Palabras Clave: travesuras infancia delincuencia aprendizaje

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos


Creditos: Carlos Campos Serna

Derechos de Autor: Carlos Campos Serna


Comentarios (2)add comment
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juan carlos reyes cruz

Don Carlos Campos Serna, para mi Carlitos, es usted un digno constructor de bellos relatos que poseedores de una substancia muy nutrida de anécdotas plenas de simpatía nos deleitan, añadido de un estilo verbal cuyo progreso he observado a través del tiempo de conocerle.
Te considero amigo, Carlitos, a pesar de estar yo ahora detrás de otro perfil (fui antes Federico Sta María).
Mi afectuoso saludo.
Responder
November 21, 2017
 

luis jos

Carlos! muy Buen relato, me atrapó! Saludos!!!!

Luisjo.
Responder
November 20, 2017
 

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busy