Me siento impaciente y acuesto simplemente mi cuerpo sobre la cama para poder rendirme al cansancio. Juego con el control remoto de la televisión. En un momento el sentimiento de culpa está latente por pensar en el presente perfecto al no haber hecho nada en este instante. En Perú tengo problemas con el permiso de trabajo. Entonces, me dirijo hacia la computadora para tratar de escribir una historia, pero me doy cuenta de mi incapacidad mental para llenar con frases ese vacío blanco e infinito ante mí. Por minutos me pierdo en ese abismo. Intento pensar en el tema, pero no lo encuentro. Cruzando los brazos y cerrando los ojos, empiezo a recordar los sentimientos de una persona ordinaria que se encuentra a dos años de cumplir medio siglo de vida. El miedo a la muerte ya no está, los dolores en los pies y espalda empiezan a molestar, se ha examinado la próstata y no ha perdido su hombría, ha plantado un árbol, ha engendrado una hija y le ha dedicado un poema a una mujer a la que ha hecho llorar de emoción. Solamente le falta construir su propia casa y escribir un libro para cumplir con el cliché de esta corta vida.
Estoy perdido en el espacio porque me siento como el vapor que es volátil y que desaparece despacio, muy despacio. Quiero expresar muchas cosas que pasan, que pueden ser hermosas, feas, crueles y hasta repugnantes. Me encuentro fuera de mi patria, tierra desgastada, asaltada lentamente por las mentiras de personas que nos han gobernado y nos rigen. Ellos se autonombran mandatarios y no servidores o administradores de un país. Me he ido acostumbrando a la vida cómoda, en la que no se pasa hambre y se vive sin preocupaciones; quizá, cosa de suerte.
Mi existencia es importante solamente para una persona. Eso creo yo, ya que ningún adulto me ha mostrado el amor como el que tiene mi hija por mí. ¿Cuánto tiempo seré importante para ella? “No lo sé”. Estoy gozando este momento, porque he aprendido a disfrutar el presente. El pasado son evocaciones y el futuro…es una incertidumbre de la cual no quiero saber, pero si con planes, aunque a veces me canso de comprobar y demostrar quién soy por andar viajando de un lugar a otro, acompañando a mi mujer en su trabajo. En este momento, escribir, sea la única posibilidad de seguir siendo creativo y no pasar todo el día viendo y jugando con el control remoto de la televisión.
¿Escribir lo más fácil y conocido?
¡Por qué no!
¿Mi vida en anécdotas, sentimientos, hechos, costumbres?
¡Por qué no!
¿Hacerla una historia narrada?
¡Por qué no!
¿Qué es una historia?
-Recuerdos.
Entonces comienzo a escribir, probablemente, cosas sin importancia: mis recuerdos.
Nací en una ciudad al borde del Océano Pacífico Mexicano, donde la miseria, la basura, la falta de conciencia ecológica y el analfabetismo se ven en todas las esquinas de este puerto que es visitado por turistas extranjeros. Algunos de ellos lo visitan para arrancar el futuro de esas niñas y niños que venden sus cuerpos virginales e inocentes a cambio de combatir la pobreza y el hambre en que se encuentra al interior de un gran número de familias acapulqueñas.
Cuando era pequeño, creía que este puerto era lo máximo del mundo, que por medio de propagandas, los políticos y medios de comunicación que tienen el deber de informar, desinforman y nos hacen creer y caer en la ignorancia, que el sol, mar, cerveza y discotecas hacen de este puerto el paraíso de América.
Soy el décimo tercer hijo de padres, que provienen de un pueblo de campesinos. Mi madre dice, que por causas naturales, seis de ellos murieron, pero eso no lo creo; estoy convencido, de que mis hermanos murieron por falta de una buena atención médica, la que no existía en el pueblo y que en muchos rincones del territorio sigue faltando. Pero bueno, yo me salvé y he llegado, casi, sin creerlo, a medio siglo y en este momento he decidido escribir mi historia...