La mecedora vacía.
Publicado en Nov 27, 2017
. La mecedora vacía.
Mi padre fue siempre, como se dice vulgarmente, un tiro al aire. Así es como se define a aquellos que viven la vida con una velocidad descontrolada, sin mirar atrás, prácticamente sin considerar las consecuencias. Mujeriego empedernido, orador galante, solícito y amable, buscando constantemente ser adorable; tenía frases irresistibles como “Dichosos mis ojos que la ven”, o “En algún lugar hay un agujero en el cielo, por donde usted ha caído a la tierra”, y también “¿Habrá en su corazón una limosna para éste pobre hambriento?” . En cada reunión social que estuviese presente se transformaba inevitablemente en la figura central, ya fuere cantando, recitando, contando chistes y cuentos, o interpretando con gran histrionismo a un personaje en especial, logrando siempre las risas o los aplausos de la audiencia. No obstante haber sido un amante eterno, mi madre ha de haberlo amado mucho para haberle perdonado tanto… Además tuvo una gran virtud: supo ser un padre presente. Ya entrado en la vejez se instaló en una merecida pausa que le daba calma. Se acostaba temprano, junto con las últimas sombras de la tarde y encendía su pequeña radio para escuchar viejos tangos y música clásica, hasta avanzadas horas de la noche cuando el sueño lo vencía. Pero en la mañana, pasadita el alba, se levantaba silenciosamente y comenzaba su rutina barriendo toda la acera del frente de la casa, luego iba hasta el almacén del barrio y volvía con el pan aun humeante para que todos compartiéramos el desayuno. Ya en los últimos días, no era mucho lo que conversaba y prefería ir hasta el interior del patio con su soledad a cuestas y se sentaba en su mecedora, bajo las sombras del gran parrón. Cuando volvía yo de mi trabajo, al medio día, lo miraba yo, por la ventana del comedor para saber cómo estaba y le veía allí, con su gorro de paño, con la visera que cubría sus gruesos lentes negros de marco de carey que siempre estaban con sus cristales sucios, a través de los cuales observaba muy pendiente el alboroto de los pájaros que picoteaban las uvas… Me acercaba yo con sigilo y cuidadosamente le limpiaba los lentes con mi pañuelo. Cuando recién volvimos, ahora, del cementerio y miré por la ventana, se me atravesó en el alma una congoja y rodó por mi mejilla una amarga lágrima al ver la mecedora tan vacía. JCRC:
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Silvana Pressacco
Cariños.
juan carlos reyes cruz
Esos espacios que dejas entre tiempo y tiempo, definen un vacío incómodo, porque me asalta siempre la duda ¿Será ésta la ausencia definitiva?
Alguna vez lo será; no obstante, deseo que falte para ello mucho, pero mucho tiempo.
Te quiere siempre,
JCRC.
Marìa Vallejo D.-
Sensibilidad que atraviesa cada escondite del alma . . . Eso hicieron en mi tus versos y los dejé pasar porque también los estoy viviendo por partida triple, padre, esposo, madre .
Te mando abrazos, amigo mio
juan carlos reyes cruz
María, mía, ya eres como una hermana.
Cariños.
Lucy Reyes
Cordial saludo,
Lucy
juan carlos reyes cruz