Factores cclicos y mentales del falaz "amor de madre"
Publicado en Dec 04, 2017
¿Qué tan certera es la tan famosa frase “con el tiempo nos parecemos y llegamos a ser como nuestros padres”? La verdad, no lo sé, la respuesta tiene muchas variables, y en su mayoría son escurridizas a la esperanza futura y desagradables al cuestionador.
Quizás mi caso sea el caso típico, la típica joven que no se lleva bien con su madre, una relación tormentosa guiada por las hormonas y la menopausia. Pero, ¿hasta qué edad uno conlleva el término joven y la suma de hormonal?, ¿Hasta qué edad o, a partir de qué edad las madres llevan marcado en su frente el termino menopausia o la certeza latente de que han envejecido y añoran la vida que soñaron y no encontraron? No creo que existan formulas cuantitativas para definir casos que, radican en diagnósticos mentales, emocionales y cíclicos generaciones más allá, que, en las encuestas. Porque, todas aquellas que, traspasan la línea cronológica establecida en formulas están disfrazadas de hipocresía y un respiro de tranquilidad latente al no estar madre e hija cerca de la otra, por razones de independencia, una retribuyente y (merecida) mensualidad económica para la madre o, en algunos casos, la figura de un yerno agradable. Latinoamérica como ningún otro lugar del mundo tiene una visión exorbitantemente invasora acerca de los límites de la maternidad, todo ello cultivado en una cultura en donde el síndrome de Edipo y Electra se establece para justificar la violencia verbal, física, psicológica y formas de impedimento a la evolución personal de parte y parte, sustentadas por un amor materno y el bienestar para la criatura que, al carecer de sentido común y moral- el establecido por la doble moral y rigidez cultural de la familia típica latinoamericana, en especial la colombiana- debe ser guiado por esa diosa omnipotente que se proyecta como omnipresencia en los intereses de su retoño (o al menos es lo menos que ella espera). Pero, cuando la progenie se establece en la edad de los sueños e inmadurez y, la constante por tomar arte y parte en el establecimiento de su futuro y decisiones, la madre acude sin más al impedimento, la victimización o la demanda de retribución (en dinero o mano de obra) por aquellos sacrificios que tomo tiempo atrás al criar a su hijo que, claramente ella decidió procrear y tener. Ahora el retoño deber pagar a su madre dándole manifestaciones o motivos de orgullo y triunfo la deuda contraída con la omnipotente diosa de la vida. De lo contrario, se pagara con establecer el drama de aquellas vidas carentes de emoción que, se reconfortaran con el papel de déspotas, mártires o enfermas cardiacas de los indeseables- termino que después de tantos años finalmente, llegan a concientizar y responsabilizar- y rebeldes hijos o hijas que no llenan sus expectativas. Porque, de eso tratan sus perspectivas: seres autónomos, independientes económicamente, que las llenen de orgullo pero, solo en base al acoplamiento de su visión de la vida, de sus logros no efectuados o la debida recapitulación económica. Quizás, hasta el momento toda esta pregonería suene a descargo emocional y no grato de una hija hacia su madre. Quizás, se alegue que no todas las madres actúen así que, el único impulso que las mueve para lograr y hacer estos cometidos es el amor de madre. Hasta cierto punto es totalmente cierto, este escrito es un descargo emocional de una hija que tiene muy consiente los sacrificios de su madre, así mismo esta agradecida por su presencia no obstante, la gratitud no puede traspasar a la verdad y al razonamiento. También, se tiene muy claro que no todas las madres actúan igual, ciertamente hay varios patrones psicológicos que actúan de diversas formas en la maternidad. No se asusten si les menciono que el exceso de dulzura o sobreprotección es un acometido de traumas y trastornos psicológicos para los hijos como el resultado de un diagnóstico psiquiátrico que inevitablemente, sea cual sea la forma en que se desarrolle o lleve a cabo como madres y padres, todos llevábamos. Nadie está exento de un diagnostico que tambalee los límites de lo cuerdo o de aquello que nos cuesta asimilar. Como seres humanos el ciclo está activo y, aunque históricamente el amor de madre sea un invento de la modernidad, las cabalidades de la mente, el instinto y las reacciones químicas siempre despertaran odios, pasiones, injusticias, sacrificios y ternura entre madre y cría. El problema radica, sea cual sea la razón, en la aversión por repetir o incluso despertarse tardíamente y observar como por asimilación de la infancia y los años se pueden llegar a repetir esos factores que tanto odiamos. La certeza de la frase cuestionada al principio radica en factores de decisión, autonomía, oportunidades y claramente toda acción que rompa la rueda del ciclo y que permita, de llegar el caso, detonar un nuevo patrón en otro inocente, ya destinado genéticamente, que deberá vencer, acoplar o divinizar el patrón de la madre.
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juan carlos reyes cruz
Valeria Lindo
juan carlos reyes cruz
Las razones fundamentales por las cuales cabe mi discordancia son mis convicciones valóricas, en las cuales el amor general tiene un sitio relevante, como así mismo prevalece en mi vida la riqueza del sentido familiar. En consecuencia, considero inadmisible que entre una madre ( o padre) y una hija/o no existan lazos que las unan y, más encima, se detesten.
Intentando comprender las causas que motivan la publicación de tu artículo, quise desmenuzar las actitudes descritas y toda vez las consideré absurdas, porque descubrí que tratabas todo el tema desde una perspectiva individualista, como que los seres humanos fuésemos absolutos y no dependientes de nada que no sea nosotros mismos.
Reconozco que existen personas que así lo creen y me siento con derecho a rechazar sus posturas. Para mi, el accidente que se produjo en el primer momento de la existencia del universo, nos ha dado la posibilidad de experimentar miles de elementos, de manera opcional, para que busquemos inteligentes formas de aprovechar esa regalada vida que se nos brinda y considero innecesario que ridículamente nos dispongamos a hilar tan fino para establecer aristas que solo terminan por hacernos daño.
Para terminar: en forma natural, somos una especie con características sociales y es una obligación en cada uno de nosotros bregar para que la armonía conserve la estabilidad del mundo que transitoriamente habitamos.
Atentamente me despido, reiterando mis disculpas por mi grosero primer momento.
Un amante viejo de la vida.