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Publicado en Dec 10, 2017
Las madrugadas son como una pesadilla tenaz,
agotadora. Ya me siento cansada, cansada desde adentro. Cada día, es un enorme barco impulsado por un hombre en bicicleta, ya no hay libros, ni nada que pueda manifestar un dejo de enriquecimiento. Es la tiranía de la incertidumbre, la dictadura de la vigilia, y vuelvo a ser invadida hasta la vejiga por el oscuro rostro de la angustia, una angustia "realista" o "neurótica", no sé bien... tiene algo de ambas quizas... La lucha por apegarme a palabras bien intencionadas y ajenas, es en si misma otra lucha ahi dentro, tratando de acomodarse, raspando en su desesperación, partes de mi interior que sangran. La sangre escapa por la nariz, como escapa el aire a boca cerrada, entre la vida casi en su etapa cúlmine; escapa por las noches, cálida, acuosa, silenciosa, no sabe bien cual es su imagen, no quiere parecer una víctima como el resto de las sangres; algunas sangres combativas, otras de vida, otras de dolor. Lo intento, intento amalgamar palabras externas con lo que veo y siento, me agoto, sigo, duermo, duermo en medio de la más dura batalla conocida, como si pudiera pausar el tiempo a mi antojo o como si apareciera en otros infiernos intermitentes entre mi inconciente y el camino que lleva hacia él ...El sueño, dormir, dormir es como morir y regresar a voluntad, dormir es encontrar mi camino con hierbas en su borde, el de siempre, el mismo que conecta todos los infiernos, el que me ofrece un descanso, como en mis infantiles imaginaciones, donde aún bastaba un sol y una carretera abierta, la libertad utópica, la conciencia inmadura.
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Comentarios (2)
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