Te fuíste de mí una madrugada
sin despertarme, en el olor de los almendros.
No mostraste intenciones de volver
ni posibilidades de rectificar.
Jugabamos a relaciones de pareja,
a amistades en falsa expectativa.
Te mostraste amigable y embalada
enarbolando una bandera de amores.
Me hablaste de tus malas circustancias,
de tus virtudes y de tus prioridades.
Sorbí tus impulsos apasionados
y te creí cresta de mis apoyos:
Lugar para fundamentar mi vida.
Nos amamos en todos los aromas
hasta que desnudaste tus apetencias lúgubres.
Me hablaste de posadas y quimeras
y de riquezas, que para mi son insensatas.
De ambos rodaron los antifaces
y me llegaron sentidos desconsuelos.
Decidí entonces volver a mis estancias
a digerir las lágrimas que me agobiaron.
Hoy busco la verdad en las intrigas
y desde temprano toreo a las amapolas.
Ya no contestas tu teléfono milenario
y te presiento muy lejos de mis entornos.