Había una vez en una tierra perdida para la actual memoria cuando la navidad apenas era joven, existían criaturas olvidadas y hermosas que vivían siempre en paz, una de estas criaturas era un pequeño gatito blanco y felpudo que sobresalía de entre todos sus hermanos porque era el más inteligente de todos, y mientras los demás gatitos se afanaban en jugar todo el día, sin importarles que tan atareados estuvieran sus padres cuidando su casa y a los pequeños.
Pero esta familia felina no era como las que conocemos hoy en día, los gatos por esos tiempos aún no habían perdido la facultad de hablar como nosotros, y tampoco vivían entre los humanos sino que tenían sus propias casitas con sus puertas, ventanas y graciosas y pequeñas chimeneas.
Este gatito especial, inteligente y audaz, se llamaba Nico y tenía tres hermanos y una hermana, todos de la misma edad que él, se llamaban: Blacky, Pablo, Arty y la adorable Michi. Solían hacer desastres todo el día mientras su madre Erea iba recogiendo los estragos causados, detrás de ellos, pero el pequeño Nico prefería estar tranquilo leyendo en un rincón o ayudar, cuando podía, a su padre Luís que cuidaba de la casa haciendo reparaciones o buscando leña para el invierno.
Especialmente durante esa navidad hubo mucho frío y la nieve cubría el camino a casa cuando el pequeño Nico fue enviado por sus hermanos a buscar la muñeca perdida de su hermana, que el día anterior, cuando la nieve aún era poca, se le había perdido en el bosque cercano a su casita.
-Miau, hermanito, busca mi muñequita ¿sí?... Mira que nunca he dormido sin ella en Navidad.
-Pero, Michi, hermanita, me da miedo el bosque tan solo como está, miu, podría perderme- dijo un poco triste de no tener el valor de ayudar a su hermana.
-Anda Nico, tu eres el más inteligente de todos, seguro puedes ir y volver sano y salvo sin ningún problema en tan solo unos minutos, miau, tu siempre sabes el camino a casa.
Nico sin querer defraudar a su hermana decidió aceptar la petición, al fin y al cabo era cierto, él siempre encontraba el camino a casa.
-Miau, está bien hermanita, yo iré, no te preocupes... Pero deja una luz prendida afuera para poder guiarme sí oscurece, no quisiera perderme la cena familiar de Navidad.
Y así el joven felino salió de la cama y se adentró en el frío del bosque lo mejor abrigado que pudo, pero, hacía tanto frío que apenas pasaba los primeros árboles y ya las almohadillas de sus patitas estaban heladas y naricita más rosada que cuando se había resfriado la pasada primavera.
Pasó un largo rato y el sol cada vez bajaba más y más en el horizonte y la temperatura bajaba también. El pobre Nico se había perdido sin darse cuenta y ahora vagaba sin rumbo, cansado y asustado, temía no llegar a su casa de nuevo. Pasaban las horas y Nico no regresaba. Sus padres por más que lo buscaban y llamaban por todos lados, el no contestaba a su llamado y no podían encontrarlo. Los padres muy preocupados decidieron preguntar a sus hermanos si sabían algo de porqué su pequeño e inteligente gatito, que jamás se metía en problemas, había desaparecido así. Ya preocupados sus tres hermanos se atrevieron a hablar diciendo la verdad.
-Miau- se quejó el que se llamaba Arty- Nico ha ido al bosque, papá... ohh, miu, ha ido a buscar la muñeca de Michi, y podría estar perdido.
Oyendo esto su padre Luís, sin perder más tiempo, tomó su abrigo y se adentró en el bosque, sin pensárselo dos veces, por supuesto. Ya era de noche y el pobre Nico seguía perdido, su padre volvió a casa después de pasar horas buscándolo y llamándolo por todo el bosque cercano, estaba muy cansado pero después de buscar su lámpara iría nuevamente en su busca.
Era ya de noche cuando el triste Nico encontró la muñeca de su hermana que, arrastrada por el fuerte viento, había llegado tan lejos, él la abrazó para entrar en calor pero aún así cada vez tenía más frío. El joven gatito demasiado exhausto se acurrucó cerca de un gran árbol de hojas perennes y allí casi se duerme por la debilidad y el intenso frío. Pero cuando sus dulces ojos empezaban a cerrarse, vio una brillante y blanca luz acercándose, se frotó los ojos emocionado pero pronto se percató de que la luz no era de alguien que al fin lo había encontrado ¡Dios mío! ¿era un fantasma? a lo lejos le parecía ver un haz de luz con una ligera forma humana, pero era demasiado resplandeciente para estar seguro.
Asustado Nico pensó en huir pero de pronto la luz que se había acercado lentamente, habló con una voz tan dulce y tan tierna que calmaba su desbocado corazón y al mismo tiempo calentaba su frío y entumecido cuerpecito felpudo.
-Calma pequeño gatito, estarás bien y volverás a tu casa pronto- la voz era tan bella que le costaba un poco concentrarse pero igualmente lo logró- sé que eres un buen gatito, Nico, te he visto y siempre eres prudente y ayudas a los demás, sé que metiste en problemas por querer ayudar... Ven, yo te guiaré.
Y así, el pequeño felino, con sus fuerzas renovadas por la magia del espíritu, se levantó y emprendió el viaje de regreso a su casa. En lo que le pareció muy poco tiempo, siguiendo al espíritu, de pronto, pudo ver una tenue luz a lo lejos. La verdad es que la magia del espíritu lo ayudó a acortar la distancia.
Cuando ya la distancia era escasa y la casita se hizo visible a lo lejos, el ser de luz se dispuso a marcharse pero no sin antes dedicarle unas palabras de despedida al joven Nico.
-Ya he de irme pequeño, pero recuerda, la próxima vez no irte solo al bosque- dicho esto el ser de luz se dispuso a irse.
-Espera- dijo Nico- ¿quién eres? ¿cuál es tu nombre?.
-Yo soy Natividad, el espíritu de la Navidad- dijo sonriendo Natividad- siempre me paseo por el mundo en Nochebuena- y dicho esto desapareció en un abrir y cerrar de ojos.
Nico aún sorprendido se apresuró a llegar a casa al mismo tiempo que susurraba agradeciendo al espíritu de la navidad, y echó a correr a casa. Minutos después llegó a su amada casa orgulloso de poder haber vuelto con la muñeca. Todos emocionados lo recibieron con los brazos abiertos felices de que estuviera sano y salvo. E incluso su pequeña hermana, Michi, aunque le agradeció muchísimo, estaba más feliz de que él hubiese vuelto, que de que hubiera encontrado la muñeca y eso lo hizo muy feliz porque todos lo habían extrañado mucho y eran felices de que hubiera vuelto. Y así, después de contar a su familia su aventura, todos juntos cenaron celebrando la Navidad y luego todos los gatitos se fueron a dormir calientes y felices todos juntos de nuevo.
Fin.
luis jos
Luisjo.