Este será un dialogo muy interesante, seguramente asumirás la misma pose empalagosamente comprensiva  e irritante y cuando veas que no consigues cambiar el rumbo a tu favor, seguro te transformaras en el  maldito puritano que tanto odio.
Empecemos por el final y ahórrate la mascara.
Estoy harta de tus reglas que solo sirven para tu imagen, mas nunca te ha importado mi felicidad.
Los mismos discursos moralista, sobre la virginidad, la sexualidad responsable y el respeto.
Hilaras la misma tela sobre mi corta edad y tus buenos comportamientos de joven, ¿hasta cuando me obligaras a escucharte?
No sabes lo agobiante que resulta tus palabras, vigilancias y fingida preocupación, creo que solo representas un papel en todo este ridículo teatro, todos pasan a expresar su solidaridad y de paso a ver el show.
Ahora si te desvelas, ahora si sufres, dime ¿Por qué ahora?
- Hija mía, cada noche te arropaba en tu cama, pero luego como cualquier ser humano también caída dormida, nunca deje de asistir a tus eventos escolares, pero siempre desde lejos, pues siempre me decías que te avergonzaban mis espontáneas manifestaciones de amor. Pero hoy lloro, por que mis esfuerzos no influyeron en tus decisiones y estoy condenado a verte morir en esta apartada sala de hospital bajo la mano implacable del sida.