LA LOCURA EN LA MUERTE: vive!
Publicado en Feb 03, 2018
LA LOCURA EN LA MUERTE: ¡VIVE!
(La enfermera toca tres veces en el ataúd. Don Sebastián lo abre y se presenta.) -Es nueva por acá. Soy Sebastián, esquizofrénico, padezco también de TASP (Trastorno Antisocial de la Personalidad) y de Síndrome de Cotard. Una magnífica combinación, pues cuando por mi esquizofrenia oigo voces, gracias a que tengo TASP no les hago caso, por lo que no me meto en problemas. En cuanto al síndrome que me hace creer que llevo dos años muerto, el de Cotard, pues por eso soy el esquizofrénico más tranquilo y pacífico del manicomio. -Por favor, Ángel de la Muerte, frote más formol en mis piernas que ya estoy apestando. ¿No le molesta? –Pero señor Sebastián, soy la enfermera Bety… ¿No me recuerda? –Por eso, ¡sea profesional y deje de enfermerear! – ¿Muerte, ya llegaron las flores?, ¿los dolientes?, ¿está listo el café y las galletas? —Señor Sebastián, por ser millonario cada semana su interesado yerno organiza su entierro. Según usted, el resto de la semana es para su velorio. Hace una semana nos dio un gran susto. Estuvimos buscándolo por todos lados. Nos preocupó mucho, aunque los demás locos hayan estado fascinados por enterrar su ataúd en el patio. - ¡Maldita sea! ¡Estuve a punto de salirme con la mía! ¡Cavaron bien rápido! ¡Me descubrieron sólo porque esos tarados resultaron católicos y se pusieron a rezar el rosario alrededor de mi fosa! - ¿No tiene religión? ¿No cree en el más allá a pesar de estar muerto y seguir consciente? - ¡Estúpida, si estoy muerto acá, ¿cómo voy a creer en el Más Allá?! No amo, no río, no me nutro mas que de sus malditos sueros, no sueño. - La gente no cree cuando les digo que he muerto. Tengo 96 años, dos años llevo muerto. Soy igual que todos, sólo que otros ancianos no han tenido la fortuna de darse cuenta que ya han muerto. Los doctores me dicen que es Cotard, que es un trastorno psicótico. Me dicen que debo curarme. ¡Estúpidos! - Ya está listo el salón. ¿Lo visto con el traje negro o el blanco? - No, hoy nada fúnebre ni misas absurdas ni rezos de mis hijas. He preparado un funeral temático; de esos simpáticos que hacen los puertorriqueños. Mi cadáver representará lo que yo más disfruté de la vida: ¡futbol! (Hora y media después). -Ja, ja, ja. Ahora sí Don Sebastián se pasó de loco. Me impresiona como se mantiene estoicamente en su papel de muerto. Mira que vestirse de portero y amarrarse para quedar colgado del travesaño de la portería, es lo más loco que he visto. Recibe balonazos de los locos hasta en la cara. No se queja absolutamente nada. ¡Como un verdadero muerto piñata! Ja, ja, ja. – ¡Papá, por favor, ya no te quiero ver así! ¡Pide que te bajen! ¡Usted no se ría, pinche enfermera pendeja! –¡Penal! –¡Puta madre! ¡Ya bajen a mi papá! ¡No sean cabrones! ¡Bájalo, no importa lo que te haya dicho, amor! —dijo la hija. –¡No mi cielo! Sabes lo mal que se pone cuando no le seguimos el juego en sus funerales, pues son lo más importante de su vida. —dijo el yerno. – ¡Pero cóbralo tú y no le pegues! —dijo la hija (Tras meter el gol, el yerno alza los brazos para actuar un festejo. Entonces todos los locos empiezan a golpearlo e insultarlo. Los enfermeros entran a la cancha y lo rescatan). (En la enfermería entra un doctor a explicar). – No entiendo, ¿por qué empezaron a golpearme hasta mis compañeros de equipo? —le preguntó al doctor el a dolorido hombre. – Sabe, los internos amaban a Don Sebastián. Si le tiraban al cuerpo es porque querían que él fuera la estrella del partido. Los locos se cuidan entre ellos y no hay más respeto entre ellos que respetar su locura. Si un loco se cree Napoleón, no le dicen “Majestad” por darle por su lado, sino porque saben que en su mundo, no hay nada más valioso que ser aquél Emperador. De la misma manera, a Don Sebastián le daban los buenos días dándole el pésame. Usted metió el único gol, lo cual los enfureció, pues fue una falta de respeto al mundo de Don Sebastián: a su ilusión-alucinación de portero profesional. – ¿Dónde está mi esposa? – En el velorio de Don Sebastián. Murió colgado del poste. – ¡No puede ser! ¡Lo matamos! (Cuando el yerno se asomó por la ventana, vio a su esposa ayudando a los locos a cargar al cadáver sonriendo de Don Sebastián, mientras todos coreaban cánticos futboleros y recorrían una majestuosa vuelta olímpica en el patio del manicomio).
Página 1 / 1
Agregar texto a tus favoritos
Envialo a un amigo
Comentarios (0)
Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.
|