Impávido quedé
ante tus ojos clavados en mi sonrisa trémula.
Me hallé desnudo ante tu mirada,
escondido tras el velo del pudor
ya agrietado por tu hermosura.
 
¿Será Resistencia o timidez
la voz ahogada entre mi pecho y mi garganta?
¿O tal vez mi conciencia que pierde el tiempo
para ganarte a ti?
—jamás había experimentado lo eterno.
 
Tu palabra serena,
preñada de sentimiento anida en mi cuerpo,
irrumpe impetuosa
el silencio frágil de un amante.
 
Trato de hablarte y no puedo:
mierda! Otra vez el cuerpo agonizante
—bienvenido Eros.
Cierro los ojos para atrapar tu imagen,
no respiro para darte el aire
Y te vas
dueña de mi aliento,
desde aquel instante atada
a mi recuerdo.