Un amor imprevisto (Relato)
Publicado en Feb 19, 2018
Paco Rubiales sintió tanta urgencia por acudir a la cita del dentista que se olvidó cerrar la puerta de su vivienda. El dolor de muelas estaba haciendo estragos en su cerebro. Así que, una vez que regresó al hogar, rápidamente supuso que alguien podría haber aprovechado la ocasión y entrar a desvalijarle todo lo que tuviera algo de valor. Sí. Alguien había entrado sin su permiso, pero encontró todo debidamente en orden y tal como él lo había dejado. Solamente supo que una persona extraña había penetrado en su bien ordenada casa, pues Paco era muy meticuloso ante el orden y la limpieza, por una nota escrita que encontró sobre el televisor. Tomó la hoja entre sus manos y leyó en voz alta ya que le gustaba mucho oírse a sí mismo para mejorar su tono de voz puesto que era vendedor profesional.
- Gracias por haberme dejado entrar en tu santuario. Me llamo Rosa Morena y quisiera poder conocerte. Te propongo que nos veamos esta noche, a las diez, en el Restaurante "La Ocasión" porque quiero invitarte a cenar si es que no estás comprometido con nadie. Cuando me conozcas no te vas a arrepentir y perdona por mi atrevimiento. Aquella nota de una tal Rosa Morena que tanto ansiaba conocerle personalmente le dejó perplejo, por unos largos segundos, a Paco Rubiales que, de repente, comenzó a hacerse una idea propia de aquella situación tan singularmente rara. - Supongo que será alguna broma pesada de algunas de mis vecinas que saben que soy solterón empedernido y que no deseo formalizar ninguna relación con nadie porque soy huidizo y prefiero la paz interior antes que andar de aventura en aventura. Siempre he sabido que las rondas no son buenas y terminas por llorar. En un principio pensó romper la hoja y tirarla al cubo de la basura pero dudó y volvió a leerla. - ¡Caramba! ¡No parece ninguna broma pesada! Y lo que más me llama la atención es que me pregunte si estoy o no estoy comprometido con alguien. Se sentó en el sofá de la espaciosa sala-comedor y, en contra incluso de su propia voluntad, comenzó a imaginar cómo sería aquella persona que se llamaba Rosa Morena. Su primer impulso le guió a imaginarse una flamenca, una sevillana o una malagueña, amante de las bulerías y los fandangos. Su segundo impulso fue descartar cualquier supuesto y olvidarla. Pero el tercer impulso fue mucho más poderoso; así que se abrigó con su trinchera de color caqui y salió caminando hasta el cercano Restaurante "La Ocasión". Llegó una hora antes de las diez de la noche y, para que el tiempo pasara sin ponerse nervioso, después de que le sirvieran la copa de coñac que había pedido, comenzó a razonar a manera de filósofo existencial puesto que la filosofía y la existencia eran dos temas apasionantes para sus reflexiones diarias. - El miedo a perder en los asuntos amorosos son, en realidad, los grilletes de mis pensamientos. Recordó rápidamente a Epicuro: "El cuerpo, en los lances de amor, es parte indispensable del alma". ¡El cuerpo! ¡El alma! ¿Cómo sería la mujer que le estaba haciendo recordar que un cuerpo sin alma es lo más parecido a un vacío insustancial? ¿Sería lo insustancial el problema verdadero de su soltería a pesar de que estaba a punto de cumplir los 36 años de edad? También recordó una frase que había leído en alguna ocasión aunque no supo responder en dónde: "Nadie puede ser perfecto, y siempre cometeremos errores, así que si tus exigencias están muy elevadas, el problema no es el amor sino tú". Se asombró verse a sí mismo como personaje diletante puesto que siempre había cultivado, acerca del amor, una actividad de manera superficial o esporádica. ¿Sería aquella desconocida que estaba a punto de conocer la causa primordial de un cambio en su vida? Paco Rubiales no era rubio, tal como parecía suponerse conociendo su primer apellido, sino de cabello muy negro ya que era un nativo de Guinea Ecuatorial que se había instalado en Carmona con su negocio de venta de automóviles. En la ciudad de Carmona, en aquella Sevilla alegre y pìntoresca, él era un hombre de piel negra que se sentía satisfecho con su soledad. ¿Admitiría por mucho más tiempo aquella soledad antes de llegar a la significativa situación de convertirse en cuarentón sin descendencia alguna? Estaba meditando en estas cuestiones cuando entró en "La Ocasión" una mujer de cabello rubio platino, y piel tan blanca como el mármol, que se acercó a su mesa. - ¿Eres tú Paco Rubiales? El sorprendido solterón de orígenes africanos quedó estupefacto. - ¿Eres tú Rosa Morena? - Me ves tal como soy. Una islandesa que busca el calor de algún ser humano que suspire por la valquirias. - Reconozco que no eres lo que yo pensaba pero sí... yo soy Paco Rubiales... Ella se sentó frente a él y sonrió antes de hablar. - Reconozco que he sido muy atrevida, demasiado atrevida, porque siempre he creído que el amor está por encima de cualquiera de nuestras previsiones. - Lo que no comprendo, a primera vista, es que te hayas decidido por mí... - Escucha, Rubiales. No soy producto de mis circunstancias, soy producto de mis decisiones tal como dijo Stephen Covey. - ¿El licenciado, escritor, conferenciante, religioso y profesor estadounidense? - Sí. Y supongo que no serás de esos misóginos que tienen miedo a las mujeres intelectuales. - Yo sólo vendo ocasiones... - ¿En forma de oportunidades? - Sí. Pero sólo son automóviles nada más. - ¿Y podrías darte una oportunidad de no vender sentimientos sino de apropiarte de uno de ellos para un futuro total? El ecuatoguineano Paco Rubiales supo, rápidamente, que aquella mujer no solo había entrado sin permiso en su vivienda sino que también lo había hecho en su corazón.
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Jos Orero De Julin
Jos Orero De Julin
Veronica Molina Diaz
Enrique Gonzlez Matas
Buen tratamiento de esta historia que aparece sustanciada de citas filosóficas.
Enhorabuena con mi abrazo.
Jos Orero De Julin
Mara Vallejo D.-
Mira que me me ha encantao vuestra historia y ese final . . .de ataque!!!
Felicito doblemente vuestro don!!!
Abrazos con todo cariño y respeto.
María
Jos Orero De Julin
Lucy Reyes
Felicitaciones José Orero De Julián, me gustó mucho.
Cordial saludo.